ROMA, Italia. La asociación de cruceros defendió este jueves en Roma el paso de sus barcos por Venecia, que según ellos representan una bendición económica y social, pese a la críticas de los ecologistas y de los defensores de la estética de la ciudad de los canales arruinada por esos mastodontes acuáticos.
"Se nos acusa de todo tipo de cosas, pero nosotros somos los más interesados en proteger el medio ambiente, por nuestros clientes", sostiene Roberto Martinoli, presidente de Clia (Asociación Internacional de Líneas de Cruceros), que reúne a 62 compañías con más de 450 barcos.
Según los datos de la agencia ambiental regional de Veneto, citados por Martinoli, la proporción de contaminación atribuible a los cruceros es del 8% en verano y del 2% en invierno, muy limitada, subraya.
El volumen de negocios de la industria de cruceros representa aproximadamente el 3% del PIB de Venecia, según un estudio de Risposta Turismo, una compañía especializa del sector.
"Los gastos por pasajero, tripulaciones y barcos alcanzaron los 155 millones de euros en 2017 en Venecia", recalca el estudio.
La industria de cruceros, cuya facturación ha disminuido en los últimos años en Venecia, quiere reactivarse y crear nuevos empleos a través de la construcción de una nueva terminal marítima en el antiguo puerto industrial de Marghera.
Italia adoptó en noviembre de 2017 un plan de desarrollo para la laguna que contempla esa actividad lucrativa, pero cambiando el recorrido de los barcos para que no pasen frente a la histórica plaza de San Marcos, una joya de la arquitectura bizantina.
Venecia intenta reglamentar el flujo de turistas, que es de 30 millones al año, debido a la amenaza que constituye para su delicado patrimonio artístico.
"No son el millón y medio de pasajeros de los cruceros que la amenazan, ya que de ellos se conoce el día y la hora de llegada. El problema son los millones de turistas que vienen por el día con el almuerzo en el saco", sostiene Pino Musolino, presidente de la Autoridad Portuaria de la ciudad.