Una sustancia tóxica es aquella que produce efectos, alteraciones o trastornos graves en el funcionamiento de un organismo vivo; como comparación, solemos calificar con este adjetivo a las relaciones o personas que resultan perjudiciales para los demás… y esto puede darse también de padres a hijos.
La justificación en la que nos escudamos al educarlos es que para ser papás no se estudia, pero sí se puede leer para tener una guía en esta labor tan importante de ayudar a formar la personalidad de los niños y jóvenes. Por eso, hoy te compartimos la explicación de una especialista de la salud mental acerca de las conductas tóxicas que pueden los papás tener hacia sus hijos.
QUÉ ES UN PADRE TÓXICO
Jaquelin Machado, especialista en desarrollo de consciencia, indica que se entiende por padres tóxicos aquellos que envenenan el alma de sus hijos, que crean conflicto y trastorno en la mirada interna de ellos, que generan culpa y emociones negativas no resueltas en sí mismos y las proyectan a sus pequeños
Asimismo, hacen responsables de sus frustraciones y expectativas de vida no logradas a sus descendientes, les roban mucha energía y, si no hay un trabajo de consciencia en los hijos, ellos a su vez heredan la energía tóxica de sus padres.
Definitivamente con este tipo de acciones se les hace daño, porque en el supuesto nombre del amor se agrede su valía y autoestima. Esa energía venenosa queda tan grabada en los pequeños, que lo cargan a donde quiera que vayan, como una voz de verdugo y juez, asegura.
A continuación, la especialista detalla algunas de las principales conductas tóxicas con que los padres podemos perjudicar a nuestros hijos.
GRITARLES CONTINUAMENTE
Esto deteriora la autoestima, sobre todo cuando son pequeños, porque literalmente basan su mundo en los padres y cualquier comportamiento de estos es un hecho verdadero para los hijos. Por lo tanto, si los padres les gritan constantemente, terminan creyendo que ellos mismos algo tienen mal.
EXIGIRLES DEMASIADO
Existen algunos padres que exigen demasiado, les recuerdan siempre todos sus errores, son demasiado perfeccionistas y esperan que sus hijos lo hagan todo bien. Con esto, les generan un daño, pues los ataques de ansiedad, las crisis de pánico y estrés se vuelven frecuentes en ellos.
SER MUY CRÍTICOS
El ser demasiado crítico con los hijos deja una huella de herida emocional profunda, que difícilmente llegan a olvidar, incluso en su vida adulta. La crítica excesiva es un maltrato que los intimida para que hagan lo que se quiere de ellos, pero esto se convierte tarde o temprano en falta de amor propio, baja autoestima y probablemente se pueden transformar en personas insensibles.
COMPARAR ENTRE HERMANOS
Las consecuencias que trae el hacer esto son drásticas, en grados extremos, ya que los padres dramatizan su vida al formar bandos entre hermanos. El ponerlos a favor de mamá o de papá, genera culpa a los hijos, recelo entre ellos.
El favorito se siente superior a los otros, pero también asfixiado por su padre o madre; por su parte, los que no son tan favorecidos, se sienten no merecedores y culpables. Esto los lleva a tratar de destacar en alguna actividad, académica, deportiva o social, para llamar la atención del que los rechazó.
QUERER MANIPULARLOS
El buscar manipularlos constantemente crea una distorsión y un desequilibrio de la percepción de sí mismo del hijo. Al generarle culpa por todo, debido en general a la frustración de vida del propio padre, causa en los hijos la falta de aceptación y el no creer en sus propios logros, en su éxito, cuando lo tienen.
Ante esto, constantemente buscan --aunque sea en formas sutiles-- cuando son adultos, la aprobación y el aprecio del padre o madre tóxico y se quedan continuamente en estados de ansiedad, pues nunca lo consiguen; los hace sentir descalificados y los lastima.
Piensan que sus sentimientos y necesidades no son importantes, nunca se pueden comunicar de forma adulta, porque los padres tienden a ser explosivos y cuando son niños los hijos surgen gritos, descalificaciones, agresión y maltrato, y desafortunadamente con el tiempo este tipo de perfil se agudiza.
PONERLES ETIQUETAS, AUNQUE SEAN POSITIVAS
El etiquetar a los hijos es limitar de alguna manera sus capacidades. Cuando la etiqueta es positiva, los hijos van a buscar siempre acomodarse esos “sellos”, lo cual destruye su aptitud y con ello su capacidad de aprender; por otro lado, las etiquetas negativas desequilibran y fracturan el amor propio de los hijos.
ENSEÑARLES A OCULTAR SUS EMOCIONES
El educarlos en este sentido los desvincula de sí mismos, entonces las emociones son cruzadas, por ejemplo, cuando ríen en realidad están llorando, porque les enseñaron que llorar es para personas débiles; en estos casos, no saben canalizar adecuadamente ya sea el enojo, la tristeza, la frustración, la alegría.
Cuando esto pasa, caen en excesos de ingesta de sustancias, sexuales, de comida, adicción al trabajo, neurosis de perfección, entre otras conductas y se crea una falsa identidad al evadir o reprimir las emociones, que terminan por manifestarse por medio de enfermedades y accidentes, por mencionar solo algunos.
SER POCO AFECTUOSOS
El ser poco afectuoso con ellos puede generar en ellos, entre otras cosas, angustia, ya que los padres son el primer vínculo de afecto que los niños tienen y si este es raquítico, deplorable, tóxico y muy denso, entonces la desconfianza y la inseguridad en los hijos forman parte continua de su vida.
PROYECTAR NUESTROS SUEÑOS EN ELLOS
Proyectar los sueños e ideales de los padres en los hijos, para empezar, les roba identidad propia, crea en ellos resentimiento y rencor por la intimidación que los padres, a través de la manipulación y la agresión física o verbal, ejercen sobre sus hijos.
El obligarlos ya sea a estudiar la carrera que los padres eligen, la pareja, el trabajo, la ropa o sus amistades, entre otras cosas, genera falta de confianza o desconfianza en los demás, inseguridad e inestabilidad, neurosis de perfección, miedo a lo desconocido o falta de espontaneidad, porque no creerán en sí mismos.
CÓMO EVITAR LAS CONDUCTAS TÓXICAS
Como padres, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo por apoyar a nuestros hijos en su camino para convertirse en personas sanas, felices y exitosas, pero en el camino también nos podemos equivocar, al adoptar comportamientos negativos y tóxicos.
Un ejemplo de este tipo de conductas dañinas es el proyectar tus sueños e ideales en los hijos, ya que esto, para empezar, les roba identidad propia, crea en ellos resentimiento y rencor por la intimidación que los padres, a través de la manipulación y la agresión física o verbal, ejercen sobre sus hijos.
El obligarlos ya sea a estudiar la carrera que los padres eligen, la pareja, el trabajo, la ropa o sus amistades, entre otras cosas, genera falta de confianza o desconfianza en los demás, inseguridad e inestabilidad, neurosis de perfección, miedo a lo desconocido o falta de espontaneidad, porque no creerán en sí mismos.
Cuando se cae en este tipo de excesos, es importante hacer algo para liberarlo, ya que las heridas emocionales que dejan los padres tóxicos, te persiguen si no te libras de ellas a través de un trabajo interno profundo, asegura Jaquelin Machado, profesional de la salud mental con especialidad en coaching multidimensional.
Para lograrlo, la especialista aconseja que hagamos lo siguiente:
Ama a tus padres para que puedas liberarte de las cadenas emocionales, psíquicas y mentales que te atan a ellos. Para ello has de hacer un verdadero trabajo por ti, pues recuerda qué somos esclavos de lo que rechazamos y libres de lo que amamos.
Comprende que los padres tóxicos drenan tu energía vital, al contrario de los padres nutritivos, que dan energía vital.
Como padre o madre, reconoce los patrones de repetición que tú heredaste de tus padres y qué estás transmitiendo a tus hijos.
Como hijo de padres tóxicos, reconoce la diferencia entre una relación que nutre y una que drena.
Identifica tus heridas emocionales, para que puedas iniciar un proceso de sanación. ¿Cómo lo vas a hacer?, deja de dar tu energía de vida; esto lo puedes hacer como adulto, trabaja a tu niño interior herido, pues cuándo eres pequeño eres vulnerable y dependiente de tus padres.
Pon distancia con tus padres, que en ocasiones no es necesariamente física, aunque sí se puede dar. Aléjate emocional y psíquicamente, de tal forma que aprendas a manejar la culpa que te genera el aprender a cuidarte y sanar.
Busca apoyo profesional para aprender a identificar las heridas más profundas guardadas en el inconsciente.