Madrid.- Todas las mañana el aventurero pasaba frente a sus puertas. A veces le tocaba ver entrar al personal, conocía a uno de ellos con el sobrenombre de “El Pato”, un alegre chico dedicado a la hostelería y quien frecuentaba los mismos bares donde Zalacaín acostumbraba tomar el aperitivo en el barrio de Las Letras.
La esquina de la Calle del Prado y la Calle León era un paso obligado para el aventurero, pero nunca se había animado a entrar al local donde había una mesa y sillones en la entrada, una puerta cerraba el paso al interior y el sitio estaba siempre, como se dice en México, “a reventar”, lleno de jóvenes.
Dos mesas con sillas periqueras, empotradas en el vano de las ventanas permitían a las parejas o comensales solitarios sentarse y ver pasar a la gente en la Calle del Prado.
Un buen día Zalacaín entró a “Lamucca”, un establecimiento fundado en 2008 por Alex y Ofelia Marín, cuenta ya con seis sucursales, todas con éxito. La curiosidad venció al aventurero y se animó a despejar sus dudas.
De entrada, le ofrecieron un tequila blanco, eso ya era un avance, la mayoría de los restaurantes y bares en España privilegia el tequila reposado, no el blanco.
La primera sorpresa apareció frente a él. Una calavera de cristal, llena de hielo frapé con algunos jarabes para darle color al hielo, dentro un caballito con el tequila y a un lado una rama de canela encendida.
La explicación del camarero no dejó muy satisfecho a Zalacaín ni a sus amigos periodistas con quienes departía aquella noche al final de un acto en la embajada de México. Ciertamente las “calaveras” han estado ligadas a la cultura mesoamericana, la canela no tanto, pero la composición es vistosa, aceptable, muy aceptables a juzgar por los tequilas consumidos esa noche.
Después llegaría la comida. La segunda sorpresa fue encontrar una ensalada de “burrata” con brotes tiernos, tomates y aceitunas Kalamata, un plato muy basto para dos o tres personas, la burrata verdaderamente exquisita, bien lograda esta prima hermana de la Mozzarela cuyo nombre es derivado de mantequilla en italiano, “burro”.
La amiga periodista, clienta habitual de Lamucca sugirió pedir una de las pizzas; simplemente en la carta se leía “La Boletus, con esencia de trufa” y a un lado una cruz roja.
El camarero explicó, los platillos con una cruz roja a continuación del nombre son los llamados platillos solidarios, de cada uno de ellos una parte del precio de venta se destina a una fundación altruista, en este caso “Somos Nupa”, dedicada a ayudar a niños y adultos con padecimientos de fallo intestinal permanente, nutrición parenteral, trasplante intestinal o trasplante multivisceral.
Y llegaron las pizzas. El pan de primera, suave pero firme, del tamaño original de las pizzas napolitanas, el olor era inconfundible, la trufa negra sobresalía, la textura de las setas, boletus, armaban un todo sin igual, verdaderamente una grata sorpresa, precios adecuados, servicio rápido, gastronomía fina y lo más importante, Zalacaín había descubierto nuevos platos para adentrarse en la aventura.
Ese día Zalacaín había leído sobre la venta del revólver de 7 milímetros con el cual, supuestamente, se había quitado la vida Vincent van Gogh, a quien muchos consideran el mártir del amor y quien alguna vez dijera a propósito de las aventuras: “Yo no soy un aventurero por elección, sino por el destino”. Buen descubrimiento Lamucca.
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