Todos sabemos ya que las grasas dañan a nuestro organismo, que provocan enfermedades cardiovasculares, aumento de peso, incrementan el colesterol… pero esas, las nocivas, son las que se conocen como saturadas y las transgénicas. Existen otras que sí debemos consumir a diario porque son benéficas para la salud: las no saturadas y poliinsaturadas, que son necesarias principalmente para el buen funcionamiento de todas nuestras células.
Acerca de esas grasas, las “buenas”, hoy te vamos a contar lo que nos enseña Celia Francisca Arenas Lozada, maestra de nutrición clínica, profesora de medio tiempo de la UPAEP y coordinadora de la Clínica de Nutrición y del Centro de Salud Integral UPAEP.
La maestra Arenas, para empezar, explica que la diferencia entre el beneficiarnos o dañarnos radica en la cantidad de enlaces que tienen, en la rapidez con la que se saturan al someterlas a altas temperaturas y por supuesto en nuestra edad, momento, condición fisiológica de vida o patología. También depende de la frecuencia y la cantidad con que las consumamos.
Señala que las grasas que se saturan más rápidamente, las que tienen más enlaces, son las que nos van a generar más daño y además de origen ya vienen saturadas, como son todas las de origen animal. Las no saturadas y poliinsaturadas nuestro cuerpo las va a asimilar más fácilmente, principalmente son de origen vegetal, por ejemplo, los aceites de soya o cártamo, los cuales cabe aclarar que deben consumirse sin que se quemen.
Hay una excepción que es la única grasa vegetal que sí es saturada, la de coco, y acerca de esta la especialista asegura que no le gusta decir así, tal cual, que sea “mala”; sin embargo, advierte que debemos evitar consumirla con frecuencia o en gran cantidad, al igual que las de origen animal.
LOS BENEFICIOS DE LAS GRASAS SALUDABLES
Se trata principalmente de aquellas de origen vegetal y son fundamentales para el funcionamiento de cada uno de los millones de células que tiene nuestro cuerpo, ya que este requiere grasas para todas sus funciones; específicamente a nivel del cerebro, las grasas van a ser fundamentales en cada etapa de vida, agrega.
Durante el embarazo van a favorecer la formación adecuada del feto y algunas están asociadas también a la capacidad intelectual, aunque sabemos que hay muchísimos otros factores que intervienen en esto y en los primeros años de vida, sobre todo en el primer año, cuando el bebé está terminando su maduración ya extrauterinamente, expone.
Es fundamental que el niño consuma este tipo de grasas que, por cierto, están presentes en la leche materna en forma natural y en mínima cantidad, y el pequeño las requiere para completar su desarrollo y su crecimiento, principalmente en neurológico, indica.
“Después en la infancia temprana, cuando el niño adquiere más habilidades y crece constantemente, poquito a poquito, las grasas que consuma van a favorecer también a una reproducción celular óptima”, asegura.
Ya cuando somos adultos, desde la adultez joven, la nutrióloga enfatiza que no hay que consumir las grasas saturadas (de los alimentos de origen animal) porque estas favorecen la oxidación de las células, algo que se conoce como estrés oxidativo, el cual provoca el envejecimiento temprano cuando las células se oxidan y que no se va a reflejar precisamente en nuestro aspecto, en el envejecimiento físico, aunque en casos extremos sí.
Aquí la especialista pregunta si alguna vez hemos escuchado hablar de ¿qué edad tienes realmente?... y dice que esto se refiere precisamente a lo que acabamos de explicar, porque en muchas ocasiones la edad que aparentamos suele ser muy diferente a la que tenemos realmente en nuestro organismo y que se mide con el envejecimiento celular, el cual, entre otras cosas, está determinado por el tipo de grasas que se consumen.
La próxima semana te explicaremos a detalle algunos ejemplos y consejos para el consumo de alimentos que contienen este tipo de lípidos, que son principalmente de origen vegetal, aunque también existen en algunos animales, específicamente en pescados como el salmón y el atún en filete, no el de lata.