/ domingo 28 de octubre de 2018

Casa del Noviciado de Santa Clara | TURISTEANDO CON EL BARÓN ROJO

Otra aventura más que disfruté en mi diario andar por estas calles de Dios

Hola queridos lectores, gracias nuevamente, aquí su servidor entregándoles mi acostumbrada nota de cada semana ya en este último domingo de octubre y disfrutando de una hora más de sueño, ya me hacía falta y me imagino que a ustedes también.

En esta ocasión les voy a narrar otra aventura más que disfruté en mi diario andar por estas calles de Dios, ahora adentrándome en la historia de una enorme casona del Centro Histórico y con alegría les participo, que otra más, así es otra casona más rescatada de la destrucción del tiempo, majestuosamente restaurada, comienzo mi narración:

Corría el año de 1672, cuando se construye el templo de Santa Clara, para lo cual se le designa el cuartel norponiente de la tercera manzana al norte de la Plaza de Armas de la ciudad, destinándole toda la acera sur de la calle de las cruces, para el año de 1796, ya se le designa calle del costado de Santa Clara, para esas fechas el templo ya estaba terminado, dejando en lote baldío los terrenos a su costado oriente, los cuales se le asignan en propiedad para construir con usufructo para el convento al señor Julio Ziegler, de origen germano español, quien construye en los años 1864 al año de 1869, los inmuebles de los lotes números 3, 5 ,7 y 9, entregándole a la iglesia para uso conventual las casas números 3 y 5, las cuales funcionan como convento y casa para novicias, dejando para su uso personal las casas 7 y 9, el señor Ziegler, fallece en Francia en el año de 1905.

Las casas para religiosas funcionan como tal hasta el año de 1922, cuando por disposición del gobierno federal, se cierran los conventos, pasando la casa conventual a convertirse en colegio privado, funcionando hasta el año de 1996, y la casa de novicias y las dos siguientes se venden a particulares.

A partir de los años treinta las tres casas, las número 5, 7 y 9 funcionan como vecindades, dejándolo ser en distintas fechas, la casa de novicias, la cual se centra esta nota, el dueño la vende en el año de 1998 a la familia Betancourt, quien la recibe en calidad de ruinas, y en un esfuerzo de verdadero amor al patrimonio poblano, invierten todo su capital económico, moral y humano en devolverla a la vida, y es tan sorprendente el trabajo realizado, que le entregan a la comunidad de esta ciudad una verdadera mansión del siglo XVIII, tan hermosamente restaurada, que al compararla con las fotos originales que se tomaron cuando la adquirieron, es imposible creer las verdaderas ruinas que recibieron, hasta parecen las ruinas de la Alemania de la post guerra en 1945.

La casa consta de dos patios, el primero, de dos pisos, con entre piso, el segundo, un amplio patio luciendo sus enormes cuartos con un balcón que recorre todas las habitaciones dándole una increíble vista del clásico patio colonial poblano, y desde luego, con su fuente ornamental, los pasillos del primer patio, luciendo una bella marquesina elaborada con bóvedas catalanas, sus escaleras, totalmente de piedra de cantera, y como detalle, un bello y discreto puente que cruza el patio, y desde luego, con su fuente ornamental incluida, toda una belleza de la arquitectura del siglo XVIII.

Al caminar por los pasillos de esta casona uno se imagina todas las historias que encierran estos muros, las vidas de niñas que se entregaron al servicio de Dios, cuántas se llegarían a ordenar monjas, cuántas se retiraron al no soportar una vida de entrega total, cuántas dejaron sus vidas dentro de estos muros, solo el tiempo y Dios sabe lo que vivieron estas mujeres, sus historias, sus anécdotas, sus vidas, su entrega en cuerpo y alma, vidas que respiran en estos los que fueron sus pasillos, en las que fueron sus celdas, en lo que fue su mundo, el mundo de las mujeres al servicio de Dios.

Mi amplio agradecimiento a la familia Betancourt por las facilidades y el material fotografico prestado a su servidor para la realizacion de esta nota.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, agradezco el favor de tu atención, mi correo a su disposición profelalo2002@hotmail.com, mis páginas Eduardo Zamora Martínez y Lalo Zamora, WhatsApp: 22 12 532690, y Twitter: @elbaronrojo62, se despide de ustedes su amigo El Barón Rojo. Hasta la próxima.

Hola queridos lectores, gracias nuevamente, aquí su servidor entregándoles mi acostumbrada nota de cada semana ya en este último domingo de octubre y disfrutando de una hora más de sueño, ya me hacía falta y me imagino que a ustedes también.

En esta ocasión les voy a narrar otra aventura más que disfruté en mi diario andar por estas calles de Dios, ahora adentrándome en la historia de una enorme casona del Centro Histórico y con alegría les participo, que otra más, así es otra casona más rescatada de la destrucción del tiempo, majestuosamente restaurada, comienzo mi narración:

Corría el año de 1672, cuando se construye el templo de Santa Clara, para lo cual se le designa el cuartel norponiente de la tercera manzana al norte de la Plaza de Armas de la ciudad, destinándole toda la acera sur de la calle de las cruces, para el año de 1796, ya se le designa calle del costado de Santa Clara, para esas fechas el templo ya estaba terminado, dejando en lote baldío los terrenos a su costado oriente, los cuales se le asignan en propiedad para construir con usufructo para el convento al señor Julio Ziegler, de origen germano español, quien construye en los años 1864 al año de 1869, los inmuebles de los lotes números 3, 5 ,7 y 9, entregándole a la iglesia para uso conventual las casas números 3 y 5, las cuales funcionan como convento y casa para novicias, dejando para su uso personal las casas 7 y 9, el señor Ziegler, fallece en Francia en el año de 1905.

Las casas para religiosas funcionan como tal hasta el año de 1922, cuando por disposición del gobierno federal, se cierran los conventos, pasando la casa conventual a convertirse en colegio privado, funcionando hasta el año de 1996, y la casa de novicias y las dos siguientes se venden a particulares.

A partir de los años treinta las tres casas, las número 5, 7 y 9 funcionan como vecindades, dejándolo ser en distintas fechas, la casa de novicias, la cual se centra esta nota, el dueño la vende en el año de 1998 a la familia Betancourt, quien la recibe en calidad de ruinas, y en un esfuerzo de verdadero amor al patrimonio poblano, invierten todo su capital económico, moral y humano en devolverla a la vida, y es tan sorprendente el trabajo realizado, que le entregan a la comunidad de esta ciudad una verdadera mansión del siglo XVIII, tan hermosamente restaurada, que al compararla con las fotos originales que se tomaron cuando la adquirieron, es imposible creer las verdaderas ruinas que recibieron, hasta parecen las ruinas de la Alemania de la post guerra en 1945.

La casa consta de dos patios, el primero, de dos pisos, con entre piso, el segundo, un amplio patio luciendo sus enormes cuartos con un balcón que recorre todas las habitaciones dándole una increíble vista del clásico patio colonial poblano, y desde luego, con su fuente ornamental, los pasillos del primer patio, luciendo una bella marquesina elaborada con bóvedas catalanas, sus escaleras, totalmente de piedra de cantera, y como detalle, un bello y discreto puente que cruza el patio, y desde luego, con su fuente ornamental incluida, toda una belleza de la arquitectura del siglo XVIII.

Al caminar por los pasillos de esta casona uno se imagina todas las historias que encierran estos muros, las vidas de niñas que se entregaron al servicio de Dios, cuántas se llegarían a ordenar monjas, cuántas se retiraron al no soportar una vida de entrega total, cuántas dejaron sus vidas dentro de estos muros, solo el tiempo y Dios sabe lo que vivieron estas mujeres, sus historias, sus anécdotas, sus vidas, su entrega en cuerpo y alma, vidas que respiran en estos los que fueron sus pasillos, en las que fueron sus celdas, en lo que fue su mundo, el mundo de las mujeres al servicio de Dios.

Mi amplio agradecimiento a la familia Betancourt por las facilidades y el material fotografico prestado a su servidor para la realizacion de esta nota.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, agradezco el favor de tu atención, mi correo a su disposición profelalo2002@hotmail.com, mis páginas Eduardo Zamora Martínez y Lalo Zamora, WhatsApp: 22 12 532690, y Twitter: @elbaronrojo62, se despide de ustedes su amigo El Barón Rojo. Hasta la próxima.

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