/ sábado 26 de septiembre de 2020

Una tinta nada china y toda poblana | TURISTEANDO CON EL BARÓN ROJO

Aquí te contamos una faceta desconocida del pintor costumbrista Agustín Arrieta

Hola queridos lectores, como cada sábado los saludo y les agradezco el que me reciban en sus hogares. ¿Qué les parece este septiembre lluvioso?, ahora sí estamos en el pináculo de esta temporada de lluvias y vaya que nos hemos mojado, como solía decir mi querido padre: “ya hasta nos están saliendo ramas”.

En esta entrega les daré a conocer una faceta que ni de broma se hubieran imaginado en la vida del pintor Agustín Arrieta. Nace en Santa Ana Chiautempan en 1803, muere en Puebla en 1874, pasa la mayoría de su vida aquí en el estado de Puebla, siendo testigo del nacimiento del movimiento de independencia hasta la muerte de Juárez.

Considerado pintor costumbrista por retratar la vida cotidiana de la naciente nación mexicana, pero su más importante característica es su estilo de pintar bodegones, llamados así porque se realizaban en la obscuridad de los almacenes de alimentos de las casas, popularmente llamados así, bodegas, o también “cuartos fríos”.

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Fue precisamente este pintor quien los bautiza como bodegones, todos con las mismas características: imágenes en la penumbra, a veces iluminadas por una lámpara de aceite, y colocando sobre una mesa todo lo que se encontraba en estos cuartos, desde alimentos naturales, frutas, carnes en conserva, vinos y vinagres, hasta el clásico antídoto contra las plagas, el gato, al cual el populacho dio en llamar precisamente “gato bodeguero” gracias a que Agustín Arrieta, fiel amante de los bichos, los plasmó en varias de sus obras.

Arrieta llevó una vida muy humilde pero tranquila, alejado de todos los movimientos independentistas de la época. Desposa a María Nicolasa Lorenzana Varela en el año de 1826, según reza su acta de matrimonio, el único documento existente en los archivos de la Catedral angelopolitana que da cuenta de su existencia, pues de ahí en fuera no existe algún otro que lo certifique en esta vida.

Su trabajo nunca se consideró extraordinario, pues era criticado por ser muy repetitivo en su estilo, de ahí el que se le calificara de costumbrista, pues aún cuando vivió el movimiento de independencia nunca retrató esta situación en sus obras, mientras que los demás pintores de la época sacaron provecho de la situación y opacaron su obra, la cual se encajonó en bodegones, escenas campiranas y de la vida cotidiana; incluso sus trabajos religiosos se limitan a tres pinturas existentes en el templo de San Juan de Dios, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.

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Arrieta pasó su vida tan ignorado por la historia poblana, que no fue sino hasta el año de 1943 cuando el coleccionista poblano, José Luis Bello y Zetina, lo rescata del anonimato al exaltar su obra por diversos medios, sacar del abandono en cuartos de trebejos de diversas familias poblanas cuatro de sus más bellos bodegones y publicar sus cuadros en diversos medios de la época, dando como resultado el que aparezcan en diversas colecciones particulares muchos de sus retratos y, por consiguiente, volviéndose piezas de colección.

Pero volvamos a lo que mencione al principio, existió en la vida de este pintor un capítulo ignorado de su vida. Por el año de 1824 inventó una tinta muy parecida a la china, pero con más y mejores características; incluso tuvo a bien, pues no llamémosle patentarla, porque en esa época no existían las patentes, sino registrarla como una invención propia ante las autoridades locales.

Así es, existe en el Congreso del Estado una colección de registros llamados El Caduceo de Puebla, y en su tomo II, páginas 159 y 160, reza un texto mediante el cual certifica su colección de estampas hechas con una nueva tinta producto de su invención, y se menciona que esta se asemeja mucho la tinta china.

¿Qué te pareció esta historia, querido lector?, interesante ¿verdad? Espero que haya sido de tu agrado.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

  • WhatsApp: 22 14 15 85 38
  • Facebook: Eduardo Zamora Martínez

Hola queridos lectores, como cada sábado los saludo y les agradezco el que me reciban en sus hogares. ¿Qué les parece este septiembre lluvioso?, ahora sí estamos en el pináculo de esta temporada de lluvias y vaya que nos hemos mojado, como solía decir mi querido padre: “ya hasta nos están saliendo ramas”.

En esta entrega les daré a conocer una faceta que ni de broma se hubieran imaginado en la vida del pintor Agustín Arrieta. Nace en Santa Ana Chiautempan en 1803, muere en Puebla en 1874, pasa la mayoría de su vida aquí en el estado de Puebla, siendo testigo del nacimiento del movimiento de independencia hasta la muerte de Juárez.

Considerado pintor costumbrista por retratar la vida cotidiana de la naciente nación mexicana, pero su más importante característica es su estilo de pintar bodegones, llamados así porque se realizaban en la obscuridad de los almacenes de alimentos de las casas, popularmente llamados así, bodegas, o también “cuartos fríos”.

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Fue precisamente este pintor quien los bautiza como bodegones, todos con las mismas características: imágenes en la penumbra, a veces iluminadas por una lámpara de aceite, y colocando sobre una mesa todo lo que se encontraba en estos cuartos, desde alimentos naturales, frutas, carnes en conserva, vinos y vinagres, hasta el clásico antídoto contra las plagas, el gato, al cual el populacho dio en llamar precisamente “gato bodeguero” gracias a que Agustín Arrieta, fiel amante de los bichos, los plasmó en varias de sus obras.

Arrieta llevó una vida muy humilde pero tranquila, alejado de todos los movimientos independentistas de la época. Desposa a María Nicolasa Lorenzana Varela en el año de 1826, según reza su acta de matrimonio, el único documento existente en los archivos de la Catedral angelopolitana que da cuenta de su existencia, pues de ahí en fuera no existe algún otro que lo certifique en esta vida.

Su trabajo nunca se consideró extraordinario, pues era criticado por ser muy repetitivo en su estilo, de ahí el que se le calificara de costumbrista, pues aún cuando vivió el movimiento de independencia nunca retrató esta situación en sus obras, mientras que los demás pintores de la época sacaron provecho de la situación y opacaron su obra, la cual se encajonó en bodegones, escenas campiranas y de la vida cotidiana; incluso sus trabajos religiosos se limitan a tres pinturas existentes en el templo de San Juan de Dios, en el Centro Histórico de la ciudad de Puebla.

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Arrieta pasó su vida tan ignorado por la historia poblana, que no fue sino hasta el año de 1943 cuando el coleccionista poblano, José Luis Bello y Zetina, lo rescata del anonimato al exaltar su obra por diversos medios, sacar del abandono en cuartos de trebejos de diversas familias poblanas cuatro de sus más bellos bodegones y publicar sus cuadros en diversos medios de la época, dando como resultado el que aparezcan en diversas colecciones particulares muchos de sus retratos y, por consiguiente, volviéndose piezas de colección.

Pero volvamos a lo que mencione al principio, existió en la vida de este pintor un capítulo ignorado de su vida. Por el año de 1824 inventó una tinta muy parecida a la china, pero con más y mejores características; incluso tuvo a bien, pues no llamémosle patentarla, porque en esa época no existían las patentes, sino registrarla como una invención propia ante las autoridades locales.

Así es, existe en el Congreso del Estado una colección de registros llamados El Caduceo de Puebla, y en su tomo II, páginas 159 y 160, reza un texto mediante el cual certifica su colección de estampas hechas con una nueva tinta producto de su invención, y se menciona que esta se asemeja mucho la tinta china.

¿Qué te pareció esta historia, querido lector?, interesante ¿verdad? Espero que haya sido de tu agrado.

Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.

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