Independientemente de su actividad formal o rol de vida, todos, llámense maestros, padres de familia, jefes, artesanos, en algún momento pueden ser solicitados para orientar a otra persona o grupo de individuos sobre algún tema, de acuerdo con la naturaleza de sus funciones, y así de momento se enfrentan a la grata, pero a veces difícil tarea de ser un maestro o “facilitador”.
“Se cree que enseñar es fácil, que cualquier persona que sabe de lo que habla puede enseñarlo a otros, pero esto no es necesariamente cierto. Puedes conocer la materia, pero no saber cómo trasmitirlo”, dice el psicólogo Hugo Reyes Carrasco, Consultor en Desarrollo Humano.
Enfatizó que el proceso enseñanza-aprendizaje se define por lo que hace un facilitador (maestro, papá, jefe, instructor), como dar clases, dirigir a sus hijos, explicar un proceso, etc., pero todo esto lo hace por una razón específica: “ayudar a sus seguidores a aprender, y que estos, al poseer el conocimiento, lo apliquen en su vida diaria”.
En ocasiones, lo que se enseña es tan sencillo que cualquiera puede ayudar a otra persona a aprenderlo, por ejemplo, dar las indicaciones necesarias para llegar a una dirección o ayudar al hijo con su tarea.
Para que un facilitador enseñe con éxito, sus seguidores deben aprender y utilizar esa enseñanza con resultados en poco tiempo, dice Reyes.
Refiere que un buen facilitador sabe la clase de cosas que el participante debe hacer y la información que debe tener, a fin de aprender.
El psicólogo asegura que, de acuerdo con el modelo de enseñanza-aprendizaje en escuelas, asociaciones, industrias y universidades, se han identificado seis etapas básicas del proceso de la persona que está aprendiendo a hacer algo, y solo cuando cada uno de estos pasos se satisfaga, el objetivo se logrará.
1. RECONOCER LA NECESIDAD
Para que el participante desee aprender, debe saber el propósito de lo que se le va a enseñar y lo útil que le resultará. Y para que este aprenda debe sentirse motivado, por eso debe saber de qué manera lo que estudiará se relaciona con él y con su vida, su escuela o su trabajo.
2. IMPORTANCIA
Lo que aprenderá debe tener sentido para él.
3. CONOCER LAS IDEAS
El participante debe conocer las ideas de lo que aprenderá y el facilitador debe asegurarse de que las entienda de la forma correcta.
4. LA COMPRENSIÓN
El participante necesita obtener información adicional que aclare y/o refuerce dicha comprensión (ejemplos) para que tanto él como su facilitador, puedan observar sus puntos débiles y sus progresos para aplicarlos.
5. LA PRÁCTICA
Cualquier presentación debe tener por objetivo enseñar al participante a hacer algo, y para poder aplicar estos nuevos conocimientos, debe dejar de hablar de ellos y empezar a practicarlos.
6. RETROALIMENTACIÓN
Para evaluar el desempeño de su práctica, un participante necesita dos clases de retroalimentación:
1. Saber lo que hizo mal y como puede mejorar.
2. Saber lo que hizo bien y cómo, el “hacerlo bien”, le ofrece un beneficio personal (reconocimiento).
“La clave en el proceso de enseñanza–aprendizaje, es: DECIR LO QUE SE VA A DECIR, DECIRLO Y DECIR LO QUE SE DIJO”, puntualizó el entrevistado.
CONTACTO:
Psicólogo Hugo Reyes Carrasco
Consultor en Desarrollo Humano
Móvil: 2221-839915