Luego de uno de esos días complicados (más de lo usual), regresaba a casa después del trabajo con cierto hartazgo e incomodidad, no todos los días salen como lo planeas, pero finalmente volvía a casa a resolver el torrente de emociones encontradas de un jefe que no entendía mi preocupación por culminar el proyecto sorpresa que ocupaba más tiempo que el destinado para su realización.
Mientras me preguntaba cuáles serían mis planes durante el resto de la semana para poder tener las cosas en orden y sin que mi mundo se pusiera de cabeza, mi listado de música en modo aleatorio me sorprendía con “The only exception” de Paramore, esa canción entrañable que no escuchaba hacía ya algunos años, 8 para ser exactos.
De pronto mi cabeza se nubló y volví a esa escena en una cafetería cercana a la preparatoria donde estudiaba, en aquella conversación obligada con mi entonces novio de la escuela, ambos sabíamos que quizás era la última oportunidad para hablar de nosotros y que posiblemente era un momento determinante en la búsqueda de caminos hacia lo que en ese entonces anhelábamos profesionalmente, porque cada uno tenía un rumbo definido hacia universidades distintas, no obstante, ambos nos debíamos la resolución sentimental de una relación intermitente, caótica e inestable, propia de esa edad.
“Te amo” dije de manera vacilante mientras ambos nos mirábamos fijamente, era la primera vez que lo decía porque así lo sentía, por mi parte he de decir que fue una expresión no razonada, que salió de mí de forma natural y espontánea, después, hubo una larga pausa en nuestra plática hasta que Marco, con un cierto lenguaje corporal que manifestaba indiferencia replicó “Yo no, aún no, tal vez me hace falta descubrir un poco más de ti” a lo que repliqué de forma automática y sin rastro de expresión “El tiempo que tuvimos para descubrirnos ha llegado a su fin”.
Inconscientemente sonreí, porque paradójicamente me sentía más tranquila y liberada, al tiempo sonaba Paramore con esa canción que hablaba de encontrar un amor que hacía la excepción a la regla y que sencillamente cautivaba todos los sentidos al punto de derretirlos, de ir en contra de todo aquello de lo que nunca pensaste vivir con nadie y que solo lo harías con una sola persona, me aliviaba de alguna u otra forma saber que Marco sencillamente no era mí esa excepción, sí, lo amaba, pero aún no con esa intensidad.
Y como la vida es una paradoja, 8 años después, encontraba sentido a todas y cada una de las estrofas de esa canción con un amor distinto, impredecible, de esos carentes de cursilerías pero llenos de confidencias y charlas interminables, de esos con los que entiendes que el amor no es sinónimo de necesidad, estoy clara en este punto de mi vida que el hombre que me hace sonreír cada día lo amo porque no lo necesito.
Porque mi amor hoy no se basa en estándares idealistas, mi amor hoy es pequeño, limitado pero al mismo tiempo poderoso, sin excesos de ilusiones, expectativas y exigencias de cubrir, incluso aquello que como pareja no nos corresponde ofrecer, cuando percibes al otro más que como un ente que requiere la cobertura de todo el “checklist” que pensamos una relación nos “tiene que dar”, y le observas como un compañero de vida, le permites y te permites la libertad de ofrecer la espontaneidad que alimenta el afecto, la complicidad y la pasión, y esta, por el momento, es mi forma de creer en el amor y sus excepciones que en el camino crea.
*Médico psiquiatra, sexólogo y psicoterapeuta.
Director de Mindful. Expertos en psiquiatría y psicología.