Sé perfectamente que cuando llegas a casa en silencio, el día no estuvo del todo bien, y es que justo ese silencio es el reflejo más puro del escándalo de ideas, preguntas y preocupaciones en tu mente que no te dejan conectarte con la realidad: estás en casa, conmigo y es hora de desconectarse del mundo y todo aquello que con tan solo pensarlas en una noche no podrán resolverse.
Sé también que no es momento de preguntas, tampoco de charlas forzadas que incrementen las tensiones, sé que te tumbarás en el sofá y yo no haré nada más que colocar un beso en tu frente, cerrarás los ojos y entonces me harás un espacio para recostarte en mis piernas mientras yo te acaricio, al tiempo que te relajas y duermes una siesta, y transcurridos unos minutos, darás tu mejor esfuerzo por regalarme una sonrisa, señal de que comienzas a alejarte del caos de la cotidianeidad.
Después, de forma inesperada e intempestiva, sale a flote tu instinto, me sorprendes con un beso desesperado, y en un par de segundos, estás sobre mí, deshaciéndote de mi ropa de forma violenta, casi desesperada, aprietas fuertemente tu cuerpo contra el mío, percibo que cada parte de ti se encuentra a la expectativa del deseo… lo que aviva el mío que ha esperado todo el día para tenerte en casa, conmigo.
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Muerdes mis labios, aprietas mis caderas con tus manos y yo no hago más que pedir que la espera sea corta para el momento esperado, ese en donde los papeles se invierten, comienzo acariciando tu espalda desnuda, seduciendo y aquietando tus ansiedades, beso dulcemente tu cuello, pero sin mayor explicación, mis caricias se transforman y rasguño tu espalda, sabes que es la expresión no verbal para decirte que me has doblegado a tus caricias.
Y justo cuando parece que tus demonios se han aquietado, atraes a los míos, suficientemente fuertes como para darme la energía de saltar del sofá y colocarme justo sobre ti, e inevitablemente sale a flote la sed de dominio y control sobre ti, sobre nosotros y la forma en la que saciamos nuestros deseos, hasta que éstos nos vencen, temblamos y me tomas entre tus brazos, mientras recuperamos el aliento y te susurro al oído lo mucho que te extrañé durante el día.
“Ya estoy aquí…” dices mientras acaricias mi espalda y yo coloco mi cabeza en tu hombro, entonces tengo la certeza de que el caos se ha alejado por un momento de nosotros y es un momento sólo para ti y para mí, con el pensamiento desnudo, mostrando la parte más pura y real de cada uno y entonces vale la pena la espera y el tiempo que te pienso por cada uno de estos instantes.
- Médico Psiquiatra, Sexólogo y Psiquiatra Forense.
- Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología.
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