Hola queridos lectores, les saluda su servidor el Barón Rojo, quien les agradece el favor de abrir las puertas de su hogar este sábado ya muy friolento, al fin mes decembrino, totalmente marcado por estos vientos invernales que ya invitan a tomar un buen ponche caliente, y si se toma cerca de una buena fogata, pues qué mejor.
En esta entrega les voy a narrar la historia de otra enorme, ¡y vaya que sí es enorme!, casona de nuestro Centro Histórico: la casa de Puig. Comencemos.
Esta casona está localizada al norte del popular e histórico mercado de artesanías del Parián, en la Calle 4 Oriente 602, única casa y único número. Colinda al oriente con la calle peatonal 8 Norte, al poniente con la Calle 6 Norte, exactamente frente a la Casa de Alfeñique, y al norte con la casa número 602, única vecina de la casa de Puig.
Esta edificación remonta sus orígenes al siglo XVIII, concretamente al año de 1774, cuando la manda construir el maestro carpintero José Rincón Gallardo, quien la habita con su descendencia hasta el año de 1806, cuando es adquirida por la iglesia católica para instalar un hospital para pobres, siendo nombrada Junta de Caridad de San Sebastián, la cual funcionó así por algún tiempo.
Debido a lo enorme del caserón, la junta de administración del hospital, para hacerse de fondos, renta un patio completo de los tres que tiene al español Francisco Puig, donde establece una fábrica de tejidos de lana y paños, la cual la trabajó hasta el año de 1835, cuando fallece, pero su viuda sigue con esa misma labor hasta el año de 1856 y al morir ella, su descendencia abandona la casa.
Para esas fechas, 1858, por las Leyes de Reforma se expropia a la iglesia el inmueble y se obliga a los sacerdotes a cerrar el hospital para pobres, que todavía funcionaba. La casa es adquirida por el jefe político de la ciudad, Juan Tamborrel, el cual la habita junto con su familia y descendencia hasta el año de 1900.
EL SIGLO PASADO
Al paso del siglo XX varios dueños adquieren la casona, de los cuales se desconocen los datos; en la década de los treintas es convertida en vecindad para familias de bajos recursos, las cuales se ven beneficiadas con la ley de rentas congeladas implementada por Lázaro Cárdenas, lo que provoca que se convierta en ruinas y sus moradores, al darse cuenta de que ya no existe nadie que se ostente como propietario, heredan a sus descendientes los cuartos de vivienda, para convertir la otrora casa señorial en una ruina completa.
ACTUALMENTE
Los moradores, a pesar del peligro que representan esos techos, se niegan a abandonar el inmueble, el cual tristemente muestra el enorme deterioro del cual ha sido víctima por la indolencia de sus habitantes.
Es una tristeza el ver que, ni los moradores ni las autoridades, hayan mostrado interés en rescatar esta gigantesca casona, pues cuenta con tres patios y cuatro azotehuelas. El primer patio con arcadas en sus dos plantas, pasillos techados en la planta alta y cuenta con un aproximado de más de sesenta habitaciones.
Si este inmueble lo adquiriera un empresario hotelero, muy bien lo convertiría en una maravillosa casa hotel, digna de ser admirada, pero, tristemente, los tiempos actuales no son ni de broma propicios para semejante inversión.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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Fotos: cortesía Eduardo Zamora