Hola queridos lectores, antes que nada, muchas gracias por sus comentarios, sobre todo de nuevos lectores que no me conocían debido a que ahora mis artículos se publican los sábados. En esta entrega les voy a narrar una historia llena de nostalgia, sobre todo para su servidor, espero que la disfruten. Comencemos…
Hace algunas semanas buscando tesoros en el baúl de mis recuerdos, me encontré accidentalmente un sobre de películas negativas; eran un buen tanto de fotografías que tomó su servidor. Esto me trajo a la memoria mis recuerdos de juventud, cuando me inicié en ese oficio artesanal de la fotografía.
Allá por el año de 1977, por azares del destino adquirí una pequeña cámara fotográfica de bolsillo y con ella me hice merecedor de una promoción que consistía en obtener película gratis por un año: conservando la nota de compra al llevarlo a revelar me obsequiaban otro rollo nuevo, y esto, por no perder la promoción del rollo gratis, me orilló a aficionarme a la fotografía.
Al poco tiempo esta camarita se me hizo insuficiente y adquirí otra de rollo de 35 mm, iniciándome ahora sí, en el mundo de la fotografía profesional; pero la tecnología no perdona nada y mi afición terminó cuando se deja de fabricar el rollo de película negativa en los años 90 del siglo pasado.
Tristemente, me vi obligado a guardar mi preciada cámara de 35 mm. Y a almacenar toda esa gran cantidad de negativos, en color y en blanco y negro, pero me encontré al fondo de un cajón de escritorio un sobre con una gran cantidad de ellos. Ahora se me presentó un gran problema: cómo recuperarlos.
Recurriendo a mis viejos amigos, logré localizar a Antonio García, un amigo gran amante de la fotografía de película, el cual cuenta con un laboratorio fotográfico para rollos en la ciudad y de inmediato recurrí a él para que me imprimiera mis negativos, hasta ahí el primer paso, en seguida, las fotos en positivo fueron escaneadas, y convertidas a archivo de computadora, y solamente así pude volver a ver mi trabajo de hace casi cuarenta años.
Querido lector, aquí tengo el privilegio de compartirte una pequeña muestra de lo que se lograba con película en blanco y negro, imágenes increíbles, texturas que jamás podrán captar el mejor celular de hoy en día, escalas de grises ricas en saturación, blancos y negros totales.
Estas imágenes que te comparto son del templo de Santo Domingo y de la iglesia del Carmen. Tengo muchas otras, pero a su debido tiempo te las voy a compartir, con muchísima alegría pues me recuerdan mi juventud y, por algunos momentos, sintiéndome Guillermo Kahlo.
Qué nostalgia me despierta el recordar la emoción de revelar en el cuarto obscuro tu propia película fotográfica, el olor de los químicos reveladores, el calcular exactamente el tiempo de revelado y las temperaturas de los líquidos, y lo más emocionante: el ver aparecer tu imagen elegida en el papel fotográfico dentro del revelador, una sensación incomparable.Queridos lectores, comparto con ustedes la tristeza que me embarga, después de compartir su vida de casi 70 años, me despido de mi querida mascota Ruperta, mi tortuga, quien acompaño la vida de mi familia desde nuestra niñez, Ruperta, fuiste una gran tortuga y nunca te olvidaremos.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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