La necesidad de logro es una de las más intensas y profundas. Es una sed del ser interno, que no estará satisfecho y pleno mientras esa necesidad no se colme. Tiene que ver con la sensación de ser capaz, de poder y, en pocas palabras, de lograr. Produce un profundo gozo que proviene de nuestra naturaleza superior, que nutre todo el ser y que desafortunadamente no todos llegan a experimentar.
Por muy lamentable que parezca, somos los padres quienes muchas veces, lejos de ayudar a nuestros hijos a sentir el gozo de lograr, les estorbamos en este proceso. Cada vez que hacemos las cosas por ellos, que les allanamos el camino, que les damos todo en charola de plata, les impedimos experimentar el gozo de lograr.
Veamos ejemplos de la vida cotidiana: un niño quiere abrir un paquete de galletas, a su lado hay una madre o padre diciéndole “a ver, yo te lo abro”. Por más insignificante que sea, al hacerlo le robas al pequeño el gozo de lograr, de sentir que puede, que es fuerte y capaz. Es difícil para los adultos comprender el gozo que siente un niño cuando puede hacer algo por sí mismo (lo que sea) y si observamos su reacción, su lenguaje no verbal y el brillo en sus ojos cuando esto sucede, no nos quedará la menor duda.
Un hombre de cuarenta y tantos años me contó que cuando tenía 26 se fue a vivir a otra ciudad, porque ahí encontró un buen empleo; se sentía feliz y orgulloso de sí mismo por poder hacerse responsable de su propia vida. A los dos meses de estar viviendo esa situación su padre, que toda la vida fue extremadamente sobreprotector, lo llamó y le dijo que le había depositado un dinero en su cuenta y que cada mes le depositaría lo de la renta. El joven se sintió muy desilusionado, “sentí que mi padre me echó a perder esa experiencia que estaba disfrutando tanto y me estaba sirviendo mucho”, me dijo con tristeza.
Con este ejemplo podemos darnos cuenta de que los seres humanos necesitamos sentirnos capaces, sabernos fuertes y exitosos y “nos estorba” la ayuda de otros, que puede ser muy cómodo, pero para alimentar nuestra autoestima es necesario sentir que tenemos logros.
De hecho, para desarrollar virtudes necesitamos generar carencias, mismas que nos llevarán a tener necesidades que nos mueven a desarrollar virtudes (responsabilidad, perseverancia, paciencia, tolerancia, disciplina, constancia, etcétera). Si no hay carencia, no surge la necesidad y difícilmente desarrollaremos una virtud, porque todo está resuelto y en la comodidad es complicado moverse para lograr algo.
Por el gran amor que le tienes a tus hijos, deja que hagan las cosas por sí mismos, aunque te duela, o ellos se molesten, este es un gran acto de amor, porque les estamos diciendo que ellos pueden y son capaces; la sobreprotección manda un mensaje oculto que es: “no puedes, tengo que ayudarte, eres incapaz” y es ahí donde nuestros hijos se confunden.
Entonces suelta a tu hijo con amor y confía en él, seguro va a equivocarse muchas veces, pero también va a aprender. No les facilites la vida, para que sientan el gozo de lograr.
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