¿Quién en su infancia no comió, por no decir devoró, la sopade fideos?
La pregunta fue soltada en la mesa luego de haber tomado nota elmesero del restaurante de una “sopita de fideos” para el niño.Efectivamente, a los niños les encanta esa sopa, es la forma máscomún y sabrosa de llevar a la boca la pasta troceada, jugosa ymelosa.
Al margen de la historia de los fideos, 4 mil años antes deCristo en la zona del Río Amarillo, en China, la participación deMarco Polo constituye en sí misma una lección de la historia dela gastronomía.
Pero ese medio día el aventurero no habló de la historia delos alimentos puestos en la mesa, se refirió, nostálgicamente aesos momentos de cuando en su casa, su madre le preparaba la“sopa de fideos”. Ponía especial cuidado en el jitomate, ensazonarlo muy bien para restarle la acidez, a veces al freírlo loprobaba y si estaba muy ácido le agregaba una pizca de azúcarmorena, con ello hacía bajar la acidez del jitomate frito, la basepara recibir a los fideos y el caldo, si era de gallina, mejor,pues la sopa tenía más consistencia.
Los fideos troceados se sumergían en aceite caliente para darleun punto de dorado, luego se sacaban y escurrían muy bien,mientras el recaudo se freía. A veces, la abuela le agregaba unashebras de azafrán y entonces el aroma y el color eran unespectáculo al paladar y a la vista.
De pequeño había recibido un regalo de su madrina, quiendespués sería su gran maestra en el tema de los vinos, lagastronomía y sobre todo los viajes a Europa, con ella descubriósu afición a la buena vida.
Pues bien, relató el aventurero a sus compadres, aquellamadrina, era muy viajada, casada con un diplomático, tenía accesoa recibir cuanta mercancía le viniera en gana. Y un buen día, lamadrina consiguió un plato sopero inglés, la porcelana estabamontada en un aro de plata con un doble fondo y una perilla amanera de tapón en un lado.
El accesorio había sido adquirido en una tienda deantigüedades y se convirtió en un excelente regalo de cumpleañospara el niño Zalacaín. En el fondo tenía una escena de jinetesde caballos. Por el lado tapón se agregaba agua caliente y secerraba, de esa forma la sopa servida encima se mantenía por muchotiempo bien caliente.
Aquél plato acompañó al infante por muchos años, lo mismoservía para el caldo de pollo, las sopas de papa, codito, moñito,fideos, letras, etcétera. Pero el mejor recuerdo era con la defideos, acompañada a veces con rebanadas de plátano fresco, otrascon caldo de frijoles.
Con los años la sopa de fideos se convirtió en uno de losalimentos más repetidos en la semana, lo mismo se hacía aguada oseca, a la aguada además del plátano o los frijoles también sele añadían rajas de chile en vinagre o chipotles también envinagre, sobre todo los dulces elaborados por la abuela, quienacostumbraba además de lavarlos y remojarlos en agua con sal,ponerles un toque de panela para ayudar a reducir el picor.
Los fideos secos se adornaban con rebanadas de aguacate,chipotles en vinagre y queso añejo.
En la mesa empezaron a aparecer los platillos ordenados, alahijado le llego su sopa de fideos y el niño puso cara de gusto,mostró un rápido deseo por probarla, por llevarla a la boca. Eseencanto de la sopa de fideos no es fácil encontrarlo en otras, talvez sea, la relación de la comida con el amor materno, con elcuidado por darle de comer al bebé, algo, en el inconscientevuelve a la boca cada vez cuando la cuchara lleva los fideoscaldosos, melosos, sabrosos, ricos, resbaladizos y suculentos alpaladar… elrincondezalacain@gmail.com