En el amor sagrado, cuando los amantes son capaces de recibir y transmitir las altas frecuencias de la unión, todos los sistemas hormonales del cuerpo se ponen en acción, produciendo secreciones que elevan las frecuencias de la pareja, permiten la fusión de corazones y, en última instancia, atraen niños o almas poderosas que vibran en esa misma frecuencia que se emite.
Nuestra situación actual, es que casi todos los trabajadores de la consciencia tenemos genes estelares (e incluso formamos parte de esa biblioteca genética viviente de la Federación Galáctica de Luz, que era el Neandertal, un ser arborícola y telépata, que hoy se acepta que convivió incluso con el Sapiens).
Anotar que, más allá de las Pléyades, hay quien considera a Enlil como el representante de los lyranos* (no querían que el ser humano conociera la dualidad del bien y el mal) y a Enki de los sirianos* (que consideraban que, sin la dualidad, los humanos nunca progresarían espiritualmente).
Y ciertamente algunos de estos genes (que se introdujeron lateralmente en el genoma del Neandertal) fueron bloqueados o desconectados a propósito y no funcionan, porque lo que trataban de crear era un ser humano obediente, dócil y devoto de sus nuevos dioses, un buen trabajador para las minas de oro de Sudáfrica.
Hoy no nos es posible actuar directamente sobre esta estructura genética, pero sí podemos utilizar algunos secretos como los del amor mágico, para despertar los genes divinos y facilitar su evolución potencial a través de las secreciones hormonales.
Por si fuera poco, hay que añadir la presencia del cinturón de fotones de Alcyone, que ha elevado mucho la frecuencia de la atmósfera terrestre, y el hecho de que Enki y los suyos dejaron un código latente en nuestra sangre, que se activa con la aceleración espiritual de la civilización, hacia la autoconciencia y la cuarta dimensión. En ese momento que ya está aquí, la humanidad pasa de la visión limitada de los sentidos externos, al contacto expansivo y la visión sutil del Espíritu o Todo lo que Existe (Miyo).
Focalizar el pensamiento conscientemente y sin distracciones en un objetivo, es lo que pone en acción las frecuencias energéticas, para crear los diferentes mundos y realidades. La concentración era imprescindible y se lograba mirándose intensamente a los ojos en medio del ritual amoroso (a veces con ayuda de sustancias para los menos dotados). Y la argamasa para esta creación es el amor, no como un subidón emocional humano, sino como una presencia universal de la conciencia-energía (Miyo).
El mayor placer y la mayor alquimia corporal en la pareja, se produce cuando la mujer es estimulada hasta alcanzar el éxtasis más elevado. Puro presente sin distracciones, cada célula y el ser entero volcados en el ahora vivo.
Ella se convertía en la diosa y el hombre en dios, un canal para toda la energía masculina de la creación. Y así los dioses caminaban de nuevo sobre la Tierra y el Espíritu se manifestaba en nosotros. El que la mujer entre en estados de conciencia extáticos, es el fin de los celos y de las complicaciones emocionales en la pareja (escritos sagrados antiguos).
El camino más directo y seguro para transmitir conocimiento, sabiduría y magia se centra en la relación sexual, cuando se practica con la conciencia más elevada y una concentración muy profunda. Es esto lo que ejercitaban algunos de los dioses annunakis en su contacto con las mujeres humanas y las diosas en sus relaciones con los hombres.
‘Los dioses se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos’. Los millones de relaciones amorosas que experimentaron a lo largo de los milenios, mejoró sensiblemente la herencia genética humana, creando las líneas regias y sacerdotales de sangre azul.
Especialmente los maestros y maestras tántricas de otros tiempos (de sangre pleyadiana), mejoraron de esta manera el ADN de los seres humanos y sus descendientes, enseñándoles los secretos del arte amatorio. Tal y como practicaron después, durante largas generaciones, los sacerdotes y sacerdotisas de los antiguos templos del amor sagrado.
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