MADRID, España.- Una de las tradiciones decembrinas aún conservadas por los madrileños es la visita a los nacimientos, llamados aquí “Belén” e integrados fundamentalmente por las figuras del Misterio, la Virgen, San José y el Niño Jesús. Y dentro de los más bellos está el de la iglesia de San Ginés, uno de los edificios más significativos del Madrid de los Austrias.
San Ginés de Arlés fue un santo del siglo IV, francés, y cuyo culto se originó en esta ciudad a principios del siglo XI cuando su edificación se encontraba fuera de los muros. Fue reconstruida por hundimiento del suelo en 1645 y este es el edificio actual.
San Ginés está en la calle Arenal, entre Puerta del Sol y la Plaza de Oriente y ha trascendido por algunos asuntos ajenos a la religión.
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El aventurero Zalacaín se encaminó a San Ginés con el ánimo de ver el Belén barroco sevillano de Carlos III, donde destaca la imagen de la Virgen María, original del siglo XVIII, las otras son de hace unos cien años y el San José es un hombre joven, no viejo como en otros nacimientos.
Todas las figuras, incluidos los Reyes Magos, están vestidas con sedas bordadas y brocados provenientes de “todas las Españas”, decía el guía a unos visitantes, las telas llegaron de México, Filipinas, Perú, Toledo y Sevilla. Una verdadera obra de arte.
Pero los otros motivos con trascendencia de San Ginés son totalmente ajenos a la religión. Uno de ellos responde a la literatura, en 1899 se instaló en el Pasadizo de San Ginés, una librería con ese nombre a favor de Francisco Irwedra donde es posible encontrar libros usados, antiguos, valiosos y de colección, es un sitio visitado por los coleccionistas quienes se acercan a los anaqueles debajo de los tejados adosados al muro de San Ginés; algunos historiadores consideran su presencia hace casi dos siglos.
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La otra razón de visitar la zona es gastronómica. En el Pasadizo de San Ginés se encuentra la más antigua Chocolatería llevada a la fama por otros asuntos.
Sin duda la calidad del producto es fundamental, se trata de un auténtico chocolate en taza a la española, muy espeso, oscuro, servido a una temperatura cercana a los 80ºC, acompañado de una bandeja con churros o porras, sin azúcar. La costumbre es meter el churro en la taza donde el chocolate se adhiere materialmente al churro y al comerlo, el grado de espesor es notable.
Los madrileños hicieron famoso este sitio por varias razones, primero, permanece abierto las 24 horas, los 365 días del año con lo cual el chocolate puede ser consumido a cualquier hora y en cualquier condición física. La demanda por supuesto es amplia sobre todo en las madrugadas cuando la fiesta ha terminado.
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El espacio se inició en 1890 como fonda de comidas y mesón y cuatro años más tarde se convirtió en churrería y chocolatería.
Parte de su éxito se debió a la cercanía con el Teatro Eslava de Bonifacio Eslava inaugurado el 30 de septiembre de 1871 en el número 3 del Pasadizo de San Ginés. Artistas, tramoyistas y público del teatro pasaban a la chocolatería al salir de la función.
Pero fue don Ramón del Valle Inclán quien lo catapultó gracias a la obra teatral “Luces de Bohemia: Esperpento” donde el personaje central es Max Estrella, inspirado en el amigo de don Ramón, el escritor bohemio Alejandro Sawa quien murió pobre y ciego. En la obra, Max Estrella es un hiperbólico andaluz, poeta de odas y madrigales, pobre, anciano y ciego y al contar su vida recuerda sus visitas a la “Buñolería Modernista”, ni más ni menos la descripción de la Chocolatería de San Ginés.
El espacio por tanto cobró aún más fama, pese a no haberse estrenado la obra de teatro de Valle Inclán hasta 1963 en París y 1970 en España.
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A la Chocolatería se le conoció también como “La Escondida” durante la Segunda República debido a su domicilio entre pasadizos a un lado de la iglesia.
Actualmente San Ginés se ha ampliado, el local original conserva su espacio lleno de fotografías y se han abierto otros dos locales a un lado llamados “La Escondida” y otras sucursales. Por sus mesas han desfilado infinidad de personajes desde Valle Inclán de quien se tienen fotografías en varios muros.
El aventurero se dispuso por tanto a disfrutar del paseo, recorrió la librería, adquiriría algún título, quizá pasaría a ver el Belén, pero una visita a la Chocolatería más antigua y más famosa de Madrid era imperdible, no en balde Jimmy Carter y Mark Zuckerberg, entre otros, hicieron fila, cola, para entrar…. Y el aventurero se formó.
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