Por: Mara Rodríguez
Siempre me sorprende el hecho de que tantas personas vayan porla vida acarreando durante años sus depresiones, ansiedades,fobias, miedos, resentimientos y toda clase de problemaspsicológicos. Con mucha frecuencia escucho comentarios como:“Tengo cinco años en profunda depresión”, “Padezco crisisde angustia desde que era adolescente”, “Tengo insomnio desdeaños atrás”, “Lo odio desde hace muchos años”, “No hepodido olvidar lo que me hizo”, “No he podido perdonar a miexpareja”, etcétera. Y mi respuesta/pregunta ante estoscomentarios es: ¡¿y por qué no te curas?!
Todos los asuntos psicológicos son curables; todo essusceptible de mejorar si es atendido. ¿Por qué entonces noponemos manos a la obra y dejamos de sufrir?
Hay una variedad de razones por las cuales nos es difícilcambiar.
Una es la flojera y la comodidad, traducidas en esa aletargadainercia que nos lleva a mantenernos en la misma situación aunqueno seamos felices en ella y aunque nuestra vida no funcione porcausa de ella. Muchas veces preferimos quedarnos en nuestra zona deconfort, nomás porque ya es conocida, porque cambiar implicaempezar de cero y, por tanto, incomodarnos.
A las personas que se resisten al cambio puede traerles grandesbeneficios, pero están convencidas de que “más vale maloconocido que bueno por conocer”. ¡Qué gran tontería! Entonces,¿es mejor vivir en lo que no nos gusta ni nos hace felices queabrirle los brazos a lo nuevo? Detrás de esta actitud no hay sinoflojera, conformismo y cobardía.
Negarse a cambiar lo que causa problemas e infelicidad es asuntode cada quien, pero no tenemos derecho a hacerles la vida miserablea nuestros seres queridos, que deben soportar nuestras depresiones,ansiedades, explosiones y patologías cotidianas solo por nuestraflojera, desidia y cobardía para enfrentar esos monstruos y haceralgo al respecto.
Conozco a una familia conformada por los padres y dos hijos decuarenta y tantos años. El padre y los dos hijos padecen untrastorno neurológico que los lleva a perder el control cuando seenojan y a presentar tremendas explosiones durante las cualesgritan ofensivos insultos a sus parejas, destrozan objetos y hacencosas que hasta pueden llegar a ser peligrosas.
Esta situación puede ser curable con una atención profesionaladecuada. Sin embargo, nadie hace nada por curarse, sin importarleslo traumático y doloroso que puede ser para sus hijos y parejaslidiar con esto toda la vida, porque su cobardía, pereza y faltade agallas para tomar medidas necesarias son enormes.
¡Existe tanta gente que al parecer le gusta vivir sufriendo!Teniendo a su disposición las medidas necesarias para mejorar susituación de cualquier tipo, eligen seguir transitando eldisfuncional camino que ya conocen, solo por eso, porque lo conoceny se vuelve su zona de confort aunque no estén felices en esasituación, y a veces es porque no nos damos cuenta de que podemosvivir de manera diferente.
Detrás de esta resistencia a mejorar nuestra vida, además deflojera, cobardía y la comodidad que hemos mencionado, osimplemente porque no nos hemos dado cuenta o pensamos que cargamosuna cruz y así nos tocó vivir, puede haber una enorme creencia deque no merecemos ser felices o de que para ser buenas personas omuy espirituales hay que sufrir. Cuando en realidad Dios nos creópara aprender a través de las experiencias y para ser felices.Jamás para ser infelices o víctimas de la situación.
No pretendo cambiar las creencias de nadie, pero, si esas sonlas tuyas, te invito a reevaluarlas pasándolas por el filtro de tuadultez para que, si decides conservarlas, sean en realidadproducto de tu libre albedrío y no solo algo a lo que te apegasporque así te dijeron que debía de ser. Tú decides qué hacercon lo que vives.
Otro de los factores que con frecuencia ocasionan nuestraresistencia al cambio es la soberbia y el orgullo, que llevan amuchos a afirmar que no necesitan ayuda y que ellos todo lo saben,todo lo pueden, y así como son y están es lo correcto.
Yo estoy convencida de que podemos cambiar casi todo lo quedeseamos, y enfatizo el casi porque también sé que algunas cosas,aquellas en la que no tenemos control, no se pueden modificar.
También estoy convencida de que ser felices es nuestro derechode nacimiento y nos lo merecemos, y que resolver los problemas decualquier índole, que nos impiden ser felices, es también nuestroderecho y, probablemente, nuestra obligación, sobre todo cuandoellos afectan la vida y la paz de aquellos a quienes amamos.
También podemos mencionar que tenemos hábitos que nos conducena una vida sana, y otros no, pero, como son hábitos, los hacemosde manera automática y no nos damos cuenta. Uno de ellos es el devivir triste, deprimido, haciéndose siempre la víctima, el actuara la defensiva, el ir lastimando a los que amamos, de comer lo queme hace daño, de siempre echarle la culpa a los demás, de nohacerme responsable de mi vida, etc. Hay que revisarlos y si esnecesario transformarlos, hacerlo, pero primero tenemos queidentificarlos y darnos cuenta de qué manera están funcionandoesos hábitos, a dónde nos conducen.
Hay una infinita variedad de herramientas para ayudarnos acambiar lo que deseamos en todos los ámbitos. Si en verdad leabres los brazos al cambio, la vida te las pondrá enfrente y larealidad toda se acomodará para ayudarte. Lo único que necesitases tener voluntad y disposición, y el resto vendrá porañadidura.
¡TÚ TE MERECES SER FELIZ!
* Tanatoterapeuta, trabajos con pérdidas, duelos,angeloterapia. Niños, adolescentes y adultos. Tel:2221-199224