El edificio Carolino es una joya arquitectónica con cuatro siglos de historia que desde su fundación ha tenido la encomiable labor de la enseñanza. Un sitio emblemático de la ciudad, testigo de la vida estudiantil de poblanos ilustres y miles de jóvenes que, entre aulas, fastuosos bailes y confrontaciones ideológicas, establecieron la máxima casa de estudios.
A finales del siglo 16, surgió como un proyecto de formación religiosa cuando los Jesuitas fundan el Colegio del Espíritu Santo y su templo. En el siglo 18 son expulsados del territorio por el rey Carlos III y revive como Real Colegio Carolino (de ahí su nombre). En 1825, después de la Independencia de México, se vuelve Colegio del Estado y tras las reformas, el 23 noviembre de 1956, se convierte en la Universidad Autónoma de Puebla, hoy benemérita.
En su historia más actual, sus aulas vieron pasar personajes destacados como Gustavo Díaz Ordaz, ex presidente; Germán Martínez Hidalgo, físico, matemático, químico y astrónomo, divulgador de la educación científica y colaborador de esta casa editorial, El Sol de Puebla; y José Antonio Terán Bonilla, arquitecto, restaurador de monumentos, historiador e investigador del INAH, quien ha sido cinco veces “Poblano distinguido”, nombrado “Custodio de Puebla” para la protección del patrimonio inmueble y reconocido con la Real Cédula de la Ciudad de Los Ángeles.
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LA VIDA ESTUDIANTIL
Terán Bonilla recuerda que cuando él ingresó al bachillerato, en el 59, era la única escuela pública que existía. Expone que fue una época de grandes profesores, en su mayoría refugiados españoles del franquismo que estaban muy preparados.
“Ética, lógica e historia, ¡arriba la preparatoria!”, era el lema que los estudiantes del Carolino exclamaban para darse ánimos, haciendo referencia al cúmulo de materias que tenían que cursar para aprobar sus estudios.
“Yo comencé la prepa nocturna en el 60 y cuando llegaba al Carolino tenía que pasar por contaduría que estaba en el primer patio, ahí se juntaban muchos chicos y cada vez que por ahí pasaba una nueva ¡era un chifladero!, a mí me daba mucha vergüenza porque solo tenía 15 años, pero así nos novateaban”, recuerda Berenice Murrieta y Limón.
Ella formaba parte del equipo de basquetbol en el Pentatlón estudiantil, al que también pertenecía Terán Bonilla como integrante de la banda de guerra, pero este se disolvió antes de pasarse a Ciudad Universitaria, en el 69.
Terán comenta que las novatadas para los hombres eran muy desagradables y quien quería seguir estudiando tenía que aguantar, pero muchos desertaban a la semana.
Para él, la mejor convivencia era en la cafetería que estaba en el tercer patio y se llamaba “Los nietos de Don Melchor”, en referencia al mecenas que financió el complejo arquitectónico en el siglo 16: Melchor de Covarrubias, quien heredó sus bienes a los Jesuitas.
Recuerda que había una “rocola”, de esas que ya no existen, a las que había que ponerle una moneda para escuchar melodías que hacían sonar discos de acetato de 45 revoluciones por minuto.
“Disfrutamos música instrumental como el ´Tema de Tracy´ o ´Las hojas muertas´, las primeras melodías de Ray Conniff o música de trío, pero lo que nos unía era el rock & roll”, enfatiza.
“Escuchábamos la música mientras comíamos un delicioso pambazo relleno de frijoles refritos, queso y longaniza, si traías dinero unas enchiladas, o veces tortas compuestas de chorizo con huevo, riquísimas, todavía recuerdo el olor; también se podían tomar los famosos helados flotantes de la época, de vainilla o limón”, añade.
Durante su estancia en la UAP (59-73) como alumno de bachillerato, de arquitectura, y luego como maestro y coordinador de la carrera, se dieron los dos movimientos estudiantiles de los Carolinos y los FUAS (Frente Universitario Anticomunista). El primero fue en marzo del 61 y el segundo que se vino muy fuerte, fue en el 72, asegura que hubo muertos porque los fuas andaban con armas de fuego e iban a balacear las casas de profesores y estudiantes que, según ellos, eran comunistas.
“Los FUAS era un grupo de alumnos y maestros, vinculados al clero, que inventaron que la universidad se estaba convirtiendo en comunista, pero estaba muy lejos de serlo, lo que querían era apoderarse de los puestos principales. En el 73 fundaron la universidad popular, que dé popular no tienen nada porque siempre ha sido de paga, hoy UPAEP”, concluye.
EL COMPLEJO CAROLINO
“Cuando yo curse la preparatoria en el Carolino (77-79), me tocó el final de los movimientos de izquierda, cuando el comité de lucha se empezó a llamar FREPS (frente de estudiantes por el socialismo). Era un grupo de chamacos a los que se conocía como ´fósiles´, porque comenzaban a estudiar y pasaban 10 o 12 años, así, no terminaban los estudios, nada más estaban de grillosos”, expone el historiador Jorge Eduardo Zamora Martínez.
La prepa estaba en las catacumbas del Carolino ¿catacumbas?, ¿enterramientos? ¡No!, Zamora detalla que se les llama así a 22 aulas del tercer patio que se construyeron entre el primero y segundo piso porque los salones de la planta baja tenían una altura de 8 a 10 metros, así quedaron salones de 3 metros de altura con paredes y techos curvos que les da un aspecto siniestro.
“Este es el complejo arquitectónico más grande de la ciudad y el inmueble Jesuita más grande del continente, fue construido en varias etapas por eso presenta diferentes estilos. Abarca el templo de la Compañía, los tres edificios del Carolino con sus patios, la biblioteca Lafragua y el gimnasio. Es la única casa novohispana de pasillos abovedados (122 bóvedas) y posee el pasillo colonial más largo con más de 180 metros, desde la 4 hasta la 6 sur”, señala.
La entrada al Carolino es una gran nave abovedada coronada por una escalera de cantera en cuyos pies reposan como guardianes dos leones tallados. Zamora dice que esta escalinata es la imagen más reproducida en los anillos de graduación.
Subiendo a la derecha llegas al salón Paraninfo, destinado para actos protocolarios y, a la izquierda, al salón Barroco, que fue capilla y hoy, su belleza arquitectónica y la importancia de su colección de pinturas, le han valido el nombre de Relicario Colonial de América.
“Cuando se festejaba el día del estudiante que tenía como propósito recaudar fondos para las graduaciónes, se organizaban los bailes blanco y negro de rigurosa etiqueta que llegaron a contar con la presencia de grandes orquestas como la de Evertt Hougland, Juan García Medel, e incluso, llegó a venir Ray Coniff. Yo personalmente lo disfruté mucho porque me tocó la música disco, fue una época padrísima”, finaliza.