Hola, queridos lectores, gracias por recibirme en este último domingo de este 2018. Ya termina otro año más y con muchas ganas recibimos el próximo 2019, con los deseos de su servidor, de que este nuevo año continúe lleno de parabienes para ustedes y sus familias.
En esta última entrega les escribo, de una manera muy resumida, la historia de un templo que a pesar de estar en pleno centro histórico y a pesar de estar integrado a uno de los dos conventos museos más famosos de la ciudad pasa desapercibido por locales y turistas: el bellísimo templo de Santa Rosa de Lima. Comencemos con la historia:
Este templo, localizado en la esquina de la calle 3 Norte esquina con la avenida 12 Poniente, es parte integral del convento del mismo nombre. Su construcción se inicia en el año de 1677, teóricamente, porque primero se funda como el beaterio bajo la regla de Santo Domingo, esto quiere decir que se integra primero un grupo de mujeres seglares de la cofradía de Santa Inés, quienes forman un beaterio bajo la guía del fraile dominico Bernardo de Andia.
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Ya integrado el grupo seglar, ahora se debe de resolver de dónde sacar los fondos económicos para la construcción del convento y, como las postulantes carecían de dote, se buscan patrocinadores para su sostenimiento, mediante el cual consigue la adquisición de 33 casas en el año de 1680, las cuales son puestas en renta y es a través de estos ingresos que se funda el convento de Santa Rosa, mismo que se comienza a construir en el año de 1683 y se le llama Hijas Terceras de Santa Rosa de Santa María.
Transcurren casi 60 años funcionando de esta manera hasta que en el año de 1740 llega por fin la bula papal, ahora sí, fundando el convento de Santa Rosa de Santa María de religiosas recoletas de Santo Domingo, funcionando como tal hasta el año de 1862. Ciento veintidós años después, cuando se aplican las leyes de Reforma, sufren la primera exclaustración, logrando conservarse como convento hasta cinco años después, cuando les aplican la expropiación juarista, acabando con la increíble labor social que desempeñaban las monjas, pues el convento funcionaba como hospital de niños pobres, refugio de madres abandonadas, escuela para la población y, tal vez lo más importante: la primera escuela de cocina salada en la ciudad, pues no solamente se inventa el mole poblano, sino que se enseña toda la cocina poblana de la época a miles de mujeres, las cuales, a su vez, heredan a su descendencia todas estas recetas existentes hasta nuestros días.
Después de la expropiación juarista, el inmueble se convierte en hospital psiquiátrico. Lógicamente, con todas las carencias básicas para su funcionamiento, con la principal rúbrica del abandono por parte de las autoridades civiles; es tanto el orgullo del Gobierno y tanta la devoción y entrega de las monjas del exconvento, quienes insisten en ingresar para dar por humanidad los más básicos servicios de enfermería a los internos, permiso que es constantemente negado hasta el año de 1927, cuando es desocupado. El martirio al que fueron sometidos miles de enfermos termina por fin, destinando las autoridades el inmueble a convertirse en vecindad. Así funcionó por casi cincuenta años cuando, finalmente, en 1972, es destinado a ser el museo de artesanías del estado de Puebla.
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¿Y EL TEMPLO?
A lo largo de toda la historia del convento lo único que se salva de ser destruido es el templo de Santa Rosa, el cual nunca dejó de funcionar como recinto religioso, hasta nuestros días.
Desde su construcción, hasta hoy en día, es uno de los templos que logran conservar su belleza arquitectónica, el cual consta únicamente de una sola nave, del tipo cruz latina, con una bella cúpula, dos pequeños altares a los lados de esta y siete retablos a lo largo del templo, con su característico púlpito y su coro alto sobre la entrada al templo. Es reconstruido a finales del siglo XVIII, cambiando su decorado interior a estilo neoclásico.
Cuando camines, querido lector, por el lado norte del centro histórico de nuestra ciudad, dedica unos minutos para disfrutar el bellísimo interior de este templo y así poder respirar el claro remanso de tranquilidad con el que te recibe esta bella construcción religiosa.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, agradezco el favor de tu atención. Mi correo a su disposición: profelalo2002@hotmail.com. Mis páginas: Eduardo Zamora Martínez y Lalo Zamora. WhatsApp: 22 12 532690 y Twitter: @elbaronrojo62. Se despide de ustedes su amigo El Barón Rojo.