Hola queridos lectores, gracias por recibirme en la calidad y la calidez de sus hogares, ahora sí, disfrutando de unas hermosas tardes lluviosas, ideales para una esplendida tarde de café.
En esta entrega les voy a narrar una aventura vivida en un sueño. En alguna ocasión tuve en mi imaginación la ocasión de platicar con una casa, pues nuevamente Dios me concedió la oportunidad de escuchar la historia de otra casona, olvidada por los poblanos, pero muy recordada por sus ocupantes. Comencemos esta narración.
En medio de un sueño profundo, caminaba por la “Calle de estanco de mujeres” (6 oriente), en pleno centro histórico, cuando al salir de un local de dulces típicos y detenerme por unos momentos, una hermosa casona me abre de par en par las puertas de su gran zaguán.
Invitado por mi curiosidad felina, me adentré y estando al centro de su gran patio, esta casona me saluda y me platica su historia: “Hola mi querido Barón Rojo, gracias por aceptar mi invitación, ¿sabes quién soy?, la casa de huéspedes más exclusiva de esta ciudad, pues en mis habitaciones llegaron a pernoctar los más grandes actores y actrices de la farándula nacional; pero déjame que te platique.
“A finales de los años treinta, dos hermanas que trabajaron en el Teatro Principal rentaron las habitaciones de mi planta baja, y al tener contacto con cientos de actores que trabajaron por cortas temporadas en el Principal, que tenían la necesidad de un hospedaje barato y acogedor, estas hermanas, vieron la oportunidad de establecer un negocio redituable. Le pidieron entonces al dueño la renta de toda mi primera planta, estableciendo una modesta casa de huéspedes para actores, así fue el comienzo de mi historia.
“Con el paso del tiempo estas hermanas se dieron cuenta de que la categoría de los actores que rentaban mis habitaciones subía de nivel, a tal grado de que en un corto tiempo en mis aposentos se llego a hospedar actores de la talla de Sara García, Prudencia Griffell, Emilio Tuero, Arturo de Córdoba, José Baviera, Tito y Víctor Junco, Carlos Orellana, Julio Villareal, entre otros, todos muy afamados.
“El éxito fue rotundo, ya para los años cuarenta, las hermanas llegaron a un acuerdo con mi propietario, y se construyeron el segundo y tercer piso; en el segundo se habilitaron 8 recámaras con todas las comodidades: dos baños generales para damas y caballeros, un cuarto de blancos, y un salón fumador; y en mi tercer piso se construyó un mini teatro para sus ensayos, con terraza comedor con vista a la calle, ¿el resultado?, al poco tiempo dejé de ser casa de huéspedes y me convertí en una casa de descanso para que los actores tuvieran un sitio discreto y muy privado donde pasar unos días de verdadero reposo, lejos de las luces de la farándula, al grado de que se llegaron a hospedar de manera anónima actores de la talla de María Félix, Pedro Infante y Jorge Negrete, entre otras luminarias de la pantalla.
“Nunca los poblanos se llegarían a imaginar que durante la década de los años cincuentas, cientos de luminarias de la pantalla estarían hospedadas a unos pasos del Centro Histórico de esta bella ciudad, disfrutando de manera mucho muy discreta de la exquisita cocina y dulcería poblanas. ¿Qué te parece la historia de mi vida, querido Barón rojo?”
Atónito me adentré a caminar por las habitaciones de esta bella casona, y qué tan grande fue mi sorpresa, que los habitantes actuales, los cuales me pidieron el total anonimato, la conservan toda con un ambiente totalmente cincuentero.
Al caminar por sus pasillos, se respira el tiempo totalmente detenido, el mobiliario, el decorado, la cocina, algo único, total y perfectamente conservada, con toda razón esta casa la defino como una perfecta máquina del tiempo.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, y nos leemos la próxima semana.
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