Como un regalo de Navidad y Año Nuevo, así considera la familia Castro un cuadro que pintó su abuelo y que pudieron recuperar luego de 50 años de su creación. La pintura, la tenía una familia que radica en Chicago, pero al saber el significado sentimental, lo enviaron a Puebla sin ninguna recompensa a cambio.
La obra se llama “Otoño en Puebla” fue realizada en 1971 y retrata al volcán Popocatépetl y al Iztaccíhuatl vistos desde un campo de siembra. En la pintura se puede ver una tarde tranquila en dónde se respira paz, armonía y tranquilidad.
Fernanda Rodríguez Castro es una artista plástica, fue la nieta de Roberto Castro Silva, fundador del Barrio del Artista y creador de la obra. Ella, trata de nombrar a su abuelo en cada trabajo que realiza y fue así como una familia de Chicago pudo contactarla para decirle que tenía una pintura de su abuelo.
Hasta el momento, nadie sabe cómo la pintura llegó al país vecino, pero la familia que contactó a Fernanda, le dijo que la adquirieron en una venta de patio y al tener orígenes mexicanos, les llamó mucho la atención el Popocatépetl y decidieron comprarla.
“Mi abuelo tiene 20 años de haber fallecido y yo a lo largo de mi carrera lo poco que puedo lo nombro y gracias a una nota mía en donde recuerdo a mi abuelo ellos pueden contactarme desde Chicago (...) lo que ellos pueden notar es que eran de unos coleccionistas y al parecer hicieron una venta, la familia llega a este lugar y les llama mucho la atención los volcanes porque ella es mexicana y la compran”, compartió.
La familia quiso investigar el origen de lo que habían adquirido en dicha venta, pues consideraba que el volcán “tenía magia”. En la parte trasera venía el nombre: Roberto Castro Silva y al buscar en Google encontraron el trabajo de Fernanda, como sus máscaras de Talavera y su exposición “rastros”, que junta los elementos arquitectónicos más representativos de la capital poblana.
Fernanda fue honesta y les dijo que quería tener esa pintura en su hogar, ya que recuerda que una vez, cuando niña, encontró las obras con las que inició su abuelo, pero él le dijo que esas no eran tan importantes y que un día ella iba a tener una de sus creaciones. Es decir, que, con esta noticia, sentía que el destino o su abuelo, le estaban cumpliendo esa promesa de regresarle un poco de lo que salía de su cabeza y de sus manos.
“Él era muy de salir al campo y pintar, era su magia, era su magia el poder plasmar todos esos cambios de clima (...) yo les dije con la emoción en el pecho que se las cambiaba por una obra mía (…) a los pocos minutos me pidieron una videollamada y algo en el corazón me decía que todo iba a ser bueno, me dijeron que se querían quedar un poco más con el cuadro, pero que entendían que era mía y que siempre lo fue, me pidieron mi dirección aquí en México y me lo enviaron”, comentó.
No le pidieron nada a cambio, ni una recompensa económica, sólo que diera a conocer su creación en Puebla, para que los habitantes de esta bella ciudad pudieran emocionarse al igual que ellos cuando la tuvieron en sus manos y pudieron experimentar ese paisaje que los transporta a los campos del territorio poblano. “Me lo envolvieron muy bonito, fueron muy amables y es un gran regalo del cielo el que mi familia y yo recibimos para estas fiestas”, concluyó.