Hola, compañeros lectores, ¿cómo están? En dos relatos anteriores les empecé a platicar sobre el viaje que hicimos Carlita y yo en modo road trip por Baja California para llevarle una camioneta a la hija de un primo mío, que vive en Ensenada. Los primeros días en la Península conocimos La Paz, de ahí hicimos un tour a la Isla Espíritu Santo y el increíble “acuario del mundo”, Cabo Pulmo.
Luego nos fuimos para Todos Santos: caminamos un rato por el pueblito, vimos algunos bazares, tomamos fotos, comimos ricos tacos de pescado y continuamos con nuestro viaje. Y ahora sí empezaba el camino hacia Ensenada.
Me tardaría mucho y yo creo que los aburriría si les cuento todo lo que existe por esos rumbos, así que ahora solo me voy a enfocar en tres eventos importantes que vivimos desde La Paz hasta Ensenada.
La carretera es muy angosta, sin acotamiento y con muy pocas curvas; no hay muchos vehículos recorriéndola, el calor es abrumador, el paisaje es hostil, desierto, cactus, piedras y de vez en cuando se ve el mar. Ya teníamos nuestra guía de qué queríamos conocer así que los puntos los teníamos bien identificados, desafortunadamente algunos lugares de interés los tuvimos que omitir, sino seguiríamos allá.
Algo no me quería perder: observar las pinturas rupestres que se encuentran en la Reserva de El Vizcaíno, algo sabía yo de ellas. Tuvimos que desviarnos como 2 horas en carretera y luego en terracería para llegar a un pequeño pueblito de 15 familias llamado San Francisco. El camino es verdaderamente increíble: subes muchas montañas completamente áridas y a los lados hay unos caños gigantescos; los cerros parecen que los cortaron de un tajo, se ven planos; las liebres que se cruzan por el camino son enormes, parecen perros.
En el pueblito hay que pedir permiso para que un guía nos acompañe y así lo hicimos: el chamaquito nos llevó a la cueva que está muy cerca, es una cueva bastante grande del tamaño aproximado de 2 tráileres, tanto de largo como de alto, y ahí están las pinturas tipo gran mural que pintó alguna tribu hace más de 2 200 años.
Son pinturas de color rojo y negro, tienen varias figuras de hombres, venados y pumas; hay pinturas del tamaño de una persona normal; otras más chiquitas y otras medianas y así varias. Nos decía el chamaquito que esas pinturas son las menos bonitas porque gran parte del día les da directamente la luz del sol, pero que existen otras que están a tres días a caballo y que esas son más grandes y con más dibujos. Me hubiera gustado mucho ir, pero no teníamos tiempo.
Mientras le explicaba a Carlita cómo pintaron los dibujos con unas plantitas que ahí crecen me puse a pensar muchas cosas: ¿cómo habían llegado personas hasta ahí?, ¿qué hacían todos los días?, ¿cuánto tiempo vivieron ahí?, ¿de cuantas personas estaba formada la tribu?, ¿tendrían algún dios?, ¿de qué se alimentaban?, ¿habrán pensado en el gran legado que dejaron?, ¿cómo se extinguieron?, ¿tendrían jerarquías?, ¿hicieron los grandes murales para atemorizar enemigos? En fin, muchas incógnitas pasaban por mi mente, lo único que sí supe era que habitaban en la cueva por fresca y que estaba en alto para seguramente protegerse de algún enemigo y ver el horizonte. En verdad fue una aventura mágica para mí. Existen pocas versiones sobre los orígenes de esas tribus y dibujos, la verdad no se sabe mucho.
La segunda cosa importante que vivimos en la península fue la de ir hacia Bahía de los Ángeles a buscar al tiburón ballena. El trayecto nuevamente estuvo increíble: muchas montañas altas, curvas, la vegetación -que era maleza- estaba un poquito verde porque había llovido hacía unas semanas pero, créanme, muy poquito verde, la carretera es en alto y todo este paisaje es del lado izquierdo porque del lado derecho y abajo está el increíble mar de Cortés, completamente azul y tranquilo y al fondo se pueden ver islas de gran tamaño de color rosa. En algunas de las playitas que ahí están nos detuvimos a tomar fotos y a remojarnos un poco. No hay un alma y de vez en cuando encuentras un tráiler park para los gringos que llevan sus campers a recorrer la Baja.
EL TIBURÓN BALLENA
Finalmente, y después de muchas horas, llegamos a Bahía de los Ángeles: es inmensa y el pueblito muy agradable. Nos hospedamos y nos fuimos a comer, nos moríamos de hambre; encontramos un lugar a la orilla del mar bastante bonito y muy famoso. Obviamente pedimos langosta, callos y pescado, comimos fenomenal, el atardecer estuvo increíble y la pasamos muy bien. Nuevamente nos dormimos temprano porque al día siguiente íbamos a intentar encontrar al tiburón ballena.
Nos despertamos tempranito y pasaron por nosotros los lancheros junto con dos chavos que eran turistas al igual que nosotros, eran hermanos y eran chilangos. Nos llevaron a observar las aves que hay en diferentes islas de Bahía de los Ángeles: focas, leones marinos, formaciones, delfines etcétera, cuando en eso nos avisa el lanchero que se veía un tiburón ballena. Rápido nos acercamos hacia él y nos lanzamos al agua… vaya experiencia.
Era bastante grande, unos 7 metros aproximadamente. Estuvimos nadando junto a él un buen rato hasta que nos cansamos. Lo que pasa es que en lo que ese hermoso animal nada tranquilamente y muy lento, nosotros tenemos que ir pataleando a todo para estar cerca de él. Es un animal completamente inofensivo, color gris y con puntos blancos; se alimenta de plancton, nada con la boca abierta y en la superficie. Al principio da miedo porque crees que te podría comer… pues sí cabe un hombre completito por su boca.
Después de un rato de nadar con el tiburón ballena descansamos en la lancha y en eso llegó otro, luego otro y otro… y pues al agua otra vez, en verdad es un espectáculo único. Ya estábamos cansados cuando apareció uno verdaderamente grande y no nos pudimos resistir, al agua otra vez: este media cerca de 12 metros, tuvo la paciencia del mundo y nos permitió que estuviéramos con él durante mucho tiempo, nos veía y no se intimidaba; cuando un tiburón ballena se aburre de la presencia del humano simplemente da un par de aletazos y se dirige al fondo en 2 segundos y no lo vuelves a ver. Este parecía disfrutar nuestra presencia y estuvimos con él hasta que nos aburrimos y cansamos.
Obviamente cuando salimos del agua y nos trepamos a la lancha todo era risa y felicidad por lo que vimos: estuvimos casi 5 horas nadando con esos hermosos animales.
Nuevamente tomamos nuestras cosas y decidimos de una vez por todas irnos hacia Ensenada, aprovechando que nuestros nuevos amigos iban también para allá y en 2 coches sería más seguro.
SORPRESA EN ENSENADA
Finalmente, después de varios días, muchas aventuras y algunas sorpresas, llegamos a Ensenada a ver a mi sobrina Fer y quedarnos unos días más. Para no variar con este viaje lleno de sorpresas, ella me dio una más: se casaba el viernes por el civil con su novio Anto. ¡No, bueno! Ya no supe ni qué decir…
Tuvimos que cambiar algunos planes como ir a Tijuana y a San Diego por quedarnos a la boda, cosa que estuvo rebien. Sí pudimos bucear en Ensenada, también fuimos a Rosarito a comer langostas, estuvimos en el mercado negro de mariscos e hicimos algunas cosas más.
La ceremonia fue breve y en un lugar muy bonito a la orilla del mar. Lo celebramos con un rico desayuno, amigos y los papás de ella. Prometieron que para el próximo año será la fiesta en forma, peeero para aprovechar la visita de mi primo y su esposa organizamos una visita a los famosos viñedos de Ensenada, que justamente estaban en la vendimia.
LA VENDIMIA
Así que fuimos al Valle de Guadalupe a probar vinos, estuvimos en tres diferentes: “3 Mujeres” fue el primer viñedo que probamos, el cual se llama así porque 3 mujeres iniciaron todo: sembrar, cultivar, embotellar y vender. La verdad, muy ricos vinos. La prueba la degustación la hicimos en una pequeña cava en medio de los viñedos, en donde nos explicaron las texturas, aromas, sabores, del vino y probamos 3 diferentes, muy ricos.
Durante el trayecto encuentras muchísimos viñedos y diferentes marcas de vino. La verdad en todos quieres entrar. Llegamos a Monte Xanic, que a mi gusto es el mejor vino mexicano que hay. Aquí los viñedos son mucho más grandes que los demás: tienen varios tipos de degustación y en diferentes lugares; nosotros optamos por comprar 2 botellas y nos fuimos a tomarlo a la orilla de un pequeño lago artificial que hicieron.
La plática estuvo muy padre, hablamos de los planes de los novios (ahora esposos) y del porqué de la rapidez de la boda. Resulta que mi sobrina obtuvo una importante beca en EE. UU. y tuvieron que acelerar los planes. Bien por ellos.
Ahí estuvimos laaaaaargo tiempo, cuando Fer dijo que quería ir a otro viñedo, que tal vez ahí sería su boda. El lugar se llama “Cuatro Cuatros” y es un viñedo sobre las montañas con un restaurante en la punta y con una vista hacia el mar increíble. Nuevamente platicamos largo tiempo con vino y algo de comida, la pasamos muy bien. No pudimos hacer ya más cosas porque teníamos que regresar a Puebla al día siguiente. Como decía mi abuelo: “Se acabó el veinte”.
La verdad ha sido un ejercicio fascinante haber escrito este reportaje. Volví a vivir cada día que estuvimos por allá, me faltaba esa zona por conocer de nuestro país y créanme que nuestra tierra está bendita. Si me pidieran hacer un resumen de este viaje creo que así lo haría:
La Paz (BCS.) es una ciudad completamente familiar con gente buena y cero maldad; el mar de Cortés, increíblemente bello por afuera y resulta fascinante explorar sus profundidades (un orgullo que Jackes Cousteau viniera tantas veces aquí). La Reserva del Vizcaíno, con los paisajes extraordinariamente extraños y hermosos, junto con las pinturas rupestres, me invitó a la reflexión. Y, para finalizar, la increíble comida que pudimos disfrutar ahí siempre, siempre acompañados de los mejores atardeceres que mis ojos han visto. Espero pronto regresar.
Bueno, compañeros lectores, espero que les haya gustado este reportaje y próximamente les traeré más cosas nuevas. No duden en seguir descubriendo lugares, no paren.
¡Saludos!
paco_noriega2001@yahoo.com