A un año de la detección del primer caso registrado de Covid-19 en el estado de Puebla, todos sabemos que las consecuencias se han visto en diversos ámbitos de nuestra vida: desde el cambio de hábitos que hemos tenido que asumir, hasta los numerosos casos de familiares o amigos que desgraciadamente han fallecido a causa de esta enfermedad.
Todo lo que actualmente vivimos ha ocasionado también que un gran número de personas se vean afectadas con problemas psicológicos derivados de esta pandemia, a la cual aún no le vemos fecha en que podamos regresar a la vida que todos teníamos antes de marzo del 2020.
Respecto a estos impactos emocionales que la mayoría sufrimos, Ana Laura Utrilla Lack, especialista en neuropsicología, expone que todos los grupos poblacionales -desde niños en edad preescolar hasta adultos mayores- nos hemos visto afectados, principalmente por ansiedad, estrés, depresión y falta de sueño, debido a la incertidumbre y desesperanza ante el no saber lo que pasará y cuándo esto llegará a su fin.
Afirma que curiosamente al principio hubo gente que tuvo muchísimo miedo e incertidumbre ante lo desconocido, empezó con ansiedad, que después bajó poco a poco y, a un año del inicio, quienes comenzaron con el pensamiento de “no importa, sí podemos, me encierro, me cuido”, se han adaptado paulatinamente; pero hoy se les comienza a terminar ese optimismo, hasta llegar a un punto de extremo cansancio, tanto físico como emocional.
La entrevistada, quien imparte las asignaturas de Psicopatología infantil en la UPAEP y Neuropsicología en la Ibero, añade que al principio se hablaba de que sería un periodo de tres meses y ayudaba mucho el tener una fecha de inicio y una de final; te preparabas mentalmente, lo veías como un momento para darte tu espacio y podías decir: “me daré una ‘vacaciones’, voy a encerrarme, disfrutar a mi familia, leer el libro que no había podido…” pero ¿darte un espacio de un año?, ya es demasiado.
LA ANSIEDAD EN ADULTOS
El que esto no acabe genera mucha ansiedad, que en el caso de los adultos surge de la incertidumbre laboral, la reducción de sueldos, el negocio propio que se ha visto afectado o el cambio en la dinámica de trabajo, también los primeros meses era divertido hacer home office, ya no te levantas tan temprano, estás más en fachas y más a gusto.
Pero anteriormente el tiempo de traslado de casa al trabajo y de regreso eran unos minutos para desconectarte, separar los asuntos laborales de los domésticos; ahora todo se ha mezclado, ya no hay esa desconexión, se ha perdido la limitación en los horarios y estar siempre inmersos en el trabajo también causa ansiedad, explica Utrilla.
Asimismo, el hecho de que en casa en un mismo lugar se escuchan la clase, la junta, la comida, la aspiradora… son demasiados estímulos simultáneamente; el no poder separar cada uno de los espacios lleva al agotamiento y esto nos altera el ciclo del sueño.
Para una buena higiene del sueño se debe tener un espacio para cada actividad, pero la recámara, por ejemplo, hoy se usa también para comer, estudiar o trabajar; hay cambios alimenticios, subimos de peso, después nos confronta toda la situación que hoy vivimos y nos afecta más. Entramos en una avalancha, donde una cosa pequeñita crece y crece, y no sabemos cómo frenar todos esos factores que nos causan cada vez más ansiedad, expone.
ANSIEDAD EN LOS NIÑOS
En el caso de los más pequeñitos, la especialista cree que en un principio fue un poco ignorado el hecho de que podían padecerla, porque generalmente se asocia con un adulto, con el trabajo o el exceso de responsabilidades, pero los más niños también pueden tener ansiedad. Necesitan ver a sus amigos, salir al parque, tener actividades, cambiar de espacio y, aunque parezcan más adaptables, requieren de todos estos aspectos.
Asegura que ellos la manifiestan de diferente manera: ahora hacen unos berrinches terribles, esto repercute en la ansiedad de los papás y se forma un círculo vicioso: los padres se ponen irritables, los regañan más, ya tienen poca tolerancia, los niños hacen otra pataleta… crecen ambos lados y se genera más ansiedad en la familia.
Los niños son muy receptivos al estado de ánimo de los papás y, aunque obviamente no les digan que se sienten preocupados, lo expresan con su comportamiento, con distancia, con ausencia y los hijos perciben todo eso. Si le sumamos el que no entienden qué pasa, aunque se han hecho cuentos y mil cosas para explicarles que hay un “bichito”, saben decir mucho acerca del coronavirus, pero en realidad no captan por qué llevan un año en casa, sin ver a sus amiguitos ni a su “miss”, comenta.
OTRAS CONSECUENCIAS EN NIÑOS
Se ha afectado su socialización, su actividad física, estaban acostumbrados a brincar, correr, subir, bailar, hacer ejercicio en el salón de clases y con eso se desgastan, pero con toda una jornada frente a la computadora, donde ya no tienen actividad física, hoy parecen una “ollita de presión”, llena de energía y, por supuesto, cuando llega la noche no tienen ganas de dormir, además por la exposición excesiva a la luz de la pantalla, que impide que se segregue correctamente la melatonina, sustancia que induce el sueño.
DEPRESIÓN
Acerca de la depresión, la entrevistada asevera que esta se relaciona con la desesperanza y el cansancio; puede ir junto con la ansiedad o presentarse por sí sola. En los adultos mayores se ha visto mucho porque, aunque quizá ya estaban jubilados y no tenían ya tantas actividades, a lo mejor anhelaban las visitas de los hijos los fines de semana, cuando también interactuaban con el resto de la familia.
De repente se quedaron encerrados nuestros viejitos y sí, los protegemos, pero hay que poner todo en una balanza y pensar: ¿es más peligroso verlo que no verlo? Además la depresión, en los adultos mayores y en todas las personas, debilita al sistema inmune. Es muy importante por eso buscar un punto intermedio u opciones para que no se sientan abandonados, hay que seguir presentes mediante reuniones virtuales, hablar con ellos por teléfono y formar una red de apoyo y acompañamiento, aconseja Ana Laura.
LOS ADULTOS JÓVENES
Pensemos también, por ejemplo, en alguien que vivía solo, pero estaba acostumbrado a ir al trabajo, ver gente, platicar, salir con amigos, que disfrutaba el tiempo solo en casa porque el resto del día estaba en contacto con otras personas y de repente se acaba todo ese contacto, solo se comunica por correos electrónicos o mensajes para ponerse al tanto de lo que hay en el trabajo.
En adultos jóvenes también empieza a verse el aislamiento, ya no solo este distanciamiento social prudente para prevenir el coronavirus, sino también el emocional, que puede desencadenar en tristeza y llegar a convertirse en depresión, añade.
Manifiesta que es importante que, aun tomando todas las medidas de seguridad, se busquen maneras de tener contacto de calidad con las personas, aunque sea en línea y tener una red de apoyo importante, porque la depresión conlleva riesgos muy fuertes.
En el caso de los adultos y adultos mayores sería de mucho cuidado, porque si es muy severa puede llevar al suicidio, que en este año de pandemia desafortunadamente va hacia arriba y en adición a este, se ha acrecentado el consumo de sustancias adictivas y de alcohol como maneras de escapar de esta realidad complicada.
PROBLEMAS EN JÓVENES UNVERSITARIOS
A los jóvenes se les tacha de imprudentes porque a veces hacen fiestas, pero también la pasan bastante mal. La entrevistada refiere que, por ejemplo, sus estudiantes dicen que parte de la universidad no solo era el contenido de la clase, sino el tiempo en el que caminaban de un salón a otro, cuando platicaban con sus compañeros y había una interacción que, tanto apoya en la cuestión de aprendizaje, como en la emocional.
Hoy los universitarios tienen una sensación de no aprender igual que en clases presenciales, hay apatía y eso lo ha notado conforme avanza esto ya que, en la primera parte del encierro, de marzo a mayo, a cada rato preguntaban: “¿ya vamos a regresar?” y había esa emoción por terminar el semestre presencial… y empezamos otro… y empezamos otro...
Ahora ya ni preguntan, creen que van a acabar su carrera en línea o incluso hay quienes piensan en suspenderla temporalmente, porque el aprendizaje no es el mismo, especialmente en carreras prácticas. Entre ellos crecen también mucho los problemas de ansiedad, depresión, irritabilidad, aislamiento y todo eso repercute en su desempeño escolar, comenta.
CÓMO AFRONTAR LA SITUACIÓN
La especialista nos da varias recomendaciones para poder minimizar todos esos daños causados por la pandemia, que desafortunadamente no sabemos aún cuanto tiempo más va a durar:
- Ser realistas en la autoexigencia. Eso de que “si no leíste un libro, si no aprendiste algo nuevo, entonces no aprovechaste el tiempo” no es verdad. Debemos ser objetivos con lo que nos exigimos
- Poner límites en nuestros tiempos. Trabajar en casa no significa un horario de 9 a 9, hay que tener los mismos tiempos que antes con espacios de descanso, hacer cortes para desconectarnos, darnos nuestra hora de comida, si hay niños en casa, sincronizar esos descansos con su recreo para jugar juntos.
- Tratar de tener contacto de calidad con otras personas, la meditación ayuda mucho para poder tener esa tranquilidad.
- Cuidar mucho la información que recibimos. Es importante estar informado, saber hacia dónde vamos, pero escoger bien la fuente que usamos para recibir esa información y que sea solo lo necesario. Limitar la información que necesitamos y dispersarnos en otras cosas también.
CÓMO DARNOS CUENTA DE PROBLEMAS EN NIÑOS
- Cambios en su alimentación: que coman más o menos.
- Cambios en su sueño, que les cueste trabajo dormir, que tengan pesadillas recurrentes.
- Irritabilidad: que estén muy berrinchudos, enojados todo el tiempo o que ya no quieran jugar.
- Cambios en el juego: que estén desmotivados, que ya no quieran nada, que su juguete favorito les es indiferente.
- Cualquier cambio en la conducta habitual del pequeño sería un foco rojo.