/ viernes 29 de abril de 2022

Explosión en Chalchicomula, la batalla olvidada del 5 de Mayo

Más de mil soldados, que se preparaban para repeler la invasión francesa en Puebla, murieron al estallar la Colecturía del Diezmo donde se guardaban los pertrechos de guerra, un incidente que los libros de historia no registran

El 6 de marzo de 1862, más de mil efectivos de la primera brigada del Ejército de Oriente sucumbieron en una catástrofe que privó al ejército de la República de un fuerte contingente de hombres y pertrechos para la batalla del 5 de mayo de ese mismo año.

Una explosión “accidental” en el edificio de la Colecturía del Diezmo de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán, Puebla), en donde fueron concentrados, destrozó a la brigada oaxaqueña y evitó que se enfrentaran al ejército francés. Una pérdida irreparable en la que no solo murió casi toda la tropa; también fallecieron habitantes de la localidad.

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Esta catástrofe quedó en el olvido, sin ser registrada en la historia de México como parte de los acontecimientos previos a la gesta heroica de mayo. El hecho, sin embargo, consta en una serie de cartas que muestran la comunicación que hubo entre Ignacio Zaragoza y Benito Juárez, y en las que también se lee a Porfirio Díaz.

El primero era el militar responsable de repeler la invasión francesa, el segundo era Presidente de México y el tercero, un general más en el ejército nacional.

Transcripciones de estas cartas, desconocidas hasta ahora por los propios pobladores, hoy son exhibidas en Ciudad Serdán, municipio de Chalchicomula de Sesma, y sus originales se encuentran bajo resguardo del Archivo General de la Nación.

Un lugar estratégico

San Andrés Chalchicomula (en esa época así era conocida esta localidad), era un lugar estratégico que conectaba a la Ciudad de México con Veracruz, pero había que pasar por la Angelópolis, y por ello se concentró a los soldados que participarían en la Batalla del 5 de Mayo en el edificio de la “Colecturía del Diezmo”; además, sería el lugar en el que se guardarían los pertrechos de guerra (fusiles, pólvora, herramientas, etcétera).

Según datos del INAH, el edificio de la Colecturía se comenzó a edificar a finales del siglo XVII. Se construyó exprofeso para recolectar el diez por ciento (de ahí su nombre) del grano correspondiente a las cosechas obtenidas por los hacendados de toda la región, mismas que eran distribuidas al resto del país.

“Es un edificio único en México, no hay otro igual. Las construcciones de antes no tenían profundidad, se hacían hacia los lados, por eso la construcción de la Colecturía tiene una base que sostiene a los muros que tienen una dimensión de 90 centímetros (de ancho), y para edificarlo se utilizaron materiales de la región como piedra volcánica y arena”, expone Isela Quezada Garza, directora del Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Chalchicomula de Sesma.

En las ruinas del edificio de la Colecturía se aprecia el grueso de los muros, también que tenía una extensión mayor, pero con los años se fue fraccionando para diferentes usos. En la actualidad, una parte del mismo se utiliza para casa habitación y un taller mecánico da servicio en la parte donde se guardaban carretas y animales. Hoy está bajo resguardo del gobierno municipal y se utiliza para eventos culturales o educativos.

“El lugar donde ocurrió la explosión seguramente era donde se concentraba todo el armamento que llevarían a la Batalla del 5 de Mayo. Por el tamaño de la calle nos podemos dar cuenta del impacto del estallido porque fue el sitio exacto donde sucedió todo”, asegura.

Durante la explosión se esparcieron muchos cuerpos. Fue una catástrofe tan grande que los panteones que había entonces no se dieron abasto. Relatan que fueron los propios sanandreseños quienes se dieron a la tarea de recoger los cuerpos y los restos en carretas, después se hicieron fogatas para incinerarlos.

“Dicen que en los muros de la Colecturía hicieron hoyos para sepultar cuerpos, inclusive un presidente municipal que entrevisté me dijo que durante su gestión se hicieron mejoras en el edificio y durante los trabajos se encontraron cráneos y partes de huesos”, detalla Quezada Garza.


¿Cómo fue la explosión?

La directora del Archivo relata que en Chalchicomula se juntaron las tropas aliadas, en especial un número importante de soldados oaxaqueños que pertenecían al Ejército de Oriente, en los preparativos para enfrentar al enemigo invasor. Estos venían con sus mujeres, que eran conocidas como soldaderas, y algunas traían niños. Todos se concentraron en la Colecturía del Diezmo.

Una teoría de la explosión, dice la maestra, es que una soldadera fue a dejarle la cena a un soldado y utilizó una vela para trasladarse, cuando iba pasando por donde estaba la pólvora se calló una gota de cera y entonces todo estalló.

Pero enfatiza que en esa época el país estaba en una convulsión total, había conservadores y liberales luchando por su propio objetivo, por eso existe otra teoría que dice que en algún batallón había traidores que fraguaron la explosión.

“En el Museo Casa La Magnolia tenemos diferentes cartas escritas por Zaragoza y en una dice que él mandó a fusilar a un general por sospecha de traición. La cantidad exacta de muertos se desconoce, perdieron la vida muchos soldados oaxaqueños, soldaderas y niños, pero también murieron sanandraseños porque fue una hecatombe”, advierte.

“Acabamos de conmemorar 160 años de la explosión en la Colecturía del Diezmo y como cada año vinieron nuestros hermanos de Huajuapan de León y Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca, para hacer una ofrenda a los soldados caídos, y, por cierto, en su archivo histórico tienen un registro de nombres de quienes fallecieron”, subraya.

Cuando se iba a gestar la Batalla del 5 de Mayo, el inmueble de la Colecturía se utilizó para recibir a los batallones, llenarlo de pertrechos, pero también para que los soldados cohabitaran ahí.

“La Colecturía era uno de los edificios más grandes de toda la región y gran parte de la milicia que intervendría en la Batalla se resguardaba aquí. Cuando explotó, fue un golpe fuerte para el Ejército Mexicano porque falleció un gran número de soldados que participaría en la gesta”, sentencia.

“Nos extraña que la explosión no esté clasificada dentro de los acontecimientos previos a la Batalla del 5 de Mayo. Nosotros obtuvimos datos contundentes a partir de unas cartas que tenemos en exposición en el Museo Casa La Magnolia, que se paleografiaron de las originales que se encuentran en el Archivo General de la Nación”, señala Diana Lizbeth López Zacaula, directora de Turismo y Cultura del municipio de Chalchicomula de Sesma.

En las cartas está asentado el nombre de Chalchicomula y en ellas el general Ignacio Zaragoza narra todo lo que padeció el ejército, a partir de la explosión, para llegar al encuentro con el ejército francés, y hasta su muerte. En otras se leen los informes de Porfirio Díaz y terminan con el discurso que Benito Juárez pronunció en Puebla a los soldados en diciembre de 1862.

“Mucha gente no sabe de esta explosión que sucedió en Chalchicomula, incluso hay sanandreseños que lo desconocen y tampoco saben qué es la Colecturía. Esto es porque, a pesar de que el INAH lo tiene registrado, no se le ha dado importancia y por mucho tiempo el edificio se utilizó para jugar frontón”, lamenta.

Estas cartas históricas llegaron a manos de la directora de Turismo municipal por medio de un aficionado a la historia de México que tuvo acceso al Archivo General de la Nación por medio de su padre. Él se puso a investigar acerca de la batalla de Puebla, así las encontró y realizó la paleografía de las mismas, es decir, transcribió la escritura antigua y en el museo les dieron un tratamiento para que el papel se viera viejo.

De Zaragoza a Juárez

“Las cartas empiezan cuando el general Ignacio Zaragoza le dice a Benito Juárez que había estallado un lugar importante en el que estaban guardados los pertrechos de guerra y se perdieron vidas”, dice Quezada Garza.

En dicha carta, fechada el 18 de marzo de 1862, se lee: “Mi estimado amigo: Me había abstenido de manifestar a usted el profundo sentimiento que me causó la desgracia ocurrida a la primera brigada de la división de Oaxaca en esta población. (…) la triste evidencia que he adquirido por mi propia vista, no me permite dudar del desastre referido (…) acarreo la funesta consecuencia de la muerte de mil y tantos ciudadanos de Oaxaca, y siempre lamentaré la pérdida de tantos patriotas que vinieron a sucumbir de una manera terrible”.

En otra carta, el general Zaragoza informa a Juárez que fusilará al general Manuel Robles Plazuela, por alta traición:

…“Mañana mandaré pasarlo por las armas y no me ocuparé para ello de formar un voluminoso proceso que nos haría perder el tiempo; reuniré todos los datos que condenan al culpable, para responder, si alguna vez me hacen cargos; mi conciencia se encuentra tranquila y me hallo íntimamente convencido de que es preciso obrar con energía”.

A través de estas cartas también se mencionan las calamidades, las carencias y todo lo sucedido después de la explosión, cuando Zaragoza dirigía el ejército hacia Puebla, asegura la directora del archivo municipal quien agrega que los soldados querían desertar porque ya no tenían víveres y habían perdido los pertrechos necesarios para enfrentarse a los franceses.

Hay una carta del 2 de mayo en la que Zaragoza manifiesta que se tienen que preparar para atacar al enemigo, pero siente que sus tropas están cansadas y son poco disciplinadas. También se presenta el texto del telegrama que envió a Juárez informando el preciso momento en que dio inicio la batalla y que fue recibido en la Ciudad de México a las doce y veintiocho minutos del día:

“Excelentísimo señor ministro de la Guerra: Son las doce del día y se ha roto el fuego del cañón por ambas partes”.

En otro telegrama que Zaragoza envió desde el campo de batalla, el día 5 de mayo, informó a Juárez de su probable triunfo:

“Reorganizado el enemigo y fuera del alcance de mi artillería no me fue posible tomar sobre él la iniciativa y puesto el sol desfilaron sus cuerpos para su campo, volviendo los míos a sus posiciones de la mañana. Si como lo espero, se me incorporan mañana las brigadas de los ciudadanos generales O´Horan y Antillón, será completo nuestro triunfo”.

Porfirio Díaz y sus regimientos

En la exposición presentada en el Museo Casa La Magnolia, también se leen los movimientos que durante la batalla realizó el general Porfirio Díaz, quien estuvo a cargo de diferentes batallones.

“En este momento mandé que el batallón Guerrero, a las órdenes del teniente coronel ciudadano Mariano Jiménez, se moviese en columna hacia el enemigo y, desplegando sobre la marcha en batalla a su frente, lo batiese sin dejar de ganarle terreno”.

Y sigue: “Comprometido este batallón en un serio combate y habiéndose alejado mucho, era necesario protegerlo y doblar su impulso en caso necesario y a este efecto destaqué los batallones 1° (primero) y 2° (segundo) de Oaxaca al mando de sus respectivos jefes, ciudadano coronel Alejandro Espinosa del primero, y ciudadano teniente coronel Francisco Loaeza del segundo, formados en una sola columna y siguieron al enemigo con tal impulso que lo fueron desalojando sucesivamente de las sinuosidades del terreno que era una continuación de parapetos sobre la llanura”.

El 6 de mayo de 1862, Díaz envió su informe al presidente Juárez: “No puedo decir con certeza el número de muertos y heridos del enemigo en ésta línea, porque una comisión había comenzado a recogerlos antes de que yo pusiese atención a ellos y solo puedo asegurar que he visto levantar más de 20 cadáveres del enemigo y un número de heridos mayor que no puedo calcular y a muchos de estos he visto al enemigo levantando multitud de heridos que conducía a su campo”.

En esta carta, Díaz también muestra su respeto a Zaragoza, quien estaba al frente de la batalla: “Sírvanse usted felicitar al ciudadano general en jefe, aceptando para sí las promesas de mi aprecio y debida subordinación. Libertad y Reforma”.

Unos meses después, el 5 de septiembre de 1862, el general Ignacio Mejía envió un telegrama a Juárez informando que Zaragoza se había enfermado:

“El señor general Ignacio Zaragoza tiene una fiebre tifoidea, bien caracterizada. La enfermedad por sí es grave, pero hasta hoy no se presentan síntomas alarmantes. Se le atiende con esmero, lo visito tres veces al día además de que lo asisten el doctor Petricioli y Orellan, llevo conmigo a la mañana y a la tarde a Nacho Orozco, cuya práctica en esta enfermedad es continua y sus conocimientos le constan, como a mí”.

A pesar de que estuvo atendido por los mejores doctores, el ilustre general muere el 8 de septiembre: “No ha sido posible salvar a nuestro amigo Zaragoza. La fiebre siguió su curso y de ayer a hoy se agravó de manera que ha fallecido a las diez y cuarto de esta mañana. La patria ha perdido un fiel servidor y nosotros un buen jefe y amigo”.

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Las cartas terminan con el discurso que pronunció el entonces presidente de México Benito Juárez, en Puebla, a los “valerosos soldados” que participaron en la gesta, con fecha del 14 de diciembre de 1862.


El 6 de marzo de 1862, más de mil efectivos de la primera brigada del Ejército de Oriente sucumbieron en una catástrofe que privó al ejército de la República de un fuerte contingente de hombres y pertrechos para la batalla del 5 de mayo de ese mismo año.

Una explosión “accidental” en el edificio de la Colecturía del Diezmo de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán, Puebla), en donde fueron concentrados, destrozó a la brigada oaxaqueña y evitó que se enfrentaran al ejército francés. Una pérdida irreparable en la que no solo murió casi toda la tropa; también fallecieron habitantes de la localidad.

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Esta catástrofe quedó en el olvido, sin ser registrada en la historia de México como parte de los acontecimientos previos a la gesta heroica de mayo. El hecho, sin embargo, consta en una serie de cartas que muestran la comunicación que hubo entre Ignacio Zaragoza y Benito Juárez, y en las que también se lee a Porfirio Díaz.

El primero era el militar responsable de repeler la invasión francesa, el segundo era Presidente de México y el tercero, un general más en el ejército nacional.

Transcripciones de estas cartas, desconocidas hasta ahora por los propios pobladores, hoy son exhibidas en Ciudad Serdán, municipio de Chalchicomula de Sesma, y sus originales se encuentran bajo resguardo del Archivo General de la Nación.

Un lugar estratégico

San Andrés Chalchicomula (en esa época así era conocida esta localidad), era un lugar estratégico que conectaba a la Ciudad de México con Veracruz, pero había que pasar por la Angelópolis, y por ello se concentró a los soldados que participarían en la Batalla del 5 de Mayo en el edificio de la “Colecturía del Diezmo”; además, sería el lugar en el que se guardarían los pertrechos de guerra (fusiles, pólvora, herramientas, etcétera).

Según datos del INAH, el edificio de la Colecturía se comenzó a edificar a finales del siglo XVII. Se construyó exprofeso para recolectar el diez por ciento (de ahí su nombre) del grano correspondiente a las cosechas obtenidas por los hacendados de toda la región, mismas que eran distribuidas al resto del país.

“Es un edificio único en México, no hay otro igual. Las construcciones de antes no tenían profundidad, se hacían hacia los lados, por eso la construcción de la Colecturía tiene una base que sostiene a los muros que tienen una dimensión de 90 centímetros (de ancho), y para edificarlo se utilizaron materiales de la región como piedra volcánica y arena”, expone Isela Quezada Garza, directora del Archivo Histórico Municipal del Ayuntamiento de Chalchicomula de Sesma.

En las ruinas del edificio de la Colecturía se aprecia el grueso de los muros, también que tenía una extensión mayor, pero con los años se fue fraccionando para diferentes usos. En la actualidad, una parte del mismo se utiliza para casa habitación y un taller mecánico da servicio en la parte donde se guardaban carretas y animales. Hoy está bajo resguardo del gobierno municipal y se utiliza para eventos culturales o educativos.

“El lugar donde ocurrió la explosión seguramente era donde se concentraba todo el armamento que llevarían a la Batalla del 5 de Mayo. Por el tamaño de la calle nos podemos dar cuenta del impacto del estallido porque fue el sitio exacto donde sucedió todo”, asegura.

Durante la explosión se esparcieron muchos cuerpos. Fue una catástrofe tan grande que los panteones que había entonces no se dieron abasto. Relatan que fueron los propios sanandreseños quienes se dieron a la tarea de recoger los cuerpos y los restos en carretas, después se hicieron fogatas para incinerarlos.

“Dicen que en los muros de la Colecturía hicieron hoyos para sepultar cuerpos, inclusive un presidente municipal que entrevisté me dijo que durante su gestión se hicieron mejoras en el edificio y durante los trabajos se encontraron cráneos y partes de huesos”, detalla Quezada Garza.


¿Cómo fue la explosión?

La directora del Archivo relata que en Chalchicomula se juntaron las tropas aliadas, en especial un número importante de soldados oaxaqueños que pertenecían al Ejército de Oriente, en los preparativos para enfrentar al enemigo invasor. Estos venían con sus mujeres, que eran conocidas como soldaderas, y algunas traían niños. Todos se concentraron en la Colecturía del Diezmo.

Una teoría de la explosión, dice la maestra, es que una soldadera fue a dejarle la cena a un soldado y utilizó una vela para trasladarse, cuando iba pasando por donde estaba la pólvora se calló una gota de cera y entonces todo estalló.

Pero enfatiza que en esa época el país estaba en una convulsión total, había conservadores y liberales luchando por su propio objetivo, por eso existe otra teoría que dice que en algún batallón había traidores que fraguaron la explosión.

“En el Museo Casa La Magnolia tenemos diferentes cartas escritas por Zaragoza y en una dice que él mandó a fusilar a un general por sospecha de traición. La cantidad exacta de muertos se desconoce, perdieron la vida muchos soldados oaxaqueños, soldaderas y niños, pero también murieron sanandraseños porque fue una hecatombe”, advierte.

“Acabamos de conmemorar 160 años de la explosión en la Colecturía del Diezmo y como cada año vinieron nuestros hermanos de Huajuapan de León y Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca, para hacer una ofrenda a los soldados caídos, y, por cierto, en su archivo histórico tienen un registro de nombres de quienes fallecieron”, subraya.

Cuando se iba a gestar la Batalla del 5 de Mayo, el inmueble de la Colecturía se utilizó para recibir a los batallones, llenarlo de pertrechos, pero también para que los soldados cohabitaran ahí.

“La Colecturía era uno de los edificios más grandes de toda la región y gran parte de la milicia que intervendría en la Batalla se resguardaba aquí. Cuando explotó, fue un golpe fuerte para el Ejército Mexicano porque falleció un gran número de soldados que participaría en la gesta”, sentencia.

“Nos extraña que la explosión no esté clasificada dentro de los acontecimientos previos a la Batalla del 5 de Mayo. Nosotros obtuvimos datos contundentes a partir de unas cartas que tenemos en exposición en el Museo Casa La Magnolia, que se paleografiaron de las originales que se encuentran en el Archivo General de la Nación”, señala Diana Lizbeth López Zacaula, directora de Turismo y Cultura del municipio de Chalchicomula de Sesma.

En las cartas está asentado el nombre de Chalchicomula y en ellas el general Ignacio Zaragoza narra todo lo que padeció el ejército, a partir de la explosión, para llegar al encuentro con el ejército francés, y hasta su muerte. En otras se leen los informes de Porfirio Díaz y terminan con el discurso que Benito Juárez pronunció en Puebla a los soldados en diciembre de 1862.

“Mucha gente no sabe de esta explosión que sucedió en Chalchicomula, incluso hay sanandreseños que lo desconocen y tampoco saben qué es la Colecturía. Esto es porque, a pesar de que el INAH lo tiene registrado, no se le ha dado importancia y por mucho tiempo el edificio se utilizó para jugar frontón”, lamenta.

Estas cartas históricas llegaron a manos de la directora de Turismo municipal por medio de un aficionado a la historia de México que tuvo acceso al Archivo General de la Nación por medio de su padre. Él se puso a investigar acerca de la batalla de Puebla, así las encontró y realizó la paleografía de las mismas, es decir, transcribió la escritura antigua y en el museo les dieron un tratamiento para que el papel se viera viejo.

De Zaragoza a Juárez

“Las cartas empiezan cuando el general Ignacio Zaragoza le dice a Benito Juárez que había estallado un lugar importante en el que estaban guardados los pertrechos de guerra y se perdieron vidas”, dice Quezada Garza.

En dicha carta, fechada el 18 de marzo de 1862, se lee: “Mi estimado amigo: Me había abstenido de manifestar a usted el profundo sentimiento que me causó la desgracia ocurrida a la primera brigada de la división de Oaxaca en esta población. (…) la triste evidencia que he adquirido por mi propia vista, no me permite dudar del desastre referido (…) acarreo la funesta consecuencia de la muerte de mil y tantos ciudadanos de Oaxaca, y siempre lamentaré la pérdida de tantos patriotas que vinieron a sucumbir de una manera terrible”.

En otra carta, el general Zaragoza informa a Juárez que fusilará al general Manuel Robles Plazuela, por alta traición:

…“Mañana mandaré pasarlo por las armas y no me ocuparé para ello de formar un voluminoso proceso que nos haría perder el tiempo; reuniré todos los datos que condenan al culpable, para responder, si alguna vez me hacen cargos; mi conciencia se encuentra tranquila y me hallo íntimamente convencido de que es preciso obrar con energía”.

A través de estas cartas también se mencionan las calamidades, las carencias y todo lo sucedido después de la explosión, cuando Zaragoza dirigía el ejército hacia Puebla, asegura la directora del archivo municipal quien agrega que los soldados querían desertar porque ya no tenían víveres y habían perdido los pertrechos necesarios para enfrentarse a los franceses.

Hay una carta del 2 de mayo en la que Zaragoza manifiesta que se tienen que preparar para atacar al enemigo, pero siente que sus tropas están cansadas y son poco disciplinadas. También se presenta el texto del telegrama que envió a Juárez informando el preciso momento en que dio inicio la batalla y que fue recibido en la Ciudad de México a las doce y veintiocho minutos del día:

“Excelentísimo señor ministro de la Guerra: Son las doce del día y se ha roto el fuego del cañón por ambas partes”.

En otro telegrama que Zaragoza envió desde el campo de batalla, el día 5 de mayo, informó a Juárez de su probable triunfo:

“Reorganizado el enemigo y fuera del alcance de mi artillería no me fue posible tomar sobre él la iniciativa y puesto el sol desfilaron sus cuerpos para su campo, volviendo los míos a sus posiciones de la mañana. Si como lo espero, se me incorporan mañana las brigadas de los ciudadanos generales O´Horan y Antillón, será completo nuestro triunfo”.

Porfirio Díaz y sus regimientos

En la exposición presentada en el Museo Casa La Magnolia, también se leen los movimientos que durante la batalla realizó el general Porfirio Díaz, quien estuvo a cargo de diferentes batallones.

“En este momento mandé que el batallón Guerrero, a las órdenes del teniente coronel ciudadano Mariano Jiménez, se moviese en columna hacia el enemigo y, desplegando sobre la marcha en batalla a su frente, lo batiese sin dejar de ganarle terreno”.

Y sigue: “Comprometido este batallón en un serio combate y habiéndose alejado mucho, era necesario protegerlo y doblar su impulso en caso necesario y a este efecto destaqué los batallones 1° (primero) y 2° (segundo) de Oaxaca al mando de sus respectivos jefes, ciudadano coronel Alejandro Espinosa del primero, y ciudadano teniente coronel Francisco Loaeza del segundo, formados en una sola columna y siguieron al enemigo con tal impulso que lo fueron desalojando sucesivamente de las sinuosidades del terreno que era una continuación de parapetos sobre la llanura”.

El 6 de mayo de 1862, Díaz envió su informe al presidente Juárez: “No puedo decir con certeza el número de muertos y heridos del enemigo en ésta línea, porque una comisión había comenzado a recogerlos antes de que yo pusiese atención a ellos y solo puedo asegurar que he visto levantar más de 20 cadáveres del enemigo y un número de heridos mayor que no puedo calcular y a muchos de estos he visto al enemigo levantando multitud de heridos que conducía a su campo”.

En esta carta, Díaz también muestra su respeto a Zaragoza, quien estaba al frente de la batalla: “Sírvanse usted felicitar al ciudadano general en jefe, aceptando para sí las promesas de mi aprecio y debida subordinación. Libertad y Reforma”.

Unos meses después, el 5 de septiembre de 1862, el general Ignacio Mejía envió un telegrama a Juárez informando que Zaragoza se había enfermado:

“El señor general Ignacio Zaragoza tiene una fiebre tifoidea, bien caracterizada. La enfermedad por sí es grave, pero hasta hoy no se presentan síntomas alarmantes. Se le atiende con esmero, lo visito tres veces al día además de que lo asisten el doctor Petricioli y Orellan, llevo conmigo a la mañana y a la tarde a Nacho Orozco, cuya práctica en esta enfermedad es continua y sus conocimientos le constan, como a mí”.

A pesar de que estuvo atendido por los mejores doctores, el ilustre general muere el 8 de septiembre: “No ha sido posible salvar a nuestro amigo Zaragoza. La fiebre siguió su curso y de ayer a hoy se agravó de manera que ha fallecido a las diez y cuarto de esta mañana. La patria ha perdido un fiel servidor y nosotros un buen jefe y amigo”.

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