Hola queridos lectores, gracias por recibirme nuevamente en este sábado. En esta ocasión nuevamente realizamos un fabuloso viaje al pasado, para narrar la historia de un gran arquitecto que nos dejó a los poblanos un gran legado de su capacidad creadora. Iniciamos nuestro viaje en el tiempo.
Nos encontramos en el año de 1759 en la floreciente ciudad de los Ángeles, la Puebla virreinal, caminando por estas calles empedradas, nos topamos con un arquitecto de nombre José Miguel de Santa María Inchaurregui, insigne diseñador de dos grandes construcciones poblanas: la iglesia del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús; director del proyecto de construcción del Teatro Principal y, desde luego, nuestra insigne fuente de San Miguel, que data del año de 1777.
Corría el año de 1742, en aquellas fechas las autoridades de la ciudad habían contratado los servicios de varios contratistas para la edificación de un teatro al sur de la Capilla de Dolores, localizada en la plazuela del boliche, pero estos en un afán de demostrar su incompetencia lograron lo que querían: el ser despedidos.
Por este motivo, a las autoridades municipales les llegó el rumor de los trabajos del arquitecto Santa María en la obra del templo de la Compañía. Prestos lo contratan para terminar la edificación del teatro y el arquitecto Santa María, al ver la amorfa obra heredada, con la ayuda de un maestro carpintero, José García Serrano, evaluaron espantados lo edificado.
De inmediato demolieron todo e iniciaron trabajos desde cero, logrando un gran proyecto que culminó en la fiesta de pascua del año de 1761, estrenándose el nuevo teatro con una obra del autor Calderón de la Barca. El arquitecto José Miguel de Santa María, fallece en 1787 y como agradecimiento a su obra poblana es sepultado en una cripta de la Iglesia de la Compañía.
Con el paso del tiempo, las producciones teatrales fueron insuficientes para el sostenimiento de este, por lo que el teatro se destinó a otros fines distintos de los teatrales. Incluso, mi querido lector, ¿sabías que, en un acto de desesperación de las autoridades, lo prestaron para una corrida de toros?, ¿te imaginas cómo estuvo eso?, ha de haber sido un espectáculo de verdad increíble.
SUS PERIPECIAS
De repente nos aparecemos en nuestro viaje en el tiempo hasta la década de 1810 a 1821, años cruentos de batallas independentistas, donde el teatro se cerró por obvias razones, al grado de que, según crónicas de la época, se utilizó como armería, troje y polvorín del ejercito oficialista hasta llegar el año de 1821, cuando se desocupa, quedando el pobre teatro en un estado tan lamentable que poco faltó para que fuera demolido, pero el amor de los aficionados al teatro y una ligera remodelación, que tardó dos años, lo salvaron.
Aun en ese estado deplorable se presentaron cientos de obras de todo tipo, desde operetas, obras ligeras, sainetes, entremeses y zarzuelas, y así fue hasta el año de 1902, cuando no pararon las desgracias para este pobre inmueble, que no niega que nació con mala espina, pues en el mes de julio de ese año, por un descuido humano, sufre un incendio que lo llevó a la destrucción total, quedando en el abandono hasta el año de 1937.
Pasó 35 años como muladar y tiradero de basura, siendo presidente Lázaro Cárdenas y gobernador Maximino Ávila Camacho; entre ambas autoridades realizan una completa remodelación y recuperación de este, siendo reinaugurado el 5 de mayo de 1940, por el todavía presidente Lázaro Cárdenas.
Pero aun sigue la mala suerte para este inmueble, ya que durante las décadas de los años 40 y 50 las malas administraciones lo llevan a la ruina y a la consecuente quiebra. Siendo gobernador Rafael Ávila Camacho se contratan los servicios del afamado arquitecto Miguel Pavón Rivero, famoso por sus grandes obras en instituciones poblanas, como la escuela de arquitectura de la BUAP, el hospital civil, que dio paso al actual hospital universitario, el sanatorio Guadalupe entre otras magnas construcciones.
Lo remodela y reconstruye, siendo reinaugurado por enésima vez en el año de 1960, ya bajo el patrocinio de la fundación Jenkins, y tal parece que es así como termina la mala racha para nuestro Teatro Principal, bellísima joya de la arquitectura poblana, que con orgullo ostenta el título del teatro más antiguo de América.
¿Qué te pareció esta historia, querido lector?, espero que haya sido de tu agrado,
Me despido y nos leemos el próximo sábado. Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo.
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