Hola queridos lectores, gracias como todo sábado por abrirme las puertas de su hogar en este ya caluroso mes de marzo, que apenas comienza y ya nos recibe con las primeras tardes sofocantes, que nos piden a gritos una bebida bien helada. En esta ocasión les voy a narrar de una manera muy breve la historia de una de las casonas más antiguas e icónicas de nuestro centro histórico, la “Casa de los Leones” en el Portal Iturbide.
El dato más antiguo se tiene desde 1533, o sea dos años después de fundada la Ciudad de los Ángeles; según crónicas, se tiene registro en el libro de actas número tres del cabildo, donde está escrito que los dos primeros solares de esta calle, el de la esquina de Reforma y el siguiente, se titularon a nombre de don Hernando de Helgueta y don Alonso Gonzales, las dos primeras al extremo norte de la calle, hoy Avenida Reforma.
La casa de don Alonso, la segunda de Reforma hacia el sur, colindaba con el primer templo católico construido en la nueva ciudad de los Ángeles, al cual se le conoció como la primera Catedral poblana y ocupaba cuatro solares, los cuales, una vez ya construida la segunda Catedral, de la cual se tiene conocimiento que ocupó el actual atrio con orientación norte/sur.
Este inmueble, el templo sobre el portal Iturbide, es vendido y adquirido por el canónigo, a quien el cabildo dio autorización para venderlo en fracciones, pero respetando la traza de las dos primeras casas, las cuales ya fueron construidas con los portales actuales.
La historia de los dueños siguientes de este inmueble se pierde en el tiempo, hasta el año de 1880, cuando se tiene registro de que la compra el abogado poblano don Joaquín Grajales, quien después de tres siglos le cambia la fachada y le agrega el segundo piso. El licenciado Grajales fue profesor del seminario conciliar palafoxiano y secretario de la academia teólogo/jurista de Puebla, cuyo presidente era el obispo de la diócesis de aquella época.
Es a partir de aquí cuando ya se tiene dato del origen de los dos leones fundidos en bronce que la flanquean, los cuales, según leyenda, fueron adquiridos por el abogado en un viaje de placer al Reino Unido y se dice que pagó por ellos un costo de 185 pesos-oro mexicanos a una compañía fundidora en Liverpool, la cuna de los Beatles.
Un dato curioso de la historia poblana: siempre se ha dicho en escritos varios que la casa más antigua de la ciudad es el actual portalillo de El Alto, en la esquina de la 14 oriente y la 14 norte, pero no es así, pues esta casa, la de los leones, tiene registro de obra del año de 1535, lo que la convierte en la construcción más antigua registrada en la historia de Puebla y el portalillo, en cambio, tiene como fecha de construcción el año de 1591.
En el interior de esta casa funcionó por casi cien años una fábrica de ceras, propiedad de la familia Gómez Ligero, y en su planta baja estuvo establecida por más de setenta años una cantina llamada “La Mina de Oro”, datos que llegó a registrar en sus memorias el licenciado Miguel Marín H., mecenas y protector del gran historiador germano-poblano Hugo Leigth.
El último dato de sus propietarios se tiene de cuatro hermanos, Anastasio, Ambrosio, Mariano e Ignacio, quienes adquirieron en la época de la revolución la cerería y la cantina. Los cuatro emigran a la ciudad de México, dejando esta casa en el abandono desde 1930 hasta 1951, cuando una inmobiliaria la adquiere y contrata los servicios del despacho de arquitectos Mastretta y Pavón para remodelar la casa.
Pero el estado de la misma es tan lamentable, que toda la propiedad debió ser demolida, pues su cimentación y su estructura era todas de madera y el tiempo no la perdonó; se derrumba totalmente para ser reconstruida y como un homenaje a sus dueños se recatan los leones, que son reinstalados al frente de su fachada en el año de 1955, siendo estos las dos únicas piezas originales de toda esta casona y son hasta la fecha mudos testigos de nuestro diario andar por estas calles de Dios hasta la actualidad.
Hoy en día sus propietarios -personas anónimas-, aunque vacía, excepto su planta baja, la mantienen en muy buenas condiciones en espera de la llegada de mejores tiempos para la ciudad y así poder darle vida nuevamente a esta espléndida casona.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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