Un 11 de mayo de 2019 vino a mi cabeza que era una fecha con una carga emotiva fuerte, hacía 7 años que la historia de nosotros había comenzado, tal vez no de la forma más romántica y emotiva posible, pero sencillamente por alguna razón había reconocido en ti, a mi compañero de vida.
Nuestra historia no habría sido nada sencilla, pero como te lo decía cada vez que había algún obstáculo en el camino “por alguna razón estás y estoy y eso es lo importante”, porque al final del día, tenía la certeza de contar con algo más que un amor platónico, que quizás con el tiempo tienden a desgastarse o sentirse monótonos.
No éramos de los que celebran aniversarios, pero en esta ocasión decidimos tomarnos unos días en la playa, como un medio de conmemoración de esto que vivíamos en el día a día. Así mientras contemplábamos el atardecer en la bahía, de pronto me dejaste muda con una de esas preguntas existenciales para las que siempre quisieras estar lista “¿Qué es la vida?” me acerqué a ti, abrazándote por detrás y susurré mirando hacia el horizonte “Esto” y besé tu hombro en señal de que el silencio y la inmensidad definían el breve instante denominado vida, y replicaste “Así me imagino en unos años, solo yo, en medio de la nada”.
Entonces mi cuerpo de forma inconsciente se separó del tuyo y sin darme cuenta, estaba a la orilla del mar mirándote y leyendo y releyendo en mi mente tu idea de soledad, y es que no era la primera vez que fastidiado del mundo, hacías especial énfasis en la visualización de una vida solitaria con el pasar de los años.
Por un lado, y desde mi punto como compañera de vida, aceptaba que, si la soledad te hacía feliz, no habría razón por la cual oponerme, pero invariablemente, quizás la parte más profunda de mi ser, no podía evitar el sentimiento de tristeza ante dicha posibilidad.
Una ola fuerte y tu voz a lo lejos diciendo “¿No vas a venir?” cortó mis pensamientos y me devolvió al mundo, referí que prefería mirar desde el sitio donde estaba, al lado de mi dilema de respetar tu postura, por mucho que ésta pudiera doler.
Porque ello también reflejaba mi amor hacia ti, ese amor incondicional, que era más fuerte que yo y que hasta ese momento se hacía más evidente que nunca, lo que me permitió observar en ti ese fuerte deseo de ser tú mismo en medio de la nada, ese ser libre con felicidad incontenible de descubrirse en un mundo donde podía ser algo más que lo que el resto opinara, y te redescubrí, volviéndome a enamorar de tu forma más natural y desinhibida, aunque de ello fuera solo la espectadora.
CONTACTO:
Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca
Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta
Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología