/ jueves 21 de mayo de 2020

Vete a freír espárragos | EL RINCÓN DE ZALACAÍN

Recordaba la frase escuchada por vez primera cuando él también era pequeño y sin entender su necesidad

El personaje de la serie de tv, ya entrado en años, le decía al mocoso impertinente “vete a freír espárragos” a manera de alejarlo, dejarle entrever su molesta presencia en asuntos de adultos.

Zalacaín recordaba la frase escuchada por vez primera cuando él también era pequeño y sin entender su necesidad.

La historia viene del siglo XIX cuando a la labor de freírlos no se le daba mayor importancia, pues el espárrago es muy suave y cocerlo y freírlo necesita de muy poco tiempo.

Una leyenda rodea el origen del espárrago, recordaba el aventurero, algunos historiadores los citan en la cuenca del Éufrates y el Tigris en Mesopotamia, otra lo sitúan en Egipto, 6 mil años a.C. en las tierras arenosas del Nilo de donde se divulgaron a Europa. Los romanos los privilegiaron en su dieta, Plinio cita el consumo de los espárragos silvestres llamados “corudoe” y luego los de cultivo conocidos como “atiles” y destacaba los de Rávena, más gordos a los comunes.

Aquel espárrago, de una suavidad asombrosa se dejaba hervir rápidamente y quedaba listo para comer, de donde el emperador Augusto decía cuando algún asunto debía resolverse pronto: “con más velocidad que se cuecen los espárragos”.

El consumo de los espárragos blancos y verdes se extendió hasta entrar en decadencia el siglo XIV y luego recobró fama. Aparte de su sabor y suavidad se le reconocieron al verde, propiedades diuréticas y se aconseja a hasta la fecha su consumo para favorecer el buen funcionamiento de los riñones. Esa fue la razón para impulsar su cultivo por encima de los espárragos blancos.

A finales del siglo XVIII los espárragos pasaron a formar parte de la dieta de la burguesía francesa de donde en el XIX se fomentó su cultivo bajo la tierra.

Zalacaín recordó haber leído hacía algunas décadas un documento donde se daba fe en la década de los 20’s del siglo XX de cómo se fomentó el cultivo de los espárragos caseros bajo tierra. En concreto se refería a los trigueros.

Se hacían las llamadas “camas calientes”, se cavaba en el suelo y se llenaba con una capa de estiércol, luego se rodeaba con un marco de madera y se cubría con una segunda capa de mantillo de hojas y flores secas, luego se colocaban unas vidrieras, detenidas del marco de madera, en la noche las vidrieras eran cubiertas con cañizos para conservar el calor de la tierra, cuando la temperatura aumenta, entonces se levantan las vidrieras del improvisado invernadero para dejar respirar a las plantas.

¿Y la frase? Preguntaron sus amigos a Zalacaín. Pues eso es un asunto derivado de la necesidad de alejar a los mirones, los chismosos, quienes interrumpían las pláticas de los mayores y usaban frases como “vete a freír espárragos” peyorativamente, como “vete al diablo”.

Curiosamente una de las tías abuelas del aventurero Zalacaín acostumbraba frotarse con espárragos la piel para evitar las picaduras de la abeja y contaba cómo, sus antepasados comían diariamente espárragos recién hervidos o apenas pasados por aceite caliente para aumentar, decía ella, las “ganas nocturnales”.

  • www.losperiodistas.com.mx
  • YouTube: El Rincón de Zalacaín

El personaje de la serie de tv, ya entrado en años, le decía al mocoso impertinente “vete a freír espárragos” a manera de alejarlo, dejarle entrever su molesta presencia en asuntos de adultos.

Zalacaín recordaba la frase escuchada por vez primera cuando él también era pequeño y sin entender su necesidad.

La historia viene del siglo XIX cuando a la labor de freírlos no se le daba mayor importancia, pues el espárrago es muy suave y cocerlo y freírlo necesita de muy poco tiempo.

Una leyenda rodea el origen del espárrago, recordaba el aventurero, algunos historiadores los citan en la cuenca del Éufrates y el Tigris en Mesopotamia, otra lo sitúan en Egipto, 6 mil años a.C. en las tierras arenosas del Nilo de donde se divulgaron a Europa. Los romanos los privilegiaron en su dieta, Plinio cita el consumo de los espárragos silvestres llamados “corudoe” y luego los de cultivo conocidos como “atiles” y destacaba los de Rávena, más gordos a los comunes.

Aquel espárrago, de una suavidad asombrosa se dejaba hervir rápidamente y quedaba listo para comer, de donde el emperador Augusto decía cuando algún asunto debía resolverse pronto: “con más velocidad que se cuecen los espárragos”.

El consumo de los espárragos blancos y verdes se extendió hasta entrar en decadencia el siglo XIV y luego recobró fama. Aparte de su sabor y suavidad se le reconocieron al verde, propiedades diuréticas y se aconseja a hasta la fecha su consumo para favorecer el buen funcionamiento de los riñones. Esa fue la razón para impulsar su cultivo por encima de los espárragos blancos.

A finales del siglo XVIII los espárragos pasaron a formar parte de la dieta de la burguesía francesa de donde en el XIX se fomentó su cultivo bajo la tierra.

Zalacaín recordó haber leído hacía algunas décadas un documento donde se daba fe en la década de los 20’s del siglo XX de cómo se fomentó el cultivo de los espárragos caseros bajo tierra. En concreto se refería a los trigueros.

Se hacían las llamadas “camas calientes”, se cavaba en el suelo y se llenaba con una capa de estiércol, luego se rodeaba con un marco de madera y se cubría con una segunda capa de mantillo de hojas y flores secas, luego se colocaban unas vidrieras, detenidas del marco de madera, en la noche las vidrieras eran cubiertas con cañizos para conservar el calor de la tierra, cuando la temperatura aumenta, entonces se levantan las vidrieras del improvisado invernadero para dejar respirar a las plantas.

¿Y la frase? Preguntaron sus amigos a Zalacaín. Pues eso es un asunto derivado de la necesidad de alejar a los mirones, los chismosos, quienes interrumpían las pláticas de los mayores y usaban frases como “vete a freír espárragos” peyorativamente, como “vete al diablo”.

Curiosamente una de las tías abuelas del aventurero Zalacaín acostumbraba frotarse con espárragos la piel para evitar las picaduras de la abeja y contaba cómo, sus antepasados comían diariamente espárragos recién hervidos o apenas pasados por aceite caliente para aumentar, decía ella, las “ganas nocturnales”.

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