/ miércoles 1 de diciembre de 2021

¿Sabes qué es el síndrome de Ícaro o de los quemados?

Las personas se caracterizan por la falta de sentido trascendente de vida, pues sus expectativas son puramente materiales

¿Alguna vez escuchaste aquella leyenda de la mitología griega que habla de Ícaro? En el relato se cuenta que él voló con unas alas pegadas con cera, creadas por su padre Dédalo, y por acercarse demasiado al sol estas se derritieron provocando su caída.

Bueno, pues debido a esta historia, en psicología se conoce con el nombre de este soberbio joven a un trastorno que sufren quienes son conocidos como “los quemados”, y aquí te platicaremos en qué consiste, es el síndrome de Ícaro.

Este síndrome, según explica Jaquelin Machado, profesional de la salud mental, es un conjunto de síntomas que determinan, en este caso, la incapacidad para escuchar en forma asertiva los consejos sobre la precaución y el equilibrio de las cosas y las situaciones de la vida, para caer por lo general en conductas narcisistas.

La entrevistada, quien tiene especialidad en coaching multidimensional y es instructora en desarrollo de consciencia, expone que las características del narcisismo se dan cuando, al igual que Ícaro, la persona solo piensa en sí misma y no escucha los consejos de su padre por caer en una ambición desmedida, que prácticamente lo llevó a la muerte.

CUÁLES SON SUS CARACTERÍSTICAS

El comportamiento de la persona que cae en este síndrome se basa fundamentalmente en la falta de sentido trascendente de vida, pues sus expectativas son puramente materiales; entonces quien lo padece tergiversa el sentido espiritual y trascendente de la vida.

Son personas que están centradas en sí mismas, por lo tanto, egocéntricas y narcisistas, la empatía no forma parte de sus cualidades y pasan por encima de quién tengan que pasar para lograr fama.

Con esto, se pierde el sentido de las cualidades y el individuo ya no se enamora, ya no admira caracteres superiores como la paciencia, la bondad y la compasión, pues está altamente centrado(a) en la búsqueda insaciable de reconocimiento y fama, asegura.

Las personas que sufren este síndrome están centradas en sí mismas, por lo tanto, son egocéntricas y narcisistas. Foto: Cortesía Yanalya

QUIÉNES LO PRESENTAN

El síndrome se presenta en todas las personas que rebasan la ambición saludable de conseguir objetivos en la vida, es decir, lo que conocemos hoy en día como la búsqueda de la fama y la popularidad a toda costa, la insaciable sed de reconocimiento y la ambición desmedida por los recursos materiales y el dinero.

Muchas personas jóvenes cercanas a quienes se encuentran en posición de poder caen en este tipo de síndrome, por lo mencionado anteriormente. Sin embargo, cuando un individuo no tiene un equilibrio psíquico emocional y espiritual, pierde el sentido de los valores trascendentes de la vida.

Por lo tanto, este síndrome afecta también a los adultos de mediana y tercera edad, es decir, puede darse en cualquier persona que no tenga clara la importancia del equilibrio entre lo divino y lo material, comenta Jaquelin.

LAS CONSECUENCIAS

Al no hacer caso de las recomendaciones de los demás ni a las señales alrededor, en quienes se da este trastorno inevitablemente surge un quiebre, ya sea a nivel emocional, psíquico o material, así como un desequilibrio en la salud, por diversos factores.

Cómo son personas que perciben como valores la fama, el éxito, el reconocimiento a costa de lo que sea, entonces caen en situaciones muchas veces degeneradas, de tipo abuso y consumo de drogas, excesos sexuales y diversas situaciones tóxicas.

En cuanto a sus relaciones interpersonales, están basadas en la hipocresía, la falsedad y el interés, por lo tanto, son falsos con los demás, las máscaras se presentan a todo lo que da, nuevamente porque hay una identidad falsa en este tipo de individuos y esto principalmente está dado por la supresión del amor y la falta de conciencia.

Este trastorno inevitablemente surge un quiebre, ya sea a nivel emocional, psíquico o material Foto: Cortesía cookie_studio

LOS LLEVA AL FRACASO

Quienes presentan el síndrome de Ícaro generalmente fracasan, porque su valor principal está fundado en la ambición desmedida, influenciada por una sociedad materialista, que vende el que el sentido de vida de una persona se basa en la fama y el reconocimiento.

Terminan fracasando también, entre otras cosas, por el desequilibrio entre lo divino y lo material, y por la pérdida de cualidades como la fortaleza, templanza, paciencia y justicia, las cuales a su vez desencadenan otras como la bondad, la empatía y el compartir.

¿POR QUÉ SE LES DICE LOS QUEMADOS?

A quienes sufren este síndrome de Ícaro se les puede clasificar como “los quemados”, porque esta necesidad de reconocimiento, enfocada en la materialidad, desarrolla una neurosis tal, que este tipo de personas vuelan tan alto que desarrollan una falsa personalidad para ser queridos y reconocidos.

Con ello, sus expectativas empiezan a rebasarlos en lo económico, en lo social y su excesiva dependencia de las opiniones del medio los va transformando en un Ícaro, que vuela tan alto, que sus alas se queman derritiendo la cera que las sostiene, indica la especialista.

Muchas personas jóvenes cercanas a quienes se encuentran en posición de poder caen en este tipo de síndrome. Foto: Cortesía Halayalex

SU PERSONALIDAD

Quienes padecen el síndrome de Ícaro, al desarrollar una identidad falsa, el supuesto exceso de confianza es aparente también, pues este tipo de individuos recae en el narcisismo y el egocentrismo porque sienten que todo se centra alrededor de ellos, con lo cual dejan de escuchar los consejos y las señales de precaución, explica Jaquelin Machado, especialista en coaching multidimensional.

En el mito griego, Dédalo, el padre, es un arquitecto que representa la sabiduría y el conocimiento, respecto al equilibrio entre el sueño y la realidad terrenal, por lo cual previene a su hijo Ícaro de no volar tan alto (complejo de superioridad) porque el sol puede derretir la cera de las alas y provocar su caída.

Por otro lado, le advierte no volar tan bajo (complejo de inferioridad), porque la humedad del mar mojaría las alas, para cargar el peso y desequilibrar el vuelo, con lo cual caería al océano. Ícaro no hace caso, y vuela tan alto que el sol quema la cera, cae y muere. De modo que el exceso de confianza enajena tanto a este tipo de individuos, que terminan cayendo de los falsos pedestales de la materialidad, la fama y el dinero a toda costa.

¿POR QUÉ SURGE ESTE SÍNDROME?

La persona se ve fuertemente afectada por la sociedad tan materialista en la que actualmente vivimos y ello provoca que los valores de empatía, del compartir y el amor se vean fuertemente fracturados, lo cual generalmente provoca un efecto dominó en las familias.

Y en los ambientes en dónde crecen los hijos con baja tolerancia a la frustración y una gran necesidad de competir y destacar a toda costa, que quieren conseguir todo rápido, solo con apretar un botón y sin el menor esfuerzo, llegan a estar dispuestos a degradar incluso su propia esencia del ser.

Al tiempo que los lleva a evadir la sombra que todo individuo lleva dentro, cargada de sus propias debilidades, que incluyen los miedos. Entonces la falta de conciencia influye fuertemente y con esta, la ambición de poder es desmedida.

La representación del relato de Ícaro en la mitología griega. Foto: Cortesía Herbert Draper, Londres (1863-1920). “El lamento por Ícaro”, 1898.

¿CÓMO SUPERARLO?

Para superar el síndrome de Ícaro, por un lado, se requiere un proceso interno de trabajo emocional y psicoafectivo, pero también el aprendizaje de las enseñanzas espirituales, que permiten a un individuo mantener un equilibrio entre la claridad de sus pensamientos, la sobriedad emocional y el centramiento en sus acciones.

Pero ha de realizar un trabajo interno, un viaje profundo hacia el interior del abismo y el fango pantanoso de las emociones bloqueadas, de las emociones y miedos alterados, además de recuperar los valores esenciales de la vida, que tienen su fundamento en la empatía, en el compartir, en el amor y la creatividad.

Los valores trascendentes de la vida incluyen el equilibrio entre lo divino y lo mundano en un ser humano, es decir un equilibrio entre lo material y lo espiritual, concluye la entrevistada.

¿Alguna vez escuchaste aquella leyenda de la mitología griega que habla de Ícaro? En el relato se cuenta que él voló con unas alas pegadas con cera, creadas por su padre Dédalo, y por acercarse demasiado al sol estas se derritieron provocando su caída.

Bueno, pues debido a esta historia, en psicología se conoce con el nombre de este soberbio joven a un trastorno que sufren quienes son conocidos como “los quemados”, y aquí te platicaremos en qué consiste, es el síndrome de Ícaro.

Este síndrome, según explica Jaquelin Machado, profesional de la salud mental, es un conjunto de síntomas que determinan, en este caso, la incapacidad para escuchar en forma asertiva los consejos sobre la precaución y el equilibrio de las cosas y las situaciones de la vida, para caer por lo general en conductas narcisistas.

La entrevistada, quien tiene especialidad en coaching multidimensional y es instructora en desarrollo de consciencia, expone que las características del narcisismo se dan cuando, al igual que Ícaro, la persona solo piensa en sí misma y no escucha los consejos de su padre por caer en una ambición desmedida, que prácticamente lo llevó a la muerte.

CUÁLES SON SUS CARACTERÍSTICAS

El comportamiento de la persona que cae en este síndrome se basa fundamentalmente en la falta de sentido trascendente de vida, pues sus expectativas son puramente materiales; entonces quien lo padece tergiversa el sentido espiritual y trascendente de la vida.

Son personas que están centradas en sí mismas, por lo tanto, egocéntricas y narcisistas, la empatía no forma parte de sus cualidades y pasan por encima de quién tengan que pasar para lograr fama.

Con esto, se pierde el sentido de las cualidades y el individuo ya no se enamora, ya no admira caracteres superiores como la paciencia, la bondad y la compasión, pues está altamente centrado(a) en la búsqueda insaciable de reconocimiento y fama, asegura.

Las personas que sufren este síndrome están centradas en sí mismas, por lo tanto, son egocéntricas y narcisistas. Foto: Cortesía Yanalya

QUIÉNES LO PRESENTAN

El síndrome se presenta en todas las personas que rebasan la ambición saludable de conseguir objetivos en la vida, es decir, lo que conocemos hoy en día como la búsqueda de la fama y la popularidad a toda costa, la insaciable sed de reconocimiento y la ambición desmedida por los recursos materiales y el dinero.

Muchas personas jóvenes cercanas a quienes se encuentran en posición de poder caen en este tipo de síndrome, por lo mencionado anteriormente. Sin embargo, cuando un individuo no tiene un equilibrio psíquico emocional y espiritual, pierde el sentido de los valores trascendentes de la vida.

Por lo tanto, este síndrome afecta también a los adultos de mediana y tercera edad, es decir, puede darse en cualquier persona que no tenga clara la importancia del equilibrio entre lo divino y lo material, comenta Jaquelin.

LAS CONSECUENCIAS

Al no hacer caso de las recomendaciones de los demás ni a las señales alrededor, en quienes se da este trastorno inevitablemente surge un quiebre, ya sea a nivel emocional, psíquico o material, así como un desequilibrio en la salud, por diversos factores.

Cómo son personas que perciben como valores la fama, el éxito, el reconocimiento a costa de lo que sea, entonces caen en situaciones muchas veces degeneradas, de tipo abuso y consumo de drogas, excesos sexuales y diversas situaciones tóxicas.

En cuanto a sus relaciones interpersonales, están basadas en la hipocresía, la falsedad y el interés, por lo tanto, son falsos con los demás, las máscaras se presentan a todo lo que da, nuevamente porque hay una identidad falsa en este tipo de individuos y esto principalmente está dado por la supresión del amor y la falta de conciencia.

Este trastorno inevitablemente surge un quiebre, ya sea a nivel emocional, psíquico o material Foto: Cortesía cookie_studio

LOS LLEVA AL FRACASO

Quienes presentan el síndrome de Ícaro generalmente fracasan, porque su valor principal está fundado en la ambición desmedida, influenciada por una sociedad materialista, que vende el que el sentido de vida de una persona se basa en la fama y el reconocimiento.

Terminan fracasando también, entre otras cosas, por el desequilibrio entre lo divino y lo material, y por la pérdida de cualidades como la fortaleza, templanza, paciencia y justicia, las cuales a su vez desencadenan otras como la bondad, la empatía y el compartir.

¿POR QUÉ SE LES DICE LOS QUEMADOS?

A quienes sufren este síndrome de Ícaro se les puede clasificar como “los quemados”, porque esta necesidad de reconocimiento, enfocada en la materialidad, desarrolla una neurosis tal, que este tipo de personas vuelan tan alto que desarrollan una falsa personalidad para ser queridos y reconocidos.

Con ello, sus expectativas empiezan a rebasarlos en lo económico, en lo social y su excesiva dependencia de las opiniones del medio los va transformando en un Ícaro, que vuela tan alto, que sus alas se queman derritiendo la cera que las sostiene, indica la especialista.

Muchas personas jóvenes cercanas a quienes se encuentran en posición de poder caen en este tipo de síndrome. Foto: Cortesía Halayalex

SU PERSONALIDAD

Quienes padecen el síndrome de Ícaro, al desarrollar una identidad falsa, el supuesto exceso de confianza es aparente también, pues este tipo de individuos recae en el narcisismo y el egocentrismo porque sienten que todo se centra alrededor de ellos, con lo cual dejan de escuchar los consejos y las señales de precaución, explica Jaquelin Machado, especialista en coaching multidimensional.

En el mito griego, Dédalo, el padre, es un arquitecto que representa la sabiduría y el conocimiento, respecto al equilibrio entre el sueño y la realidad terrenal, por lo cual previene a su hijo Ícaro de no volar tan alto (complejo de superioridad) porque el sol puede derretir la cera de las alas y provocar su caída.

Por otro lado, le advierte no volar tan bajo (complejo de inferioridad), porque la humedad del mar mojaría las alas, para cargar el peso y desequilibrar el vuelo, con lo cual caería al océano. Ícaro no hace caso, y vuela tan alto que el sol quema la cera, cae y muere. De modo que el exceso de confianza enajena tanto a este tipo de individuos, que terminan cayendo de los falsos pedestales de la materialidad, la fama y el dinero a toda costa.

¿POR QUÉ SURGE ESTE SÍNDROME?

La persona se ve fuertemente afectada por la sociedad tan materialista en la que actualmente vivimos y ello provoca que los valores de empatía, del compartir y el amor se vean fuertemente fracturados, lo cual generalmente provoca un efecto dominó en las familias.

Y en los ambientes en dónde crecen los hijos con baja tolerancia a la frustración y una gran necesidad de competir y destacar a toda costa, que quieren conseguir todo rápido, solo con apretar un botón y sin el menor esfuerzo, llegan a estar dispuestos a degradar incluso su propia esencia del ser.

Al tiempo que los lleva a evadir la sombra que todo individuo lleva dentro, cargada de sus propias debilidades, que incluyen los miedos. Entonces la falta de conciencia influye fuertemente y con esta, la ambición de poder es desmedida.

La representación del relato de Ícaro en la mitología griega. Foto: Cortesía Herbert Draper, Londres (1863-1920). “El lamento por Ícaro”, 1898.

¿CÓMO SUPERARLO?

Para superar el síndrome de Ícaro, por un lado, se requiere un proceso interno de trabajo emocional y psicoafectivo, pero también el aprendizaje de las enseñanzas espirituales, que permiten a un individuo mantener un equilibrio entre la claridad de sus pensamientos, la sobriedad emocional y el centramiento en sus acciones.

Pero ha de realizar un trabajo interno, un viaje profundo hacia el interior del abismo y el fango pantanoso de las emociones bloqueadas, de las emociones y miedos alterados, además de recuperar los valores esenciales de la vida, que tienen su fundamento en la empatía, en el compartir, en el amor y la creatividad.

Los valores trascendentes de la vida incluyen el equilibrio entre lo divino y lo mundano en un ser humano, es decir un equilibrio entre lo material y lo espiritual, concluye la entrevistada.

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