Considerado como un barrio bravo, Xanenetla, es hogar de gente buena y artesanos que entre sus calles laberínticas han escrito sus historias de vida. Es un barrio formado por trabajadores de diferentes oficios. En la actualidad es famoso por sus coloridos murales, que decoran sus paredes y dan vida a sus calles.
PRIMEROS HABITANTES
“Todo mi familia ha vivido aquí en el barrio siempre. Mi abuelo, Hilarión Oliveros Xicotencatl, fue uno de los primeros en llegar al barrio, en 1924. Tenía 14 años, venía de Santo Toribio Xicotzingo, Tlaxcala. Era peón de los señores Cosío Tamariz que eran dueños de los terrenos de Xanenetla, incluso parte del terreno del estadio Ignacio Zaragoza, pertenecía a ellos, eran los hacendados”, expone Rodolfo Negrete Oliveros, tercera generación de la familia.
Relata que su abuelo cuando llegó se instaló en los establos de la hacienda de los Cosío y cuando conoció a su abuela Remedios, ellos mismos les rentaron unos de los primeros cuartos de la 4 norte. Sus abuelos tuvieron 4 hijos, su mamá entre ellos, todos nacieron y crecieron en Xanenetla, y luego vino toda la demás descendencia.
Dice que su abuelo quería progresar y por eso se consiguió trabajó de obrero textil en la fábrica de San Felipe, en Xanenetla, y hasta llegó a ser líder sindical. La familia siguió viviendo en la misma casa.
“Ya cuando mi abuelo se pensiona se dedicó a hacer combustibles aquí mismo en la casa, los otros niños y yo cuando era pequeño, le ayudamos a hacer los combustibles que se entregaban en las tiendas o acá mismo los vendíamos”, asegura.
VIVIR EN EL BARRIO
“Yo soy originario de Xanenetla, nací aquí en mi casa de la 4 norte 2804, en abril de 1971; mi mamá se alivió con la partera del barrio que era doña Martinita, que era mamá de Darío, quien todavía tiene su horno de pan ahí junto a la iglesia”, asegura.
“Todavía hace 40 años las calles eran de tierra y jugábamos canicas o al trompo, incluso acá tenía su taller don Melitón, o don Meli como era conocido. El hacia sus trompos de madera que iba a entregar al Parian”, recuerda con gusto.
En la plazuela de Texcoco que es donde está la fuente, dice que había un cuartel y ahí traían a bañar a los caballos. De ahí se sacaba al agua porque en sus tiempos no había drenaje y las señoras se tenían que parar temprano para apartarla. Al lado de la fuente detalla había un ahuehuete que se calló de viejo y cuando hacían las pastorelas, hasta arriba del árbol ponían la estrella de Belén.
LOS DIFERENTES OFICIOS
Xanenetla es conocido por la elaboración de masetas, pero Rodolfo señala que en el barrio cada familia se dedicaba a un oficio diferente y en su casa tenían sus propios talleres. Así como en la suya se dedicaban a hacer combustibles y vender refrescos.
“Había quien hacia buñuelos para las fiestas de los barrios; o confeti para vender cuando se conmemoraba la Batalla del 5 de Mayo o el 15 de septiembre en el zócalo; se hacían braseros de barro, que bajaban a vender al mercado; un tiempo hubo cueteros que hacían los famosos judas que se quemen el sábado de gloria; incluso había una fábrica de mosaicos de Alfredo Contreras que dilató muchos años, después se convirtió en una fundición y uno de mis cuñados trabajo ahí”,
Pero eso no es todo, comenta que en este barrio se hacían piñatas para las pastorelas, también había una señora dedicada a hacer muéganos y borrachitos. Recuerda a Amparito, otra señora que era cieguita y, con todo y todo, hacía sus dulces en conserva y camotes y se salía a vender a las calles.
Señala que el que inició el proyecto para empedrar las calles y poner las lajas en el barrio de Xanenetla fue el gobernador, Alfredo Toxqui Fernández de Lara, pero el que inauguró la obra fue Guillermo Jiménez Morales.
“Yo soy el representante de la cuadrilla de huehues ´La Fuente´ del barrio de Xanenetla, en ella bailan mis hijos y mis sobrinos. La formé para darle otra imagen al barrio, para que la gente supiera que no es un barrio de delincuentes, sino un barrio de gente buena, honrada y trabajadora”, concluye.
LO QUE DICE LA HISTORIA
Carlos Montero Pantoja, catedrático del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, doctorado en arquitectura y urbanismo con especialidad en centros históricos, relata que Xanenetla es un barrio que no se originó con la fundación de la ciudad, sino que se empezó a configurar como lo conocemos en la actualidad, con sus seis manzanas y el templo al centro, hasta el siglo XIX. Anteriormente era el lugar de trabajo de los canteros quienes construían tejabanes (no viviendas) para protegerse o descansar eventualmente.
Refiere que en el siglo XX comenzaron los créditos bancarios mediante hipoteca para que las personas se hicieran de una casa y pagaran en plazos. Mucha gente empezó a salir del centro histórico para habitar los crecimientos urbanos tipo residencial (colonias). La gente con recursos se dio el lujo de salir del centro y rentar esa casa, parcial o totalmente, como vecindad. Los que no tenían recursos para comprar, se fueron a los sitios vacantes que había de la época Virreinal para ocuparlos masivamente.
Fue así como se transformó el sitio de trabajo de las canteras para hacer actualmente el barrio de Xanenetla, el lugar de canteros y, tiempo después de gente sin posibilidades de comprar una casa por no tener los recursos o porque no quería vivir en el centro, pero sí tener un espacio independiente.
“La gente que vivió ahí siempre fue de escasos recursos, había personas que se dedicaban a algún oficio. Fue tradicional el tema de los pajareros, personas que atrapaban pájaros ahí en el cerro y bajaban con su carga de jaulas, no sé cuántas cargaban, hacían una torre de jaulas con pájaros de todo tipo, e iban a los mercados o plazas que se hacían en la ciudad en las primeras décadas del siglo XX. Había una plaza grande, era el de San Antonio, y también donde está el mercadito de El Alto se hacía uno importante; otros caminaban por las calles vendiendo los pajaritos”, expone.
“Ahí vivió gente de diversos oficios, unos que se dedicaban a la cantera y otros a hacer ladrillos, ahí estaba la Ladrillera Cosío. Xanenetla fue un barrio de trabajadores y también de delincuentes porque en esa zona había muchos sitios donde esconderse (por los hoyos que se formaban por la extracción de piedra), eran lugares no tan poblados donde se escondían los ladrones o los aprendían en esa zona”, añade.
Finalmente señala que la tradición de vivir y trabajar en el mismo sitio permaneció hasta muy avanzado el siglo XX, la casa familiar se hacía en relación con las necesidades del oficio o profesión del padre de familia que era el que trabajaba.