¿Por qué necesitamos tener la razón? | CONSTRUYENDO MI FELICIDAD

Redacción

  · jueves 9 de noviembre de 2017

Por: Mara Rodríguez Masdefiol

Hace algunos días, en medio de una acalorada conversación, medescubrí actuando como la perfecta personificación de esta sabiaidea expresada por Baldwin: “A veces la gente prefiere tenerrazón que ser feliz”. Al darme cuenta de mi actitud, también mehice consciente de las abrumadoras y desagradables sensacionesfísicas y emocionales que estaba experimentando, así como de lareconfortante liberación que sentí cuando decidí soltar lanecesidad de tener razón.

A lo largo de mi vida, he visto infinidad de veces que, cuandoen una discusión una de las personas no está dispuesta a ver algo-bien sea el hecho de que está equivocada o que cometió un error,o bien el punto de vista de otro-, simplemente no hay poder humanoque la convenza, y, aun cuando dicha discusión se extendieradurante horas o días, de todas maneras no lo vería porquesencillamente no tiene voluntad de hacerlo.

Nos convendría entonces cuestionarnos si vale la pena invertirtiempo y energía en continuar enfrascados en esas luchas de egosque están detrás de las discusiones por tener la razón. Ellassolo nos generan sustancias tóxicas y sensaciones que enferman anuestro cuerpo, emociones y mente.

Esta actitud, para llamarle por su nombre, es orgullo ysoberbia, y siempre conduce a la separación y al dolor. Semanifiesta de muchas formas, como las mencionadas luchas de poder,el deseo de venganza y, por supuesto, la necesidad de tener razón,detrás de la cual se oculta la necesidad de “ser el mejor”.Nos volvemos muy hábiles para acomodar perfectamente las ideas ylas palabras a fin de que suenen como queremos que suenen y asíprobar que, en efecto, tenemos la razón.

¿Por qué seré yo el que tenga que pedir perdón, le diga quele amo o le agradezca y reconozca tal cosa? ¡Él o ella nunca lohace!, ¡que lo haga primero!, y además ¡me debes tales y talesfacturas! Las frases anteriores no provienen de ningún otro lugarmás que el orgullo y la soberbia. Y, cuando ambas personas estánen la misma posición, ¿cómo se romperá ese patrón?, ¿quiénva a empezar si ambos esperan a que el otro sea el primero? En lasguerras de egos, ambas partes quieren ganar, pero en realidad nadiegana porque, aún a costa de la propia felicidad, el ego hace loque sea para no perder la competencia. Por eso hay tantosufrimiento en las relaciones entre personas.

Quiero invitarte a experimentar algo: la próxima vez que teencuentres en medio de una discusión del tipo que hemos descrito,actúa de forma diferente a aquella discusión en la que por logeneral nos conducimos en esas circunstancias y asómbrate de cómola situación cambia de dirección de una manera tan impresionanteque hasta parece magia.

Esta es mi propuesta: reconoce la parte de verdad que hay en loque dice la persona con la que estás discutiendo; casi siempre lahay. Y luego exprésale verbalmente ese reconociendo con algo como:“Tienes razón, no estoy cumpliendo con mi palabra”, “tienesrazón, llegué tarde”, “tienes razón, estaba de muy malhumor”, “es verdad, no me hice responsable de lo que hice”,etc. Según sea el caso. Y date cuenta de cómo cambian tu sentir yla actitud de la otra persona.

Practicar esto nos permite desarrollar la madurez para asumirnuestros errores y otorgarle al otro el reconocimiento de susaciertos y sus cualidades, lo cual, a fin de cuentas, nos beneficiaa ambos. Entendiendo que parte de ser maduro es saber que todo actotiene una consecuencia y que yo debo hacerme responsable de lo quepienso, siento y hago, y esto tiene una consecuencia, y debohacerme responsable de esta. Eso es madurez. Sacrificar el propiobienestar y el de una relación por tener la razón simplemente novale la pena, y ese sacrificio en la relación sería laconsecuencia.

*Tanatoterapeuta, trabajos con pérdidas, duelos,angeloterapia. Niños, adolescentes y adultos. Teléfono:2221-199224