Para saber cómo reaccionar ante cada situación es necesaria la inteligencia emocional. Esta se refiere a conocer y saber manejar nuestras emociones y sentimientos, reconocerlos tanto en nosotros mismos como en los demás. De esta manera obtendremos la habilidad para gestionar nuestras relaciones sociales.
De acuerdo con Jaqueline Machado Garduño, especialista en sexualidad y desarrollo de consciencia, tenemos diferentes tipos de inteligencias en nuestro ser como humanos. La inteligencia racional, que es la capacidad de pensar de forma lógica; el cuerpo físico, que posee una inteligencia instintiva y que nos previene por medio de sensaciones, de peligros o de placeres, y la inteligencia emocional, asociada al sentimiento, que a su vez se conecta con un pensamiento y una reacción física corporal.
“La inteligencia emocional es la capacidad de responder de forma asertiva y equilibrada, sin exagerar las respuestas hacia estímulos externos. Y en la actualidad no sabemos accionar de forma inteligente ante estos estímulos”, expone la especialista.
Refiere que, al experimentar una situación de pareja, de amistad e incluso familiar, en la cual nos sentimos provocados ante una discusión o una diferencia de opinión, de pronto respondemos a esa situación basados en experiencias similares de un pasado que nos causó molestia, ansiedad, agresión o incluso tristeza.
Es decir, nos defendemos ante un evento presente con una reacción de la experiencia pasada. Cuando esto sucede nuestra respuesta es reactiva y no asertiva, por lo tanto, surgen alteraciones y la inteligencia emocional queda anulada.
Explica que, cuando no identificamos claramente lo que sentimos, tendemos a tomar malas decisiones, luego surge la culpa o el arrepentimiento y caemos en círculos viciosos al tratar de corregir una situación, para generar entonces más frustración, que muchas veces se acompaña de enojo y ansiedad.
Así es que, lo primero que se recomienda es identificar y conocer tus emociones para que no queden cruzadas, asegura. Por ejemplo, cuando te sientes enojado, en lugar de reconocer el enojo como tal lo sustituyes por tristeza, o cuando te sientes triste lo sustituyes por alegría, es decir, cuando me enojo lloro o cuando en realidad estoy triste me vuelvo exageradamente feliz. Lo malo es que, después de continuar así durante mucho tiempo, pierdes el contacto con tu interior y te cuesta trabajo saber realmente qué es lo que sientes.
Cuando identificas el enojo como enojo y la envidia como envidia, lo primero que tienes que hacer es no rechazar estas emociones, así podrás abrazarlas y te permitirás sentir esa emoción, aunque sea negativa.
“Me permito el enojo, pero no me quedo prolongadamente en este, al punto de transformarlo en resentimiento. Identifico de dónde surgió y quién o qué me lo provocó; cuando encuentro el origen puedo elegir liberarme de él y transformarlo en conciencia, entonces me vuelvo responsable de mi emoción y de la liberación de esta, desde mi interior”, subraya.
Uno de los aspectos claves de la inteligencia emocional es ubicar el contexto en el que te encuentras, aparte de lo anteriormente mencionado. Esto te permitirá responder a la situación en forma mucho más equilibrada, es decir, cuando tus acciones están en armonía con lo que sientes y con lo que piensas.
Cuando esto es así, el juicio, la crítica, la justificación, la clasificación y la imposición de tu razón hacia los demás quedan anulados, porque tu enfoque está en un equilibrio de ganar-ganar, te mueves desde el paradigma del mayor bien para todos los implicados, de acuerdo y conforme con cada situación.
“La inteligencia emocional te permite ser consciente de tu instante presente y con ello no te polarizas, caminas en balance y equilibrio, aceptas que te equivocas cuando te equivocas y corriges, al igual que marcas límites sin agresión cuando es necesario, pues sabes que el poder de tu sentir está dentro de ti”, concluye.
- La inteligencia emocional es la capacidad de responder de forma asertiva y equilibrada, sin exagerar las respuestas hacia estímulos externos