Por su mística, por querer contemplar de primera mano los ritos sagrados de los monjes o porque el interés que genera la cultura tibetana está en aumento, visitar el monasterio de Labrang es hoy tendencia entre miles de turistas chinos ávidos por descubrir las zonas más remotas del país.
No en vano, el monasterio, fundado en 1709 y situado en la prefectura autónoma tibetana de Gannan (provincia de Gansu, oeste) está considerado como una de las principales instituciones educativas del budismo tibetano en China y, además, aparece rodeado espectaculares paisajes naturales.
Si bien hasta hace bien poco la mayoría de los turistas que se adentraban en la región eran extranjeros, la situación ha cambiado en los últimos años y son ahora los visitantes locales quienes llegan en cada vez más número para buscar la paz interior.
Y es que muchos chinos de la etnia Han viajan hasta aquí para escapar del mundanal ruido, pero también para rendir pleitesía a una religión que floreció en China durante la dinastía Tang (618-907), cuyos emperadores establecieron innumerables templos a lo largo del país.
"Fue la edad dorada del arte y la literatura chinas y contribuyó a la formación de la mentalidad de los chinos en estética, política o la medicina", relata a Efe Wang, un turista chino que practica las enseñanzas del budismo.
En un apartado dentro de la sala de rezos -donde reina un silencio sepulcral que solo es interrumpido por el zumbido de los mantras- algunos monjes del millar que ocupan el complejo monástico aleccionan a los turistas y los bendicen, eso sí, por un buen puñado de yuanes.
Hoy día hay unos 240 millones de budistas en China que peregrinan a estos centros religiosos, aunque también gustan de aprovechar el viaje para comprar cuadros y otros objetos de imaginería budista.
Algunos de ellos pueden llegar a costar más de 10.000 yuanes (1.420 dólares, 1.270 euros), constató Efe.
No es de extrañar, por tanto, que muchos de tibetanos de Gannan dediquen toda su jornada laboral a pintar pacientemente trípticos sobre el karma, el nirvana o la omnisciencia.
"Para pintar estos cuadros hay que ser un ferviente creyente y conocer bien el lenguaje y la cultura budistas", explica Xie Wenli, encargada de promocionar el monasterio a los turistas.
Según relata, el monasterio terminó sus labores de restauración este año y a los turistas les llama la atención el hecho de que nunca antes había sufrido reparaciones.
También llaman la atención un centro educativo y una inmensa biblioteca repleta de libros inmemoriales que adoctrinan sobre historia, filosofía y medicina tibetanas.
Ubicado en el condado de Xiahe de Gannan, este enorme complejo religioso se encuentra en una zona donde conviven chinos de la etnia mayoritaria Han con tibetanos y musulmanes Hui, aunque en la localidad sus barrios están claramente separados.
Además, entre los extranjeros goza de especial popularidad porque para llegar a él no hace falta ninguna autorización especial, mientras que en la región del Tíbet se necesita un permiso de viaje para poder visitarlo, requisito que las autoridades justifican "en las tradiciones únicas del Tíbet, el patrimonio cultural, la capacidad de recepción y las necesidades de protección ecológica".
No obstante, el monasterio de Labrang no ha estado exento de controversias: en 2008, algunos budistas participaron en protestas contra las políticas chinas en el Tíbet y en 2012 dos tibetanos se prendieron fuego a lo bonzo junto a sus muros.
Aunque Pekín atribuyó las protestas a movimientos independentistas tibetanos, expertos y testigos señalan que se debieron al malestar por el aumento de la pobreza entre la etnia tibetana frente al enriquecimiento de los Han.
Pero los monjes de hoy aparentan no prestar demasiada atención a todo aquello que sucede a su alrededor y mientras algunos ondean sus hábitos, aparentemente haciendo gala de su desapego por las cosas materiales, otros se muestran más terrenales y curiosean sus teléfonos móviles, con los que piden comida a domicilio.
Mientras, a cientos de metros del monasterio y ante la mirada de los curiosos, otros practican el ritual de la circunvalación y recitan textos sagrados a su paso por las ruedas de plegarias giratorias.
El turismo interno forma parte de los planes de China para impulsar el consumo y el desarrollo de las regiones occidentales: en 2018 unas 130.000 personas salieron del umbral de la pobreza en la provincia de Gansu gracias a proyectos de turismo rural relacionados con las tradiciones locales, según organismos oficiales.