Hola queridos lectores, como cada sábado les agradezco el favor de abrirme las puertas de su hogar en este ya patriótico mes de septiembre, deseando que se encuentren bien en compañía de su familia. Esta entrega es un recopilatorio de lo más significativo de lo que yo he llamado “la clásica arquitectura poblana” y su máxima expresión, la casa colonial; espero sea de su agrado.
EL ORIGEN
La arquitectura poblana es una muestra del clásico mestizaje de lo europeo y lo novo hispano, que en conjunción nos da una mezcla de una escuela muy característica del México de la Colonia y, lógicamente, la ciudad de Puebla es un crisol de bellísimas casonas que lo ejemplifican.
Por supuesto, su exponente rey es la casa colonial poblana, pero ¿qué es lo que la caracteriza y por qué es simbólica? Vamos por partes.
La casa poblana se construye en el nuevo territorio designado a las más potentadas familias españolas de la nueva ciudad, la margen poniente del río San Francisco, en una enorme superficie perfectamente trazada con manzanas rectangulares que miden, la mayoría, cien metros de oriente a poniente y setenta metros de norte a sur.
Esto da una cuadratura perfecta en su trazo y se respeta la rúbrica urbana española: su plaza principal, los edificios de los poderes en la periferia, como lo es la alcaldía y las oficinas recaudadoras de rentas; el templo católico principal, la catedral y, en los lotes restantes, las casonas de las familias más potentadas. Todo esto conforma un conjunto muy característico en todas las ciudades novohispanas.
Ahora pasemos a la clásica casa poblana, que siempre estará construida en lotes perfectamente rectangulares; si es en esquina, su reglamentaria balconería por ambos lados. Y si es al centro de un solar, la misma rubrica colonial: la fachada siempre elegante, su balconería bellamente adornada.
Obvio, la habitación principal con el balcón más grande y más elegante, el llamado ceremonial; al centro su enorme portón de zaguán, elaborado en bellas maderas y, por supuesto, el decorado muestra el status de la familia, desde un portón sencillo, hasta uno con bellísimas tallas de madera que lo adornan.
Al pie de estos enormes portones, casi siempre con un peso de más de trescientos kilos cada hoja, las clásicas piedras de cantera llamadas rodapiés, instaladas para facilitar la entrada de los carruajes de la familia sin que sufran daño alguno y, como marca la tradición, sus bellos llamadores, siempre colocados arriba de la vista de los visitantes, para evitar los molestos toquidos de los chamacos traviesos.
Pasemos ahora al interior, donde nos recibe el túnel del zaguán, un obscuro pasillo que nos conduce al enorme patio principal de la casa, arcado y con bellas pilastras que sostienen los pasillos techados superiores.
Y toda la balconería elaborada con bellísimas obras de arte de la herrería poblana, forjadas a mano y casi todas con soportes portamaceteros, algunas casas hasta con más de cuarenta y las más sencillas al menos con diez.
Pero hay una pieza única que su servidor solamente he encontrado en ocho casas poblanas: el entre pasillo. Es un pasaje angosto que comunica las dos habitaciones (que generalmente son recámaras) contiguas al pozo de las escaleras y que se construyó para evitar que los ocupantes de la casa sufrieran las inclemencias del tiempo, al evitar que salgan al exterior.
Finalmente, el máximo trofeo que corona el orgullo de la familia de esa casona: su escalera monumental. En algunas casas está localizada al centro del pasillo del fondo del patio, en otras para ahorrar espacio está a un lado al terminar el pozo del zaguán y en las más elegantes, coronando el centro del patio. Esta es la más bella y desde luego la más escasa.
¡Ah! y obviamente nos faltaba la cereza del pastel: no hay nada más bello que un patio colonial con una exquisita fuente de piedra de cantera que lo corone y, desde luego, con sus reglamentarios candados de hierro cubiertos de plomo para unir sus secciones, ¿qué más se puede pedir?, pues, desde luego, la familia que le da vida a estas casas poblanas.
Pues así es mi querido lector, esta es una descripción muy breve de lo que es la clásica casa colonial poblana. Esta nota la escribo como respuesta a las dudas que me planteó un grupo de estudiantes de una escuela de arquitectura, que me pidieron les describiera cómo es una casa colonial poblana; espero haberles dado respuesta a sus dudas, siempre con el deseo de seguir a sus órdenes.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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