La semana pasada entendimos que perdonar es posible y, para hacerlo, tenemos que aceptar nuestro resentimiento y vivir todas las etapas que nos llevan a liberarnos.
Para salir de esta postura de víctima es necesario confrontarnos decididamente a nosotros mismos, de manera que cada vez que nos oigamos quejándonos de lo que nos pasa, nos pregonamos ¿por qué sigo soportando esto?, ¿por qué sigo en esta relación de pareja donde sufro tanto?, ¿por qué no renuncio a este empleo y busco uno que me satisfaga?, ¿por qué sigo permitiendo tal o cual abuso o maltrato?
Respóndete honestamente, y tal vez encuentres respuestas como: “sigo en esta relación porque no puedo mantenerme sola, o porque tengo miedo de vivir solo, o por cuidar una imagen social,” Soporto este abuso porque no soy capaz de poner límites, o porque no quiero perder la futura herencia, o para que digan que soy muy buena o bueno, o por simple flojera o comodidad”.
Entonces te darás cuenta de que simplemente estás pagando un precio a cambio de lo que esa situación te proporciona, o dicho de otra manera, estás soportando eso porque encuentras ganancias convenientes para ti. Y siendo así, ¿por qué te quejas? La verdad es que tampoco somos ningunos inocentes: herimos al otro, y de muchas formas nos cobramos las “facturas” que nos debe. Créeme, mientras no dejemos de sentirnos víctimas no podemos perdonar y vivir en paz.
Al dejar la etapa de víctima sin duda tendremos que entrar en contacto con uno de los sentimientos más inaceptables socialmente: la ira. Es tan difícil reconocer “¡tengo mucho rencor hacia mi hijo, madre, padre, pareja, hermano,”! Pero si somos tan valientes para aceptarlo, podremos trabajar con nuestra ira para liberarla, haciendo cosas como escribir cartas dirigida a la persona con la cual estamos resentidos, y que por supuesto no la vamos a entregar.
En esa misiva le permitiremos a esa parte nuestra tan dolida y resentida desahogarse, expresar todos sus reclamos, todo su dolor, toda su ira, y después de horas, días, semanas o meses, cuando estemos listos para hacerlo, quemaremos esas cartas dejando ir esos sentimientos que tanto estorban la felicidad. También es muy útil buscar ayuda profesional para liberarnos de la ira y todos los sentimientos insanos involucrados en esta vivencia.
Esto funciona, después de algún tiempo comenzaremos a ver la luz, notaremos que aquellos sentimientos tan intensos y abrumadores se han diluido, o por lo menos han bajado de intensidad. Entonces estaremos listos para rescatar todo lo bueno que esa experiencia nos dejó, para reconocer cómo gracias a ella nos fortalecimos, aprendimos, maduramos, crecimos.
Ese incidente sucedió, lo viviste de la mejor manera que pudiste, te causó dolor, pero tú tienes la alternativa de utilizar esa experiencia para aprender y crecer o para llenarte de amargura y rencor, la decisión es tuya. Y quien elige la primera opción puede comprender las palabras de Víctor Frankl cuando expresó: “Sólo existe el perdón cuando te das cuenta de que en realidad no tienes nada que perdonar”. Todo es parte de un gran aprendizaje.
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