/ miércoles 17 de abril de 2019

Verdades ocultas: pasiones prohibidas, relato del despertar gay

Mi discurso se vio interrumpido cuando Esteban me besó agresivamente, pronto nos despojamos de nuestra ropa

A mis 16, y luego de un gran e intenso debate en mis primeros años con mi yo interno, había confirmado que definitivamente era homosexual, y aunque se dice que es una etapa en donde tus preferencias pueden ser fluctuantes, yo tenía claro desde pequeño que nací como hombre, pero no me asumía como tal, pese a lo devastador y complicado que pudiera resultar para toda mi familia.

Y es que me crié en un núcleo tradicional poblano en el que, por si fuera poco, siendo el único varón de 5 hijos, las aspiraciones sobre mí eran altas, especialmente las de mi padre, quien esperaba me asegurara de que prevaleciera el buen nombre de la familia, pero definitivamente, el destino nos tenía preparado algo totalmente alejado a este plan; aún recuerdo ver la expresión de angustia y desesperación de mi padre cada vez que yo refería que no era un niño y generaba momentos incómodos con sus visitas y amigos cercanos, no obstante, algo que valoro y respeto es que ante todo, y por más difícil o doloroso que pareciera, nunca reprimió mis deseos.

Pese a que en mi familia existía de alguna u otra forma cierta aceptación hacia mí, esto no era una regla en todos mis círculos, sobre todo en la escuela, donde tener una orientación alejada a la del común denominador, significaba prácticamente una llave al destierro y rechazo social, pese a ello, contaba con la fiel amistad de Valentina, otra desterrada de la escuela al ser la mujer más brillante de la clase, y que poco le preocupaba la aceptación de los demás, y como era de esperarse, siempre había compañeros que se sentían con la facultad de juzgarnos, y ese papel lo desempeñaba a la perfección Esteban, quien por cierto aprovechaba su mecánica de intimidación para robarnos todas nuestras pertenencias, gritarnos y humillarnos cada vez que podía, en especial a mí, nunca había entendido su especial saña hacia mí, nunca hasta el día que el destino nos jugó una broma pesada.

Y es que, en aquel verano, el primero de la preparatoria, todos nos preparábamos para el campamento escolar, una experiencia de la que muchos obtenían sus mejores memorias, y que todos estábamos entusiasmados por vivir, sí, incluso el sector estudiantil rechazado por diversas razones. Recuerdo bien que mientras empacaba para salir al campamento, mi padre entró a la habitación y al observar que en mi maleta llevaba maquillajes, pues la idea era pasar una noche de chicas con Valentina, dado que no tendríamos acceso a la fiesta de los populares, refirió angustiante "Te he dicho que no hagas eso frente a tus compañeros, ¿Qué clase de hombre quieres ser el día de mañana?" a lo que sin pensarlo dos veces repliqué "¿Qué clase de hombre esperas que sea?", dicho esto mi padre palideció y salió de la habitación, me sentí mal por un momento pero era mi forma de defenderme.

Luego, mi padre me llevó al campamento, todos estaban ya ahí, todos menos Valentina, quien había sido hospitalizada de emergencia, debido a una apendicitis, pero cuando supe esto ya era demasiado tarde pues mi padre ya se había ido, por un momento pensé en volver solo a casa, pero estaba en medio de la nada, así que decidí quedarme, aunque eso implicara estar solo, y así fue, permanecí solo y aislado en tanto, los demás se divertían en la fiesta a la que por supuesto no estaba invitado. Llegada la noche, decidí ir a descansar, dormitaba y pensaba en mi futuro, realmente mi padre me había hecho plantearme muchas preguntas, pero también tenía la necesidad de ser yo, aunque no fuera del agrado de los demás. Cerca de las 4 de la mañana, alguien irrumpió en mi casa de campaña lo primero que rompió el silencio fue un "¡Maldito pervertido despierta!"

Me costó trabajo en un primer momento distinguir quién era, pero cuando sentí un golpe en el pecho, y enseguida escuché la carcajada, sabía quién era: Esteban. Él estaba ebrio y con una capacidad de coordinación notoriamente disminuida, intentaba agredirme, mientras balbuceaba insultos y maldiciones, por un momento estaba asustado, no sabía cómo terminaría esto, nadie me ayudaba, no tenía certeza si era porque no escuchaban o porque no querían; de pronto sentí un enojo incontenible que mi hizo quitarme a Esteban de encima con tan solo darle un puñetazo en la cara, de inmediato estaba quejándose, y pasé del miedo, al enojo y la preocupación en un breve instante.

"¿Te hice daño?" pregunté y entre quejidos sólo respondió "Quítate bastardo" enseguida me jaló de la pijama, volvimos a forcejear, me tenía inmovilizado, no podía defenderme, temblaba, no sabía cómo pagaría mi agresión, encima de mí me miraba y solo grite "¡Que te he hecho yo! a nadie le hago daño, yo soy así ¡Maldito homofóbico!" pero mi discurso se vio interrumpido cuando Esteban me besó agresivamente, por un momento no supe que hacer, pero mi instinto le correspondió, pronto nos despojamos de nuestra ropa, y la agresividad paso a la pasión en un trance indescriptible, era mi primera vez y aunque la razón me decía que no, mi deseo estaba desenfrenado y el de él también, lo hicimos tantas veces que no notamos que amanecía, su estado de embriaguez disminuía al tiempo que dejaba atrás la relajación que el alcohol le producía para desinhibirse.

Me quedé dormido y al despertar el ya no estaba ahí, llegaba la hora de irnos y no lo veía por ningún lugar, finalmente mi familia llegó por mí, si no lo veía hoy, sería hasta el inicio de clases, y no lo logré, así que, al abordar el auto, mi cabeza iba con un montón de preguntas sin resolver, que se acrecentaron conforme el verano avanzaba y yo no sabía nada de Esteban. Contaba los días para volver, para poder tener esas respuestas y es que ¿Cómo puede alguien que te odia tanto desear tener un momento tan íntimo contigo? quizás habría sido un error.

El primer día de clases finalmente llegó, pero no con ello mis respuestas, Esteban se había cambiado de escuela, y yo simplemente me quedaba a la luz de mi despertar a mi primera experiencia sexual con muchas dudas que con el pasar del tiempo pude responder, sin embargo, lo que nunca pude resolver fue la verdadera historia detrás de la tormentosa interacción entre él y yo.

CONTACTO:


Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca

Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta.

Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología

www.vivemindful.com

A mis 16, y luego de un gran e intenso debate en mis primeros años con mi yo interno, había confirmado que definitivamente era homosexual, y aunque se dice que es una etapa en donde tus preferencias pueden ser fluctuantes, yo tenía claro desde pequeño que nací como hombre, pero no me asumía como tal, pese a lo devastador y complicado que pudiera resultar para toda mi familia.

Y es que me crié en un núcleo tradicional poblano en el que, por si fuera poco, siendo el único varón de 5 hijos, las aspiraciones sobre mí eran altas, especialmente las de mi padre, quien esperaba me asegurara de que prevaleciera el buen nombre de la familia, pero definitivamente, el destino nos tenía preparado algo totalmente alejado a este plan; aún recuerdo ver la expresión de angustia y desesperación de mi padre cada vez que yo refería que no era un niño y generaba momentos incómodos con sus visitas y amigos cercanos, no obstante, algo que valoro y respeto es que ante todo, y por más difícil o doloroso que pareciera, nunca reprimió mis deseos.

Pese a que en mi familia existía de alguna u otra forma cierta aceptación hacia mí, esto no era una regla en todos mis círculos, sobre todo en la escuela, donde tener una orientación alejada a la del común denominador, significaba prácticamente una llave al destierro y rechazo social, pese a ello, contaba con la fiel amistad de Valentina, otra desterrada de la escuela al ser la mujer más brillante de la clase, y que poco le preocupaba la aceptación de los demás, y como era de esperarse, siempre había compañeros que se sentían con la facultad de juzgarnos, y ese papel lo desempeñaba a la perfección Esteban, quien por cierto aprovechaba su mecánica de intimidación para robarnos todas nuestras pertenencias, gritarnos y humillarnos cada vez que podía, en especial a mí, nunca había entendido su especial saña hacia mí, nunca hasta el día que el destino nos jugó una broma pesada.

Y es que, en aquel verano, el primero de la preparatoria, todos nos preparábamos para el campamento escolar, una experiencia de la que muchos obtenían sus mejores memorias, y que todos estábamos entusiasmados por vivir, sí, incluso el sector estudiantil rechazado por diversas razones. Recuerdo bien que mientras empacaba para salir al campamento, mi padre entró a la habitación y al observar que en mi maleta llevaba maquillajes, pues la idea era pasar una noche de chicas con Valentina, dado que no tendríamos acceso a la fiesta de los populares, refirió angustiante "Te he dicho que no hagas eso frente a tus compañeros, ¿Qué clase de hombre quieres ser el día de mañana?" a lo que sin pensarlo dos veces repliqué "¿Qué clase de hombre esperas que sea?", dicho esto mi padre palideció y salió de la habitación, me sentí mal por un momento pero era mi forma de defenderme.

Luego, mi padre me llevó al campamento, todos estaban ya ahí, todos menos Valentina, quien había sido hospitalizada de emergencia, debido a una apendicitis, pero cuando supe esto ya era demasiado tarde pues mi padre ya se había ido, por un momento pensé en volver solo a casa, pero estaba en medio de la nada, así que decidí quedarme, aunque eso implicara estar solo, y así fue, permanecí solo y aislado en tanto, los demás se divertían en la fiesta a la que por supuesto no estaba invitado. Llegada la noche, decidí ir a descansar, dormitaba y pensaba en mi futuro, realmente mi padre me había hecho plantearme muchas preguntas, pero también tenía la necesidad de ser yo, aunque no fuera del agrado de los demás. Cerca de las 4 de la mañana, alguien irrumpió en mi casa de campaña lo primero que rompió el silencio fue un "¡Maldito pervertido despierta!"

Me costó trabajo en un primer momento distinguir quién era, pero cuando sentí un golpe en el pecho, y enseguida escuché la carcajada, sabía quién era: Esteban. Él estaba ebrio y con una capacidad de coordinación notoriamente disminuida, intentaba agredirme, mientras balbuceaba insultos y maldiciones, por un momento estaba asustado, no sabía cómo terminaría esto, nadie me ayudaba, no tenía certeza si era porque no escuchaban o porque no querían; de pronto sentí un enojo incontenible que mi hizo quitarme a Esteban de encima con tan solo darle un puñetazo en la cara, de inmediato estaba quejándose, y pasé del miedo, al enojo y la preocupación en un breve instante.

"¿Te hice daño?" pregunté y entre quejidos sólo respondió "Quítate bastardo" enseguida me jaló de la pijama, volvimos a forcejear, me tenía inmovilizado, no podía defenderme, temblaba, no sabía cómo pagaría mi agresión, encima de mí me miraba y solo grite "¡Que te he hecho yo! a nadie le hago daño, yo soy así ¡Maldito homofóbico!" pero mi discurso se vio interrumpido cuando Esteban me besó agresivamente, por un momento no supe que hacer, pero mi instinto le correspondió, pronto nos despojamos de nuestra ropa, y la agresividad paso a la pasión en un trance indescriptible, era mi primera vez y aunque la razón me decía que no, mi deseo estaba desenfrenado y el de él también, lo hicimos tantas veces que no notamos que amanecía, su estado de embriaguez disminuía al tiempo que dejaba atrás la relajación que el alcohol le producía para desinhibirse.

Me quedé dormido y al despertar el ya no estaba ahí, llegaba la hora de irnos y no lo veía por ningún lugar, finalmente mi familia llegó por mí, si no lo veía hoy, sería hasta el inicio de clases, y no lo logré, así que, al abordar el auto, mi cabeza iba con un montón de preguntas sin resolver, que se acrecentaron conforme el verano avanzaba y yo no sabía nada de Esteban. Contaba los días para volver, para poder tener esas respuestas y es que ¿Cómo puede alguien que te odia tanto desear tener un momento tan íntimo contigo? quizás habría sido un error.

El primer día de clases finalmente llegó, pero no con ello mis respuestas, Esteban se había cambiado de escuela, y yo simplemente me quedaba a la luz de mi despertar a mi primera experiencia sexual con muchas dudas que con el pasar del tiempo pude responder, sin embargo, lo que nunca pude resolver fue la verdadera historia detrás de la tormentosa interacción entre él y yo.

CONTACTO:


Dr. Joaquín Alejandro Soto Chilaca

Médico Psiquiatra, Sexólogo, Psiquiatra Forense y Psicoterapeuta.

Director de Mindful. Expertos en Psiquiatría y Psicología

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