Hola queridos lectores, gracias por recibirme en la calidez de sus hogares; como cada domingo, siempre estoy en busca de historias que les hagan vivir la nostalgia, los recuerdos, las vivencias, pero ahora detenidas en un pedazo de papel fotográfico.
En esta entrega les voy a narrar la historia de dos familias, a las que el tiempo y las circunstancias unieron para vivir y convivir por casi un siglo, el siglo XX.
Corría el año de 1914, en esta ciudad se vivían todavía los estragos de la revolución, el mercado La Victoria cumple un año de haber abierto sus puertas, se aprueba el presupuesto para instalar el primer colector de drenaje subterráneo, se estrena el alumbrado público con energía eléctrica y en una agrupación de civiles que se reúnen en la iglesia del sagrado Corazón de Jesús dos familias se conocen, la señora Micaela Olmos Leal y su esposo, don Ángel Fernández Valladolid, y la familia de don Rafael fuentes Aguilar y su esposa, quienes ya cuentan con 6 de los 10 hijos que integrarían su familia.
Se conocen y con las frecuentes platicas dentro de la agrupación religiosa, la señora Micaela se entera de los deseos de don Rafael de establecer un estudio propio de fotografía, pues su actividad la realiza en sociedad con otros amigos, pero sus limitantes económicas se lo impiden; es así como la señora Micaela se dedica a la tarea de buscar los medios para que su amigo Rafael pueda establecerse.
Entonces a través de la agrupación de altruistas del salesiano Don Bosco y con el apoyo de la Srta. María Luisa Pavón Gonzales contactan al dueño de un inmueble en la Calle 5 de Mayo 3, un señor de apellido Henaine (¿te suena familiar el apellido?, pues es tío paterno del popular comediante Gaspar Henaine) y consiguen le rente al señor Rafael toda la parte alta de este inmueble, quien lo adapta como estudio fotográfico y vivienda para su numerosa familia, fundando el estudio fotográfico más popular del centro histórico: Foto Azul.
Ahora nos trasladamos al año de 1921, cuando don Rafael comienza a hacer historia en las familias poblanas; su estudio es símbolo de visitas obligadas para toda clase de fotografías familiares, las clásicas de novios, de familias completas, las tomas para fotos de bolsillo de las novias, los galanes de época, niños con su obligada vestimenta de marineritos, las reglamentarias de la primera comunión, en diciembre las tradicionales de niños juandieguitos y las niñas de lupitas.
Nos adentramos en la década de los cincuentas, ahora la vida de las familias cambió, se termina la época de las mujeres como esposas abnegadas para dar paso a las profesionistas, ahora dejan de retratarse las damas rodeadas de niños, ahora piden juegos de fotos en ovalo, para sus certificados, diplomas y lo más apreciado por las nuevas profesionistas, las fotos para su título profesional, sin faltar una nueva clase de fotografías que exigen las autoridades, una novedad muy extraña, las fotos de filiación, tomadas a centímetros del rostro, para ser adheridas y selladas en el documento que marcó la nueva Puebla, la de las nuevas generaciones, la cédula profesional, un pedazo de papel que marca la nueva clase social poblana, la de las doctoras, licenciadas, profesoras, ingenieras, entre otras.
¿Y dónde más quedarían registradas estas escenas?, pues en los miles de negativos que fueron encontrados empolvándose en el baúl de los recuerdos del abuelo Rafael, tesoro encontrado por su nieto Mario Luis Fuentes Alcalá, quien en una acción totalmente altruista la entrega en donación a la fundación Espinoza Rugarcía para que se restauren, conserven y se publiquen para deleite de los descendientes de todas esas miles de familias que quedaron congeladas en el tiempo en estos más de treinta y siete mil negativos, ahora ya conservados por esta institución que, en un excelentísimo trabajo, comparte una pequeña parte de este tesoro en una bella exposición en su casa sede, en la avenida 15 oriente número 12 frente al jardín del Carmen, exposición que permanecerá abierta hasta el mes de enero del 2020.
Querido lector, no te pierdas de la oportunidad de visitar esta bella exposición montada de una manera muy ingeniosa y divertida que estará abierta hasta enero, pero no te confíes, el tiempo vuela y cuando menos te des cuenta te la habrás perdido.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, nos leemos la próxima semana.
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