/ viernes 4 de marzo de 2022

A 100 años de la llegada de los menonitas a Chihuahua

La llegada de los menonitas a Chihuahua marcó un parteaguas histórico y socioeconómico en el estado, generando una productiva convivencia entre esa etnia, los rarámuri y los mestizos

Un aire helado recibió al primer contingente de menonitas procedente de Canadá, que descendió de los vagones del tren en la estación de San Antonio de Arenales, aquel 8 de marzo de 1922, donde bajaron su maquinaria, granos y animales para adentrarse al inmenso llano hasta llegar a su nuevo hogar.

Fue la parada final de un largo viaje para los colonos, procedentes de las frías llanuras de Manitoba y Saskatchewan, Canadá, que buscaban tierras donde echar raíces, mantener sus creencias religiosas y sociales sin confrontarse con disposiciones de los gobiernos.

Fue el primero de seis trenes que contrataron los menonitas para transportarlos hasta San Antonio de los Arenales para asentarse en dos colonias: Manitoba conformada por 42 campos numerados del 1 al 42; y Swift Current con 17 campos numerados del 101 al 117.

Se estima que en total, llegaron 6 mil colonos, cada familia traía su menaje de casa, carros de transporte, caballos de tiro, vacas lecheras, pollos, gansos, cerdos, implementos agrícolas, semillas para siembra, madera y materiales para construcción de sus casas.

Fue la comitiva de Klass Heide, Cornelius Rempel y el reverendo Julius Lowen, así como Benjamín Goertzen, Johann Loepky de Hague Osler y David Rempel, quienes se entrevistaron con el agente de bienes raíces Arturo J. Braniff para evaluar opciones de tierras.

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Previamente, recorrieron los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit y Jalisco, además de Chihuahua, hasta que en 1921 contactaron a Braniff para formalizar la petición y fue su contacto con el presidente Álvaro Obregón Salido, quien abrazó la iniciativa para mostrar al exterior un gobierno de respeto humano, tolerancia e impulsor de la propiedad privada.

En reunión celebrada con el general Obregón, el 17 de febrero de 1921, los solicitantes menonitas expusieron su necesidad territorial y condiciones para inmigrar y mantener su forma de vida.

En respuesta a la petición formal por escrito, la Presidencia de la República respondió una semana después: “A los representantes de la Old Colonia Reinland Mennonite Church...”

  1. No estarán ustedes obligados al servicio militar.

  2. En ningún caso se les obligará a prestar juramento.

  3. Tendrán el derecho más amplio de ejercitar sus principios religiosos y practicar las reglas de su iglesia sin que se les moleste o restrinja en forma alguna.

  4. Quedan ustedes plenamente autorizados para fundar sus propias escuelas con sus propios maestros, sin que el gobierno los obstruya en forma alguna.

Posteriormente se agregarían dos aspectos más: El de decidir libremente su salida y el de vivir bajo la protección del Estado Mexicano.

Acordadas las condiciones, el general Obregón aceptó que compraran las hectáreas de San Antonio de los Arenales, terreno perteneciente a la Hacienda de Bustillos, del latifundio de la familia Zuloaga, que hoy son el municipio de Cuauhtémoc y de Cusihuiriachi.

Comenzó así, una relación con la población mexicana –entre rarámuri y mestiza—, que ahora cumple un siglo con una pujante comunidad que integran poco más de 20 mil menonitas. Nada casual, esta región del estado es llamada la Tierra de las tres Culturas.


LA RUTA DESDE PAÍSES BAJOS

La denominación menonita proviene de su definición ideológica y religiosa, la cual procede de Menno Simons, un líder religioso que vivió en Europa durante los años 1496 y 1561, cuyos integrantes habitaban en los Países Bajos (Holanda-Bélgica), de donde tuvieron que emigrar en 1525 a Prusia, actualmente Alemania, y a finales del siglo XVIII tomaron camino hacia Rusia, donde en la mitad del siglo XIX salieron para asentarse en la región de Manitoba y Saskatchewan, en Canadá, así como Estados Unidos.

A partir de ello, se autorizó a sus representantes religiosos, a quienes responden como autoridad, para que en comisión recorran países que ofrezcan tierra y condiciones sociopolíticas propicias para su establecimiento.

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A decir de los líderes de la comunidad menonita, ese histórico peregrinar se relaciona con sus principios pacifistas y creencias religiosas, que en diversos países representó dejar todo atrás y buscar otro sitio donde echar raíces, ya fuera por presionarlos a enlistar a los jóvenes a la milicia o cuestionar sus usos y costumbres.

Circunstancias que los llevaron a convertirse en un pueblo nómada pero también estrechó sus bases, convirtiéndolos en un grupo étnico que intenta mantener sus ideales en un contexto moderno y cambiante.

En esa ruta, la migración de Canadá a México implicó un recorrido de los comisionados de los viejos colonos por varios estados, en particular Durango y Chihuahua, donde observaron tierras aptas para el cumplimiento de su vocación rural y convinieron con la representación de la agencia colonizadora, el trato previo de compraventa de una parte de la superficie de San Antonio, posesión ofertada por Bustillos y Anexas, que ante el inminente reparto agrario, exigido por la aplicación del artículo 27 constitucional, optó por comercializar antes de que el Gobierno expropiara esa área.

La compra se apalabró el 6 de septiembre de 1921 pero las escrituras se formalizaron hasta el 2 de octubre de 1922 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Éstas se hicieron a nombre de dos compañías privadas de Manitoba: la Sociedad Heide, Neufeld y Reinländer y la Sociedad Rempel, Wall y Reinländer.

Dichas compañías, de acuerdo con las escrituras de venta No. 165 y 166 que se firmaron el 30 de septiembre de 1922 en la Notaría Pública No. 2 de Ciudad Juárez, compraron dos terrenos de la Hacienda de Bustillos: uno de 31 mil 288 hectáreas y el otro de 31 mil 440 hectáreas. La primera propiedad se vendió en 629 mil 582 dólares y la segunda en 632 mil 676 dólares.

Ambas sociedades pagaron 190 mil dólares cada una como adelanto, con dos abonos de 22 mil 500 dólares entregados al momento de la firma del testimonio y se acordó que las diferencias serían saldadas en ocho anualidades pagaderas hasta 1930 con una tasa de interés del 6% sobre saldos insolutos.


EL CORREDOR MÁS GRANDE

De acuerdo con los archivos históricos de Chihuahua, los habitantes de San Antonio de Arenales acudieron a la estación de tren para presenciar el arribo de esas familias –de rasgos tan diferentes a los locales y que hablaban alemán bajo (plódich) — para verlos descender de los vagones con su menaje, carromatos, animales de tiro, máquinas de labranza, costales de semilla, lonas para improvisar viviendas, madera y herramientas.

Aunque se difundió la versión de la pobreza del suelo al que se había llegado, el agua de la región de Bustillos siempre ha sido de lo mejor y la tierra produce la cantidad y calidad de manzana, que hoy posiciona a esta región en el primer lugar nacional y es uno de los líderes en exportación del fruto. Asimismo, la avena, el maíz y el frijol, que distinguen a Cuauhtémoc como el granero más importante del estado.

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En poco tiempo, las familias que instalaron campamentos en los campos asignados, erigieron la primera casa con la madera traída de Canadá en el Campo 22 Blumenorth, “Lugar de las flores”, después se construiría otra con piedra de Coyachi en el Campo 1A Kleefel, “Patio de Caliche”, lo cual fue la oportunidad para detectar los materiales locales que les servirían para la construcción óptima de sus viviendas.

Lo anterior fue dando forma a los campos menonitas, hoy en día un área típica y distintiva de esa comunidad, diseñada con el estilo de las aldeas en las llanuras del Dnieper en Ucrania, con casas ordenadas, orientadas para estarse viendo todos, con cobertizos anexos para sus animales de trabajo y alimentación y con una amplia calle central.

Una organización demográfica que dio vida a uno de los corredores comerciales más grandes de América Latina, que hoy se extiende por más de 40 kilómetros desde Ciudad Cuauhtémoc hasta la comunidad de Álvaro Obregón.


DEL PARTEAGUAS

No ha sido un siglo de miel sobre hojuelas. En efecto, los menonitas se integraron justo en el periodo posrevolucionario, precisamente en una entidad que fue la cuna del movimiento y que consumado el conflicto político y social, todavía implicó más de una década para alcanzar cierta estabilidad. En ese ínter, los campesinos reclamaban la promesa del reparto agrario y un grupo extranjero era el blanco perfecto para la confrontación.

Casa menonita. | Foto: Archivo

Según se estableció, a través de concesiones Bustillos y Anexas resolvió el conflicto, ya que a la par se aceptó la reubicación de rancheros de Napavechi, Ojo Caliente, Arroyo de Dolores y El Moyote, resistentes a dejar las tierras que por muchos años habían ocupado pero que pertenecían al latifundio de la Casa Zuloaga.

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Por su parte los viejos colonos pronto dieron muestra de distinción entre lo que es de Dios y lo que corresponde a las responsabilidades del Estado y acudieron a registrar en el recién creado Registro Civil de la Sección Municipal de la Laguna en San Antonio de Arenales del municipio de Cusihuiriachi, el nacimiento de Agneta Batman, del matrimonio de Franz Fergen con Margarita Wall y la defunción de Johan Wall en aquel 1922 para enviar el mensaje de que respetaban las leyes mexicanas y actuarían bajo ese contexto.

Con información del profesor Marcelino Martínez Sánchez, cronista de Ciudad Cuauhtémoc


Un aire helado recibió al primer contingente de menonitas procedente de Canadá, que descendió de los vagones del tren en la estación de San Antonio de Arenales, aquel 8 de marzo de 1922, donde bajaron su maquinaria, granos y animales para adentrarse al inmenso llano hasta llegar a su nuevo hogar.

Fue la parada final de un largo viaje para los colonos, procedentes de las frías llanuras de Manitoba y Saskatchewan, Canadá, que buscaban tierras donde echar raíces, mantener sus creencias religiosas y sociales sin confrontarse con disposiciones de los gobiernos.

Fue el primero de seis trenes que contrataron los menonitas para transportarlos hasta San Antonio de los Arenales para asentarse en dos colonias: Manitoba conformada por 42 campos numerados del 1 al 42; y Swift Current con 17 campos numerados del 101 al 117.

Se estima que en total, llegaron 6 mil colonos, cada familia traía su menaje de casa, carros de transporte, caballos de tiro, vacas lecheras, pollos, gansos, cerdos, implementos agrícolas, semillas para siembra, madera y materiales para construcción de sus casas.

Fue la comitiva de Klass Heide, Cornelius Rempel y el reverendo Julius Lowen, así como Benjamín Goertzen, Johann Loepky de Hague Osler y David Rempel, quienes se entrevistaron con el agente de bienes raíces Arturo J. Braniff para evaluar opciones de tierras.

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Previamente, recorrieron los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit y Jalisco, además de Chihuahua, hasta que en 1921 contactaron a Braniff para formalizar la petición y fue su contacto con el presidente Álvaro Obregón Salido, quien abrazó la iniciativa para mostrar al exterior un gobierno de respeto humano, tolerancia e impulsor de la propiedad privada.

En reunión celebrada con el general Obregón, el 17 de febrero de 1921, los solicitantes menonitas expusieron su necesidad territorial y condiciones para inmigrar y mantener su forma de vida.

En respuesta a la petición formal por escrito, la Presidencia de la República respondió una semana después: “A los representantes de la Old Colonia Reinland Mennonite Church...”

  1. No estarán ustedes obligados al servicio militar.

  2. En ningún caso se les obligará a prestar juramento.

  3. Tendrán el derecho más amplio de ejercitar sus principios religiosos y practicar las reglas de su iglesia sin que se les moleste o restrinja en forma alguna.

  4. Quedan ustedes plenamente autorizados para fundar sus propias escuelas con sus propios maestros, sin que el gobierno los obstruya en forma alguna.

Posteriormente se agregarían dos aspectos más: El de decidir libremente su salida y el de vivir bajo la protección del Estado Mexicano.

Acordadas las condiciones, el general Obregón aceptó que compraran las hectáreas de San Antonio de los Arenales, terreno perteneciente a la Hacienda de Bustillos, del latifundio de la familia Zuloaga, que hoy son el municipio de Cuauhtémoc y de Cusihuiriachi.

Comenzó así, una relación con la población mexicana –entre rarámuri y mestiza—, que ahora cumple un siglo con una pujante comunidad que integran poco más de 20 mil menonitas. Nada casual, esta región del estado es llamada la Tierra de las tres Culturas.


LA RUTA DESDE PAÍSES BAJOS

La denominación menonita proviene de su definición ideológica y religiosa, la cual procede de Menno Simons, un líder religioso que vivió en Europa durante los años 1496 y 1561, cuyos integrantes habitaban en los Países Bajos (Holanda-Bélgica), de donde tuvieron que emigrar en 1525 a Prusia, actualmente Alemania, y a finales del siglo XVIII tomaron camino hacia Rusia, donde en la mitad del siglo XIX salieron para asentarse en la región de Manitoba y Saskatchewan, en Canadá, así como Estados Unidos.

A partir de ello, se autorizó a sus representantes religiosos, a quienes responden como autoridad, para que en comisión recorran países que ofrezcan tierra y condiciones sociopolíticas propicias para su establecimiento.

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A decir de los líderes de la comunidad menonita, ese histórico peregrinar se relaciona con sus principios pacifistas y creencias religiosas, que en diversos países representó dejar todo atrás y buscar otro sitio donde echar raíces, ya fuera por presionarlos a enlistar a los jóvenes a la milicia o cuestionar sus usos y costumbres.

Circunstancias que los llevaron a convertirse en un pueblo nómada pero también estrechó sus bases, convirtiéndolos en un grupo étnico que intenta mantener sus ideales en un contexto moderno y cambiante.

En esa ruta, la migración de Canadá a México implicó un recorrido de los comisionados de los viejos colonos por varios estados, en particular Durango y Chihuahua, donde observaron tierras aptas para el cumplimiento de su vocación rural y convinieron con la representación de la agencia colonizadora, el trato previo de compraventa de una parte de la superficie de San Antonio, posesión ofertada por Bustillos y Anexas, que ante el inminente reparto agrario, exigido por la aplicación del artículo 27 constitucional, optó por comercializar antes de que el Gobierno expropiara esa área.

La compra se apalabró el 6 de septiembre de 1921 pero las escrituras se formalizaron hasta el 2 de octubre de 1922 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Éstas se hicieron a nombre de dos compañías privadas de Manitoba: la Sociedad Heide, Neufeld y Reinländer y la Sociedad Rempel, Wall y Reinländer.

Dichas compañías, de acuerdo con las escrituras de venta No. 165 y 166 que se firmaron el 30 de septiembre de 1922 en la Notaría Pública No. 2 de Ciudad Juárez, compraron dos terrenos de la Hacienda de Bustillos: uno de 31 mil 288 hectáreas y el otro de 31 mil 440 hectáreas. La primera propiedad se vendió en 629 mil 582 dólares y la segunda en 632 mil 676 dólares.

Ambas sociedades pagaron 190 mil dólares cada una como adelanto, con dos abonos de 22 mil 500 dólares entregados al momento de la firma del testimonio y se acordó que las diferencias serían saldadas en ocho anualidades pagaderas hasta 1930 con una tasa de interés del 6% sobre saldos insolutos.


EL CORREDOR MÁS GRANDE

De acuerdo con los archivos históricos de Chihuahua, los habitantes de San Antonio de Arenales acudieron a la estación de tren para presenciar el arribo de esas familias –de rasgos tan diferentes a los locales y que hablaban alemán bajo (plódich) — para verlos descender de los vagones con su menaje, carromatos, animales de tiro, máquinas de labranza, costales de semilla, lonas para improvisar viviendas, madera y herramientas.

Aunque se difundió la versión de la pobreza del suelo al que se había llegado, el agua de la región de Bustillos siempre ha sido de lo mejor y la tierra produce la cantidad y calidad de manzana, que hoy posiciona a esta región en el primer lugar nacional y es uno de los líderes en exportación del fruto. Asimismo, la avena, el maíz y el frijol, que distinguen a Cuauhtémoc como el granero más importante del estado.

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Lo anterior fue dando forma a los campos menonitas, hoy en día un área típica y distintiva de esa comunidad, diseñada con el estilo de las aldeas en las llanuras del Dnieper en Ucrania, con casas ordenadas, orientadas para estarse viendo todos, con cobertizos anexos para sus animales de trabajo y alimentación y con una amplia calle central.

Una organización demográfica que dio vida a uno de los corredores comerciales más grandes de América Latina, que hoy se extiende por más de 40 kilómetros desde Ciudad Cuauhtémoc hasta la comunidad de Álvaro Obregón.


DEL PARTEAGUAS

No ha sido un siglo de miel sobre hojuelas. En efecto, los menonitas se integraron justo en el periodo posrevolucionario, precisamente en una entidad que fue la cuna del movimiento y que consumado el conflicto político y social, todavía implicó más de una década para alcanzar cierta estabilidad. En ese ínter, los campesinos reclamaban la promesa del reparto agrario y un grupo extranjero era el blanco perfecto para la confrontación.

Casa menonita. | Foto: Archivo

Según se estableció, a través de concesiones Bustillos y Anexas resolvió el conflicto, ya que a la par se aceptó la reubicación de rancheros de Napavechi, Ojo Caliente, Arroyo de Dolores y El Moyote, resistentes a dejar las tierras que por muchos años habían ocupado pero que pertenecían al latifundio de la Casa Zuloaga.

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Por su parte los viejos colonos pronto dieron muestra de distinción entre lo que es de Dios y lo que corresponde a las responsabilidades del Estado y acudieron a registrar en el recién creado Registro Civil de la Sección Municipal de la Laguna en San Antonio de Arenales del municipio de Cusihuiriachi, el nacimiento de Agneta Batman, del matrimonio de Franz Fergen con Margarita Wall y la defunción de Johan Wall en aquel 1922 para enviar el mensaje de que respetaban las leyes mexicanas y actuarían bajo ese contexto.

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