Hoy tengo 19 años y hace 3 meses fui diagnosticada con VIH, y, aunque para muchos, esta sería el inicio del fin, para mí, esta etapa de mi corta vida es el inicio de mi libertad, por muy corta o larga que esta sea.
Hace 5 años, a mis 14 años para ser exactos, salí de mi casa, en donde vivía con mi padre y hermanos en la Sierra Negra de Puebla, ya que mi madre había muerto desde que tenía 5 años, prácticamente huyendo de los malos tratos y abusos de mi familia.
Con la ayuda de una de mis tías, que hacía tiempo se empleaba como trabajadora doméstica en la capital del estado, pude conseguir un empleo en una casa de los conocidos de la familia que la empleaba; el trato no era bueno, pero tenía que trabajar para vivir y quizás algún día poder estudiar como algún día lo pensé.
Mis labores incluían el cuidado del niño de 2 años de la familia, a quien, regularmente llevaba al parque por las tardes, y fue ahí que conocí a Flavio, joven, carismático y atractivo, me miraba hasta que se acercó y después de mucha insistencia ante mis rechazos y evasiones logró en 3 meses convencerme de sus intenciones de hacerme su esposa y llevarme a vivir a Tlaxcala, con su madre y hermanas.
El trato en un principio fue de ensueño, nunca en mi vida podría haberme imaginado que alguien pudiera amarme, protegerme y cuidarme, pensé que todo era real, hasta que un mes después de llegar a vivir su casa, supe que mi esposo, era un padrote que pronto me obligó a prostituirme, junto con sus "hermanas" quienes en realidad eran personas como yo, que engañadas, estaban amenazadas de muerte si nos negábamos o hablábamos con la policía.
Mi vida entonces dependía de ingresar al menos 3 mil pesos diarios, lo que implicaba acostarme con al menos 20 personas en un día, quienes pagaban 100 pesos por el cuarto del motel de paso a donde los llevábamos y 20 pesos por un condón, el resto dependía del tipo de prácticas sexuales que solicitaran, lo que en muchas ocasiones implicaba que fuéramos severamente lastimadas y más que nada, humilladas.
Pero Flavio se encargaba de reiterarme que no teníamos a dónde ir, nadie ya nos querría. Un día, hubo un operativo donde nos detuvieron, a todas las dejaron ir menos a mí, me costó mucho trabajo hablar, pero lo hice, y Flavio, quien en realidad era Arturo, fue detenido y encarcelado; a mí me llevaron a un albergue en donde me enteré de que tenía Sida, inicialmente pensé en que hubiera sido mejor morir, pero luego en ese lugar, me di cuenta de lo afortunada que fui al ser rescatada y tener una nueva oportunidad de vivir y sobre todo de ser feliz, por muy breve que mi paso por este mundo pueda ser.
CONTACTO:
Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca
Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta
Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología