Hola queridos lectores, gracias por recibirme en la calidad y la calidez de sus hogares en este ultimo día del mes de junio, ya nos despedimos de medio año, y esta segunda mitad se va a ir como agua entre las manos.
En esta entrega les voy a narrar la historia de un personaje de la Puebla colonial, llamado “el tapado”; pero no, no se crean que es algo relacionado con la política, no, este personaje tuvo su peculiar historia y aquí se las platico de una manera muy breve, comencemos.
En el año del señor de 1683, arriba al puerto de Veracruz el español Antonio de Benavides, marqués de San Vicente, alias “el tapado”, ataviado con grandes joyas y lujoso vestuario, arrendando dos carretas para el transporte de su equipaje, que según cuentan las crónicas de la época se hospedó en el Mesón del Cristo, (actualmente 8 oriente 16).
El tapado, apodado así por la peculiar forma de vestirse, sobre todo por su costumbre de estar encapuchado a toda hora del día, mote que de inmediato le dio la sociedad que lo trató.
Se dirigió a presentarse ante las autoridades como visitador de la corona española, presentando papeles falsos que lo acreditaban como el mismo, incluso autonombrándose regente y representante de la reina Mariana de Austria, esto motivó a que fuera atendido donde se presentara a cuerpo de rey, realizando trámites, autorizaciones, todo a nombre de la Corona española, lográndose hacer de una cuantiosa fortuna.
Pero su buena suerte se le acabó al fin, y todo por un error cometido. Cuenta la leyenda que estando en la oficina del gobernador, y como era su costumbre, autorizando cuanto trámite se le pedía, escuchó a otro visitante a esa oficina leer un documento en antiguo hebreo, y este señor muy amablemente se ofreció a traducirlo, y cuán grande fue su error, que se descubrió que era judío, y no católico.
De inmediato fue puesto en arresto y trasladado a la ciudad de Nueva España, al edificio del Santo Oficio, hoy en día Palacio de Medicina en la explanada del templo de Santo Domingo, en el centro histórico de la ciudad de México.
Don Antonio de Benavides, acusado de judaísmo, al negarse a aceptar la conversión religiosa al catolicismo, es enjuiciado y sentenciado a morir en la horca, pues además de los delitos religiosos, se le inculpó de todos los fraudes que cometió en la ciudad de Puebla.
Fue ejecutado el 12 de julio de 1684 pero, aquí la coincidencia, en ese instante se presentó en el país un eclipse de sol, espantando a la muchedumbre, gritando que se estaba ejecutando a un inocente, pero aun así, la sentencia se cumplió.
Se ignora por órdenes de quien, pero su cabeza fue separada de su cuerpo, trasladada a la ciudad de Puebla y puesta en exhibición, a manera de escarmiento, en la arcada mayor del atrio del templo de La Compañía de esta ciudad.
Permaneció en exhibición por 20 días, pues los sacerdotes jesuitas, ante el espectáculo tan escatológico que representaba ese objeto en descomposición, pidieron al alcalde de la ciudad que fuera retirada, ignorándose donde se le daría sepultura. De esta manera terminaría la efímera vida de este personaje de la Puebla colonial.
Soy Jorge Eduardo Zamora y nos leeremos la próxima semana.
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