Es viernes por la noche, sabes que la semana ha sido de locos, miras que apenas tienes 20 minutos para arreglar el desastre de ojeras y cabello que traes al salir de la oficina, porque finalmente ¿a quién le gustaría ver para cenar a una mujer quejumbrosa, cansada y sin ánimos? Y te sientes con el compromiso de estar impecable, pero sobre todo deseable para él, porque al igual que tú, sabes que en él permanece esa atracción que lo mueve hacia ti, tal vez un poco de “lipstick” rojo ayude, confirmas que tu lencería está bien, procuraste por la mañana elegir algo que te beneficiara por si se concretaba la cita, tu ropa no está mal, muestras de forma sutil pero provocadora, el olor del perfume que elegiste para el día de hoy permanece, ¿Qué puede salir mal? Solo te avivas, sonríes y bajas del auto con la decisión de que darás el plus para que la noche sea un éxito.
No obstante, al encontrarte con tu cita, sabes que fue un mal día con tan solo un vistazo a su postura, el entrecejo fruncido y la manera tajante de pedir un trago al barman y el tono del saludo y la pregunta obligada “¿Qué tal tu día?” a lo que tratas de responder de forma optimista para dejar ir eso que podría estropear la atmosfera de pasión y deseo que estás decidida a provocar, sabes que dos o tres rondas más de tragos tal vez podrán suavizar el estrés y la tensión, tal vez un poco de baile, pero no contabas con que el Smartphone de tu acompañante sea el tercer invitado de tu cita, observas que los ojos de él están con toda la atención en la pantalla de su celular, no en tus labios, no en tus ojos, no en tu escote, o en alguna de esas cosas que tuvieran que ver contigo, se sonríe, se emociona, se apresura y tu sencillamente no sabes si tratar de continuar con una conversación, traer a la mesa a tu propio Smartphone o tal vez solo esperar.
Y al final, la noche termina con anticipación porque tu acompañante después de un rato de coquetearle a su pantalla decide terminar la velada, porque tiene un sueño terrible, te tratas de convencer a ti misma que es momento de ir a casa y dormir, pero lo único que logras es dar vueltas en tu cama pensando en que si has perdido el encanto, el ángel o la simpatía para atraer y conquistar… ¿Es el cansancio, es la tecnología, eres tú? ¿Qué es eso que no dejó que se concretara el encuentro sexual que esperabas que sucediera?
De inicio y como en columnas anteriores lo hemos mencionado, todos atribuyen el sexo a la baja a los millennials por insensibles, poco cercanos tal vez y hasta frívolos, pero para Jean M. Twenge, psicóloga investigadora de la Universidad de Chicago y Michigan, esta aseveración de la insensibilidad millennial no es tan simple como parecería, ya que en un su estudio publicado en 2017 que evalúa las influencias socioculturales en la sexualidad y las relaciones, identificó que existe una tendencia de tasas más altas de inactividad sexual entre los millennials sobre todo en lo que concierne a las mujeres y participantes afroamericanos, así como personas encuestadas con grado de educación universitaria.
De tal forma, Twenge, pone en tela de juicio que la generación “Y” sea más proclive al sexo ocasional frecuente, dada su habitual exposición a contenido que les informa en tiempo real de todo aquello que deseen saber al respecto con tal sólo tener un teléfono inteligente a la mano, ello puede atribuirse desde una intención positiva y sin dejar de lado las influencias sociales, culturales, económicas, religiosas, etc., a que la exposición a un sinfín de respuestas haga que los millennials asuman un mayor sentido de corresponsabilidad, en donde ya no sólo le corresponde al hombre tomar las debidas precauciones para no tener encuentros infortunados, implicaciones negativas en la salud o embarazos no deseados, el sexo es una responsabilidad compartida y se habla sin tapujos, así, el empoderamiento femenino pesa porque sus deseos también importan y tienen que verse satisfechos.
Ello daría paso a que sí, existan encuentros fugaces, sin lazos emocionales, y hasta resultado de una mezcla entre lo tradicional y lo nuevo, pero con este sentido de conciencia y mutuo acuerdo y en consecuencia un encuentro más estudiado y seleccionado. Por otro lado y asumiendo una intención negativa, podríamos considerar que la decadencia del sexo en los millennials, sería el resultado de su acceso al mundo a través de una pantalla que no les obliga a la interacción personal, que dejaría de lado el coctel de sensaciones, emociones y deseos inmersos en esta forma de la relacionarse y conocer a las personas, pero si el ser humano es complicado ¿por qué la explicación del sexo a la baja no debería serlo?
Y es que existe un cuerpo creciente de investigación que no se limita a examinar la actividad sexual de los millennials, porque parten de estudios tales como la Encuesta Nacional de Actitudes Sexuales y Estilos de Vida en Reino Unido realizada en 2013, que muestra una decadencia significativa en la actividad sexual de los británicos, ello independiente a su grupo generacional, y entonces las dudas carcomen y surgen variabilidad de respuestas, todas ellas con elementos de justificación pero también con puntos flacos bastante cuestionables.
Por un lado, se atribuye la responsabilidad al exceso de pornografía, lo más sencillo en mi opinión es atribuir culpas a este tipo de estímulo, descalificándolo como un medio de exacerbación de lo que el sexo es y no es, opinión que apoya Carlo Foresta, andrólogo italiano pues, de acuerdo a esta postura la exposición excesiva a la pornografía promueve un pobre interés sexual que conlleva en consecuencia a una denominada disfunción sexual provocada, sin embargo, también están los partidarios del uso de la pornografía como un toque adicional a la vida sexual que ofrece como tal un valor agregado a la misma. En este sentido los que abogan por la denominada adicción al sexo por internet, como un trastorno psiquiátrico tienen aún mucho que demostrar para ver este estímulo como un problema.
Otros por su parte culpan a las redes sociales, al establecer una semejanza de su existencia en la habitación como un sustituto muy cercano al televisor en décadas pasadas, sí, eso que hacía que la focalización de la atención en la pareja se desbordara en el noticiero de la noche o el partido de futbol, ahora en tiempos de redes sociales, se traduce a la falta de atención, socialización y generación de intimidad emocional con la pareja, sin embargo, para otros, el mundo de las redes sociales nos ha venido a dotar de medios y herramientas para buscar o comenzar su búsqueda, de tal manera, Twitter, Facebook, WhatsApp y otros similares han permitido estar a un direct message, like o emoji de encontrar a la presa.
Por su parte, algunos investigadores atribuyen la responsabilidad a un estilo de vida (específicamente en el ámbito laboral) conducente a mayores niveles de estrés, que podría tener un impacto directo en el interés sexual, sin embargo, en una investigación difundida por Archives of Sexual Behavior se refiere que el estrés laboral se relaciona con una mayor frecuencia en la actividad sexual, y que posiblemente el sexo funja en este sentido como una especie de válvula de escape.
No obstante para algunos investigadores permanece el cuestionamiento, ¿Qué sucede cuando nuestro niveles de estrés se nos escapan de las manos y pasamos del estrés normal que incluso nos mueve a continuar y llegamos a este tipo de estrés que sobrepasa nuestra capacidad?
Ello ante todo dependería de la habilidad con la que afrontamos situaciones tales como la incertidumbre laboral, económica e incluso social, pero es una realidad que poco a poco se registran mayores niveles de estrés insostenible que dan paso a los problemas de salud mental, y es que razones para vincular nuestro bienestar mental con nuestro desempeño sexual hay muchas. Al respecto, organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud, dan cuenta de un incremento abrupto de la incidencia de enfermedades mentales, especialmente en lo que respecta a la Depresión y Ansiedad, lo que para la ciencia daría cuenta del por qué los jóvenes registran mayores niveles de inactividad sexual, como una de las tantas consecuencias atribuibles al fenómeno en escalada.
Invariablemente, no será sino hasta pasado el periodo de madurez del sexo en descenso que tendremos la certeza de las motivaciones reales que nos orillan a ser menos activos en la intimidad, mientras tanto, permaneceremos a la expectativa de que si la decadencia del sexo se atribuye la presencia o ausencia de alguna forma de estabilidad, pero ¿Qué tipo de estabilidad? A lo que sin temor a equivocarme advierto que dependerá de características sociodemográficas particulares y puntuales.
CONTACTO:
Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca
Médico psiquiatra, sexólogo, psiquiatra forense y psicoterapeuta.
Director de Mindful. Expertos en psiquiatría y psicología.