Hola queridos lectores, gracias nuevamente por recibirme en sus hogares ya en este lluvioso mes de junio; ahora sí, a sacar sombrillas e impermeables, y a disfrutar de esta lectura acompañados de un buen cafecito.
En esta ocasión les voy a platicar la historia de un oficio que se niega a morir: la restauración de camas de latón. Les parecerá un poco extraño este tema, pero fíjense que tiene mucha relación con la historia de nuestra ciudad, en seguida se los platico.
¿Qué es el latón?, es una aleación de cobre y zinc, maleable, altamente resistente y fácil de abrillantar, pero también fácil de arruinarse por acción del medio ambiente, por eso la necesidad de darle mantenimiento permanentemente, abrillantándolo con abrasivos suaves, y es ahí donde entra la participación del restaurador de este metal, el artesano abrillantador.
Se tienen datos históricos de camas majestuosas desde la antigua Roma, Egipto y Grecia, elaboradas con finísimos metales, con enormes pabellones encortinados, pero las de latón tienen su origen en la Francia de los Luises, esto es desde el siglo XIII, hasta el XVI; las camas más elegantes ya se fabrican para las mejores familias en Francia, Alemania, Bélgica y Holanda.
A México comienzan a llegar a partir de la consumación de la Independencia, en 1821, cuando el país es ya considerado un socio comercial a nivel mundial y se vuelve la casa de miles de familias francesas, atraídas por las oportunidades de fundar negocios, empresas e industrias, y lógicamente, se traen de su país todo mueble posible, para estar más cómodos en sus nuevas casas, instalándose con mueblerías con incrustaciones, enormes roperos, vajillas y cubiertos de plata, y desde luego, el tálamo nupcial por excelencia: la cama de latón.
Pero la época dorada para estas camas fue la llegada de Maximiliano de Habsburgo, con toda su parentela y servidumbre; lógicamente, las familias pudientes mexicanas no se querían quedar atrás en la moda, y comienza la importación de grandes cantidades de camas desde Francia y España, con mil y un estilos diferentes, desde diseños sencillos, hasta altamente garigoleados y rebuscados, convirtiéndose en un dolor de cabeza para la servidumbre a la hora de limpiarlas, todo un reto a la paciencia.
EL PULIDOR DE LATÓN
Un oficio artesanal que se niega a morir, tan antiguo como las mismas camas. El primer paso antiguamente era hacer un dibujo de la piecera y la cabecera (hoy en día basta con fotografiarlas), para dar paso al desarmado completo, pieza por pieza; acto seguido la restauración de abolladuras y daños en las tuberías de latón, y a continuación el pulido de cada pieza.
¿Sabías que el color original de esas camas no era el dorado sino el plateado?, porque las camas venían niqueladas, pero el uso y desgaste, provocó que se cayera el níquel y apareciera el dorado del latón y a sus dueños les gustaron más en este tono, además que resulta más barato pulir el latón que niquelarlo.
Generalmente los postes principales de las camas eran tubos de gran diámetro, hasta de 8 cm, lo que resultó en la necesidad de instalarles tapones y bolas ornamentales, pero con un pequeño detalle: eran desmontables, lo cual resultó en convertir sus patas en cajas fuertes improvisadas, en las que se han encontrado desde dinero de la Revolución, hasta papeles importantes de la época, incluso monedas de oro.
¿En cuánto se cotiza una restaurada y en perfectas condiciones?, desde 24 hasta 30 mil pesos, una cuna sencilla, hasta en 10 mil pesos y su valor seguirá subiendo con el tiempo.
¿Y sabías que la ciudad de Puebla fue uno de los lugares con más camas de latón en el país?, inclusive sobre la ciudad de México, esto se debió a la gran cantidad de familias francesas que se establecieron aquí.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, nos leemos la próxima semana.
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