Lo que comenzó siendo un platillo, parte de una tradición de la comunidad de Cuacuila, municipio de Huauchinango, ahora es el sustento para cientos de personas y la ayuda económica para decenas de hogares de la localidad náhuatl más cercana a la cabecera municipal.
La comunidad de Cuacuila cuenta con poco más de 5 mil habitantes, unos cientos se encuentran al otro lado del río Bravo con fines de tener un empleo que les dé para “vivir mejor”, aunque son de vocación tradicional por el trabajo en el campo, optan por el lavado de platos, ayudantes en la industria de la construcción y ayuda en la jardinería, entre otras actividades.
Las mujeres que, se mantienen en la comunidad para cuidar de los hijos, se ayudan económicamente con la hechura y venta de tamales, en hoja de papatla o en totomoxtle.
Los preparan de frijol, de "rojo y de verde" (salda verde o roja), algunos tamales llevan carne de cerdo, otros, pata de cerdo, uno más costilla, incluso a algunos les cabe un huevo duro (hervido) adentro, entre otros guisos.
Algunos números extraoficiales apuntan que son unas dos decenas de mujeres que hacen tamales para venderlos y de esa actividad sostienen totalmente a su familia.
Otros números indican que, son 35 mujeres las que salen a vender sus tamales a diario para contribuir económicamente en su hogar, para "ayudar al marido" a mantener la casa.
En cambio, habría al menos unas 30 mujeres más, que atienen a sus clientes de tamales pedidos que los comensales hacen vía telefónica, pero ellas no y "ranchando" (ofrecer sus tamales ya hechos) por las calles o en algún puesto.
Doña Esther, es una mujer que desde los 20 años comenzó a vender tamales, ahora lleva 24 años a con la actividad y aseguró que es la única actividad económica que hay en su casa para la manutención; refirió que a ese quehacer le entran todos los miembros de la familia, desde los hijos y hasta el papá.
Su pareja es quien lava las hojas para envolver los tamales, mientras ella se encarga de hacer los guisados que llevan dentro los tamales, describe que los hijos se suman a las tareas de hacer los tamales, desde haciendo los mandados.
El señor se encarga de lavar los ingredientes ya picarlos para el preparado de las salsas y demás guisados que llevan los tamales, incluso ayuda a poner y quitar la “tamalera” de la lumbre.
Otro caso es el de doña Margarita, quien aprendió a hacer tamales a los 16 años; su suegra le enseñó porque a su mamá no le dio tiempo de hacerlo. La madre de margarita se dedicaba al trabajo en el campo, a la agricultura.
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En cambio, el estilo de hacer tamales fue transmitido a Margarita por la mamá de su esposo y ahora esa actividad es la que ayuda en mayor grado a la manutención de su casa, dado que su esposo en la actualidad está enfermo y su actividad laborar ha bajado.
Doña Juanita también es una mujer indígena que lleva unos 26 años haciendo tamales para vender, lo mismo se los compran en Huauchinango que, en Xicotepec, en Tulancingo Hidalgo y en el tianguis de Beristaín, Ahuazotepec.
Los tres casos son de mujeres que colaboraron para dar vida a la feria del Tamal que se celebra cada Día del padre en Cuaicuila, sólo que esta vez tuvo una baja asistencia de personas. Se lo atribuyen al Covid-19 “dado que la gente todavía no sale bien de su casa para ir a diferentes lados”, opinaron las tamaleras.
Indicaron que su situación económica se torna difícil, más aún que el ayuntamiento no les ha dado permiso para ir regresando a su actividad, “nos corrieron del mercado municipal y ahora andamos por algunas calles que ofrecen el producto y es la hora en que no se nos da permiso de regresar. Ojalá nos dejen volver al mismo lugar donde estábamos, porque la gente ya nos busca donde sabe que estamos ”, pidieron.