Hola compañeros lectores, ¿cómo están? Espero que les haya gustado la primera parte de mi relato del increíble viaje por treinta y siete días en la cordillera del Himalaya de India y Nepal.
Después del caos en el que estuvimos inmersos más de 6 días, después de lograr salir de Nueva Delhi comenzamos un recorrido espectacular, yo me encontraba extasiado por toda la naturaleza que podíamos ver y todos estábamos verdaderamente felices y muy atentos, ya que ahora sí iba a empezar el verdadero viaje.
Los caminos de terracería cada vez eran más sinuosos, llenos de grandes piedras y precipicios que parecían no tener fin, cada vez nos acercábamos más a las montañas, la nieve se veía muy cerca, el clima empezaba a enfriar y las condiciones eran más complicadas. Podíamos ver las cimas de las montañas muy cerca, los últimos pueblos habían quedado atrás…
Pudimos llegar al primer objetivo, Sach Pass a 4,500 m de altura, ¡¡estábamos exhaustos!! La vista era impresionante: nieve por todos lados, muchos picos nos rodeaban al igual que precipicios, afortunadamente el clima y las montañas nos permitieron ver e introducirnos en su territorio, el más hostil que he visto.
Yo no cabía de asombro y felicidad, ya que desde niño veía documentales y leía sobre esta impresionante cordillera, no podía imaginar que ya estaba ahí. Unos días antes de partir hacia esta aventura pude asistir a una conferencia del mejor alpinista que ha tenido México y el 4º mejor en el mundo por sus records: Carlos Carsolio. En verdad su relato de lo que vivió en esta cordillera fue estremecedor, estando yo ahí recordaba algunas de sus palabras y mi admiración era completa.
Estuvimos tres días recorriendo montañas, viendo deshielos, precipicios sin final, cabras caminando literal sobre las paredes, hasta que las montañas nos dijeron: “no más”.
ATRAPADOS
El clima empeoró rápidamente y llegó un fuerte temporal que hizo que cerraran todos los caminos, una tormenta de nieve atípica empezó a caer, afortunadamente estábamos en un pequeño pueblito y ahí nos resguardamos por tres días.
Durante el día había niebla, frío y algo de nieve; en las noches el sonido del viento era intimidante y pensé: “yo no avanzó más, no tenemos el equipo necesario, ni la experiencia, ni las rutas y le están haciendo caso al más inexperto del grupo”.
Al día siguiente de mi decisión, nos encontramos a un grupo de hindús en moto, que también quedaron atrapados y nos comentaron que irían para otro lado, preguntaron si queríamos ir con ellos y no dudamos un segundo. Nos llevaron por unos caminos hermosos y fantásticos, nuevamente vistas increíbles y paisajes únicos, hasta que llegamos a Killar, el pueblo cerca de Pakistán.
EL PUEBLO TRISTE
Las miradas de la gente son diferentes, tal vez de tristeza, tal vez de guerra… no las puedo expresar, había gente armada y varios militares por las calles, aun viendo eso no sentía peligro, solo precaución. El pueblo en verdad era horrible, polvoso, mucha gente en las calles y también ruidoso.
Esa noche nos reunimos los cuatro para comentar algunas cosas del viaje, sin motivo aparente empezaron algunas diferencias y necedades, decidí “pintar mi raya”. Les comenté que el Himalaya era de respeto, que no era el cofre de perote (sin ofender) y que NO intentaran avanzar en algo inútil, que hiciéramos el plan de Simon, el inglés y que nos dejáramos de tonterías. No tuvieron más remedio que aceptar (momentáneamente, después me di cuenta).
Al día siguiente nos despedimos de nuestros amigos hindús y empezamos un nuevo viaje hacia otro destino, cambio de planes una vez más…
Íbamos muy relajados y contentos, disfrutando el paisaje, cuando nos detuvimos a contemplar un hermoso lago entre las montañas, a lo lejos pudimos ver un hermoso pueblito y alcanzamos a escuchar los cantos musulmanes de esa pequeñita población. Fue estremecedor.
APOCALIPSIS
Llevábamos varias horas de viaje, cuando llegamos a una carretera espantosa; Jaime la describió perfecto: “una carretera apocalíptica”, por todos los que circulaban por ahí: falta de precaución, de civilización, de educación, de sentido común, un verdadero caos. Me imaginé por un momento que eso pasaría si el popo hiciera erupción… eso iba pensando cuando de la nada, invadiendo mi carril, salió un auto; apenas pude esquivarlo, recuerdo el golpe de mi casco contra el suelo y sentir inmediatamente otro en el hombro y cadera.
Después de unos minutos en el suelo y escuchar varias voces en hindú, gente tratando de ayudarme a incorporarme y mis amigos preguntándome si me encontraba bien, me levanté y vi que no tenía yo nada roto, me trepé a la moto y continuamos al siguiente pueblo.
Obviamente la moto quedó averiada, pudimos llegar a un taller y yo apenas podía manejar, nos quedamos en un hotel; obviamente no pude dormir y decidí no seguir más, no podía manejar y sepa Dios a donde querían ir.
No me quedó más remedio que seguir manejando dos días más con dolor, muy despacio y sin muchas ganas, hasta el siguiente pueblo en donde finalmente les dije que yo no seguía y que abortaba el Himalaya de India, ya que era muy probable que por el mal clima estuviera cerrado.
Esa noche me puse a investigar qué podía hacer en India y cambió mi viaje por completo. Al comentarle a mi gran amigo Jaime todo lo que visitaría me dijo: “Ya estás mi Paquito, no te regresas solo, me voy contigo”.
A partir de aquí cambió por completo mi viaje: otros destinos por visitar, muchos más momentos para reflexionar, estar solo y tratar de entender una cultura completamente diferente a lo que había visto, aún sigo sin entender muchas cosas. Y la próxima parada será… ¡el Taj Mahal!
Continuará…
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