Quise jugar esa tarde con tu imaginación, entonces sin pensarlo mucho te envié una foto mostrando el encaje de mi liguero, agregando una pequeña anotación "Todo esto es para ti".
Sabía que era un día de mucho trabajo y compromisos para ambos, pero ante las ganas no hay pretexto y yo tenía más razones que excusas para hacerlo, “¿Estás segura de lo que dices?” respondiste, a lo que sin dudar replique un rotundo sí.
De inmediato añadiste “¡Te odio! Necesito ver y tocar ese liguero ahora” a lo que con un mensaje de voz respondí “Te estaré esperando”.
Muy pronto replicaste “Estaré en casa en 20 minutos y espero que resuelvas el desbarajuste que acabas de provocar”. Al abrir la puerta llegaste a mí, te hincaste y te colocaste debajo de mi falda, por un instante no sabía qué esperar, pero de un momento a otro, adivinaba unos labios inquietos explorando mis piernas hasta posarse sobre mi ropa interior, suaves roces avanzaban entre mis muslos, me estremecía la humedad de tu boca y la fuerza con la que tus manos apretaban mis caderas… y aquella que también provocabas en mí, acompañada de un calor que me paralizaba; mis deseos se desbordaban hasta hacer inevitable morder mi labio inferior y perder la noción del tiempo.
De forma impredecible, me tomaste de la cintura para colocarme estrepitosamente sobre ti, ese lugar que me empodera y me hace sentir que cedes el dominio de ti, de mí, de nosotros.
Y desde ahí, tus manos fueron libres de acariciar mi cabello, mi pecho y finalmente cuando tus dedos terminaban de rozar mi vientre, mis ganas de ti se apoderaron de mis instintos hasta volverse inconteniblemente exquisitas.
Si hay un momento en el que el sexo te hace perder la cordura, era este, en donde me balanceaba sobre tu vientre vigorosamente, haciéndote mío, de acuerdo a mis reglas, extasiada de verte al límite; en tanto yo, cerraba los ojos y me concentraba en esa dulce sensación que al tiempo me daba más fuerza y ganas de domarte, y entre respiraciones entrecortadas y gemidos explotados, de pronto escuche a lo lejos que gritabas mi nombre, mi mente se puso en blanco, perdía las fuerzas, mi cuerpo se deslizaba hacia atrás y de pronto tus manos me contuvieron y regresaron a ti "Ven aquí, abrázame" y me colocaste en tu pecho, recordándome que soy tan tuya.
CONTACTO:
- Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca
- Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta
- Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología
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