MADRID, España.- Aquél cura de Puebla era además de un grancharlista un estuche de sabiduría y un, decía él, “pecadorcomún y corriente”. Había estudiado en la Orden de NuestraSeñora del Monte Carmelo, de muy joven le dio incluso por serermitaño y después fue descubriendo las bondades de vivir encomunidad, durante un tiempo estuvo en España y por razones de suinteligencia y dominio del inglés el padre Elías había ido aparar a Escocia.
Zalacaín le conoció cuando ya estaba entrado en años y teníala costumbre, después de la misa de 12 los sábados, de organizaruna tertulia animada por la comida y la bebida. En ese escenario elpadre Elías se desbordaba de bromas y ocurrencias.
Alguna vez uno de los comensales llevó unas botellas dechampagne para celebrarle su cumpleaños, el cura no se mostró muycontento con la idea pese a la explicación sobre las cualidades dela bebida y además su alta clasificación “Millesimé”, y portanto se negó a consumirla bajo una premisa: “esa bebida meparece que tiene muy poco espíritu cristiano”, con lo cual lasrisas reventaron en la reunión y todo mundo alzaba su copa parabrindar por el padre Elías.
El del champagne le recriminó el desprecio de la bebida conotro refrán: “Los bueyes del mismo barro, jalan mucho másparejo”, con lo cual se daba inicio a la peculiar guerra derefranes con el cura donde siempre salía ganando; se trataba de unejercicio de inteligencia donde Elías aportaba enseñanzas de unaforma diferente a la tradición formal de charlas de los sacerdotesde esa época. Y para muestra un botón, luego del refrán delbarro el cura dijo: “Aunque todos somos del mismo barro, no es lomismo bacín que jarro”.
Alguna vez alguien le recriminó por su afición al whisky,adquirida por su paso en Escocia, y cuya tradición se habíallevado hasta tierras mexicanas.
En aquellas épocas las bebidas comunes de la gente de laiglesia estaban más cercanas al consumo de los brandis, al fin yal cabo, la influencia española seguía teniendo presencia en laAngelópolis, por eso los gustos del padre Elías eran vistosextraños, raros e incluso poco cristianos, pues los escoceses nousaban la uva como base de sus licores, sino la malta y en aspectosreligiosos jamás se menciona en la Biblia la bebida escocesa.
El padre Elías fue un visionario, se adelantó unas 4 décadasa las tendencias mundiales de consumo de bebidas alcohólicas y sudesprecio por el brandy se convirtió en un tiempo en la manera deseleccionar a sus amigos.
Zalacaín había leído un reporte donde se concentraban losdatos de consumo de whisky en España. El brandy había sidodesplazado de 90 millones de botellas en el inicio de la década delos 90, hasta 20 millones hace un lustro. Los franceses tambiénprivilegian el whisky, el país está en primer lugar de consumocon 2.5 litros por persona al año; le sigue Uruguay con 1.77,Estados Unidos, la India, Irlanda y España, México apenas consume0.27 litros por persona al año.
Estos recuerdos le fueron saltando a Zalacaín al escuchar alotro lado de la barra al camarero recordar una fecha para éldesconocida. El “Día Internacional del Whisky” se celebradesde hace unas cinco décadas cada tercer sábado de mayo, a lafestividad se han venido sumando unos 50 países y más de 200ciudades y en algunos bares se hacen presentaciones especiales, los“Pure Malt” y los “blended”, o donde interviene comoingrediente en algún coctel; las promociones estaban acompañadaspor frases de famosos bebedores.
- “Nunca debí haber cambiado el whisky por Martinis”,habría dicho Humphrey Bogart antes de morir.
- Ernest Hemingway escribió alguna vez: “¿Qué puede calentarel alma fría y húmeda más que el whisky?”.
- Frank Sinatra solía decir al recibir el primer trago dewhisky: “Esta es la bebida de los caballeros”.
Al padre Elías le gustaban dos marcas, una de uso común erafácilmente conseguida por los vinateros de la 4 Poniente, cerca dela iglesia de Belén, se trataba del blended “White Horse”, unlicor bastante aceptable en aquellas épocas cuando los maltas nose habían conocido del todo.
Y el otro era su emblema personal, el llamado “whisky delmonje”, el “Ye Monks” envasado en una garrafa de cerámicocon un tapón de corcho externo y el lacre como señal deautenticidad.
Las botellas vacías eran muy solicitadas para envasar cualquierotra cosa. “El Monje”, como solía decirle el padre Elías,había sido envasado así desde 1893 en Edimburgo como un homenajea los monjes autores del descubrimiento del whisky, pero además lafigura aparecida en la caja del producto era de un monje, vestidode hábito color marrón carmelita, y el rostro muy parecido aElías.
La última vez de convivencia con él, se encontraba con unasalud muy deteriorada y había levantado un pequeño vaso de losusados para veladora, y luego de servirse un chorrito de Ye Monkslevantó el vaso y le dijo al aventurero “lo que el whisky nocura, no tiene cura…”. ¡Salud padre Elías!
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