Al pensar en uvas, la mayoría de nosotros evoca la imagen de las uvas de mesa que encontramos en el mercado y que adornan nuestras mesas en ocasiones especiales, como el tradicional brindis de Año Nuevo. Sin embargo, estas uvas comunes difieren significativamente de las uvas viniferas, que son las verdaderas protagonistas en la elaboración del vino.
Conocida científicamente como Vitis vinifera, esta variedad de uva está especialmente adaptada para la vinificación, un arte que requiere características únicas tanto en el fruto como en el entorno donde se cultiva.
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La uva de mesa no es adecuada para vino
Existen dos razones principales por las cuales la uva de mesa no es adecuada para la producción de vino. En primer lugar, no alcanza los niveles de azúcar necesarios para generar el alcohol suficiente que permite conservar el vino. En segundo lugar, las uvas de mesa no cumplen con las características físicas requeridas en la vinificación: las uvas viníferas son más pequeñas, tienen una piel más gruesa, poca pulpa y siempre contienen semillas, lo que las hace ideales para extraer los compuestos esenciales en el proceso de elaboración del vino.
Dentro de las uvas viníferas, algunas variedades, conocidas como tintoreras, poseen pulpa coloreada, lo que resulta crucial para el color y la protección del vino. Las uvas viníferas son generalmente más esféricas y sus racimos más compactos en comparación con las uvas de mesa. Mientras que un racimo de uva vinífera mide entre 12 y 13 centímetros, un racimo de uva de mesa puede alcanzar hasta 40 centímetros. Además, el jugo de la uva de mesa no tiene la concentración de azúcar ni las notas aromáticas necesarias para producir un vino de calidad.
Sin embargo, existen variedades de doble propósito, como la Moscatel de Alejandría, que puede servir tanto como uva de mesa como para vinificación, gracias a su tamaño, grosor de piel y perfil aromático.
Tipos de uvas viníferas poblanas
En el estado, destacan dos uvas viníferas: el Pinot Noir y el Chardonnay. El Pinot Noir ha encontrado en Puebla una de sus expresiones más destacadas en México, representando más del 60% de la superficie plantada en el estado. El Chardonnay, por su parte, presenta una expresión totalmente distinta, por lo que se considera que tiene un perfil más europeo que americano, debido al clima único de la región.
La Vitis vinifera es una planta que requiere un número específico de horas de frío y condiciones climáticas particulares para desarrollarse adecuadamente. No es lo mismo cultivar cepas más conocidas, como Merlot o Cabernet Sauvignon, que cultivar variedades más exigentes como Pinot Noir, Chardonnay, Gamay o Syrah. Esta última es una uva mucho más adaptable en comparación con otras cepas, a diferencia del Pinot Noir y el Chardonnay, que requieren climas mucho más específicos para expresar plenamente su tipicidad. Estas condiciones permiten que estas variedades desarrollen las características únicas que, por su genética, historia y tradición, las distinguen y diferencian de otras uvas.
Mientras que el Chardonnay se cultiva en distintas parte del mundo, el Pinot Noir es más exigente, requiriendo inviernos fríos, primaveras y veranos templados, y un proceso de maduración prolongado sin cambios bruscos de temperatura, suelos ricos, pendientes, además de una aireación adecuada. Puebla ofrece las condiciones perfectas para esta cepa, comparable a regiones icónicas como Borgoña, Oregón y Nueva Zelanda.
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La capacidad de Puebla para cultivar uvas viníferas de alta calidad demuestra que esta región tiene el potencial de convertirse en un referente internacional en la producción de estas cepas. Con su clima único y condiciones geográficas favorables, Puebla no solo está privilegiada para destacar en el panorama vitivinícola de México, sino que también tiene el potencial de ser reconocida a nivel mundial. Este es un claro ejemplo de cómo el terroir de una región puede influir en la calidad y la personalidad de un vino, convirtiéndolo en una verdadera expresión de su lugar de origen.
