Hola queridos lectores, como cada domingo estoy pasando lista en la comodidad de sus hogares ahora en este ya frío mes de noviembre, y con ansias de que nos acerquemos a las fiestas decembrinas y despedir este 2019. En esta ocasión no les voy a narrar nada histórico de nuestra ciudad, pero si algo muy particular y bello.
Hace algunas semanas mi esposa y su servidor estábamos, como cada semana, en busca de algún tema que presentarles y caminando llegamos al Museo de los Ferrocarriles en la 11 Norte y la 12 Poniente, frente al jardín del templo del Señor de los Trabajos, y para pasar el rato y descansar de la caminata, nos avocamos a visitarlo.
De seguro ya habrás leído alguna nota de tu servidor referente a este museo y su increíble exposición de maquinas, pero ahora no te voy a hablar de lo mismo, sino de algo muy bello y raro. En la sección norte de este parque museístico, cruzando la 14 poniente, te puedes adentrar en su segunda sección y vaya que sí es una sorpresa: te vas a encontrar con un verdadero, increíble y bellísimo bosque citadino.
Es inimaginable que te encuentres esto en pleno centro histórico de la ciudad, como dirían los escritores costumbristas, en medio de la jungla de asfalto. Así es, un bosque tan frondoso que no deja penetrar la luz del sol.
¿Cómo es posible esto?, pues muy fácil, los administradores del museo se han tomado a la tarea de proteger los árboles de la tala gracias a que toda esta propiedad es territorio federal, no es ni del estado ni mucho menos del ayuntamiento, por eso es que ha logrado sobrevivir a la codicia mercantilista urbana.
Cuántos de nosotros los poblanos recordamos con tristeza y añoranza el desaparecido bosque de Manzanilla, el cual tristemente sucumbió a la ambición de comerciantes urbanos innombrables hoy en día, por aquellos tristes años 80; un bello bosque natural el cual durante toda su existencia fue víctima de la tala clandestina, que finalmente fallece tras inventar las autoridades una plaga forestal inexistente, lo que les dio justificación a estas para sepultarlo finalmente.
Pero bueno, queridos lectores, todavía tenemos la posibilidad de enseñarle a nuestra descendencia lo que es un bosque, para que no solamente lo conozcan en fotografías, sino en vivo y a todo color, y lo más hermoso, mostrarles a los niños lo que solamente han visto en películas, caminar con los pies descalzos sobre el pasto, ¡ah, porque también este bosque cuenta con ese raro espécimen llamado pasto!
Así es querido lector, discúlpame si en esta ocasión me he salido de mi acostumbrada línea, pero para mí era importante el avisarte que todavía hay esperanza en el rescate de nuestra ecología, el invitarte a que camines en el único bosque urbano con que contamos en la ciudad, el bosque del Museo de los Ferrocarriles.
Un aviso importante: si al aspirar profundamente sientes que te mareas y pierdes el sentido del equilibrio, no te angusties, ¡es oxígeno!, no es dañino, hasta la fecha la ciencia no le ha encontrado ningún elemento cancerígeno.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, nos leemos el próximo domingo.
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