La casa número 14 de la antigua calle de Raboso (4 Oriente, entre 4 y 6 Norte), fue propiedad de diferentes personajes y conservó su estructura por dos centurias hasta que la compró el capitán Esteban de Munuera, en el siglo XVIII.
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Hacia el siglo XIX, el inmueble fue adquirido por el ex gobernador Ignacio Romero Vargas, quien fue el último propietario que usó la casa como vivienda hasta que se la vendió al Gobierno Federal, quien la reformó para establecer sus oficinas en Puebla. Actualmente la casa funge como Facultad de Artes de la BUAP.
El trazo de calles mediante un patrón reticular
La antigua Ciudad de los Ángeles se trazó a partir de la Plaza Mayor (zócalo) como todas las urbes de la Nueva España, y en torno a ella se levantaron los poderes coloniales y algunas casas de personajes notables.
Fue trazada por el conquistador Hernando Delgueta, quien fue el primer corregidor de la ciudad y primo de Hernán Cortés. Primero trazó a cordel la Plaza Mayor y después utilizó un patrón reticular de calles horizontales y verticales que salieron en ángulo recto hacia los cuatro puntos cardinales formando manzanas rectangulares que se dividieron en ocho predios.
Se determinó dejar la parte sur para el poder religioso, y la parte norte para el poder civil, que es el Ayuntamiento. Todos los solares de las primeras manzanas que se formaron desembocaban en la Plaza Mayor, fueron entregados a personajes ilustres cuyas residencias hicieron de la Angelópolis una metrópoli de abolengo engalanada por su arquitectura colonial.
Al oriente, la ciudad estaba delimitada por el río de San Francisco, por el lado poniente, llegaba hasta la que actual 7 Norte-Sur. Hacia el sur, y conforme fueron entregando los solares, se extendió hasta la 13 Oriente-Poniente, y al norte, terminaba donde empieza la iglesia de San José, 22 Oriente-Poniente.
Las viviendas en el siglo XVI
Puebla se convirtió en una metrópoli pujante por lo que las familias se fueron multiplicando al igual que las viviendas. En el siglo XVI, las casas eran anchas y cuadradas, de un piso y un solo patio en donde se desarrollaba la vida familiar. Se construían a los 4 vientos (viendo a todos lados), en esa época se esculpían los escudos familiares en la parte superior del portón.
En una de las manzanas al nororiente de la Plaza Mayor, estableció su vivienda familiar Alonso Raboso de Guevara y la Plaza, quien fue alguacil mayor de la ciudad en el siglo XVII, hasta su muerte en 1680. Además de tener un importante cargo público, el capitán fue conocido por su filantropía, por eso la calle donde estaba su casa fue conocida como calle de Raboso (4 Oriente, entre 4 y 6 Norte).
Se sabe que la casa número 14 de la antigua calle de Raboso, era propiedad de Juana Ortiz Notario a finales del siglo XVII. Ella era originaria de Huamantla, Tlaxcala, y había heredado el inmueble cuando quedó viuda del capitán Francisco Osorio Briseño.
Juana murió en 1695 y la propiedad pasó a manos del canónigo de la Catedral, Diego Peláez Sánchez. El 24 de marzo de 1705, este le vendió la casa a Inés de Torres Cano, quien le heredó la casa a su hija Inés Ana Fabiano, el 29 de octubre de 1720.
Inés Ana mantuvo la propiedad hasta el 14 de agosto de 1761, cuando se la vendió a Domingo José de Apresa Gándara y Moctezuma, canónigo de la Catedral, quien al morir en 1762, se la heredó a su hermana Francisca. En septiembre de ese mismo año, ella le otorgó un poder al regidor y alférez mayor real de la ciudad, José Manuel Victoria Salazar Frías y Moctezuma, para que le vendiera la propiedad al presbítero Miguel Antonio Pacheco.
El presbítero tenía una sobrina de nombre Ana Francisca Zerón Pacheco y Alejo de León, quien estaba casada con Francisco De Urriola, en quien recayó la posesión de la casa hacia 1777. Él fue nombrado juez administrador de Reales Alcabalas del partido de Tehuacán de las Granadas por el virrey Antonio María de Bucareli y Urzúa, por lo que tuvo que ausentarse de la ciudad. Pero antes, el 4 de abril del mismo año, le otorgó un poder a su esposa para administrar todo lo relativo a la casa y a una hacienda de labor y crianza de ganado que tenían en Totomehuacán, llamada Tesaluca.
Como heredera y albacea, Ana Francisca Zerón Pacheco y Alejo de León, el 13 de mayo de 1777 le vendió la casa a Tomás Cerezo, quien era presbítero y cura del pueblo de Chila, en la Mixteca, por la cantidad de tres mil seiscientos pesos en oro. Al morir, en septiembre del mismo año, este le heredó la propiedad a Ana Josefa de San Miguel.
La casa del capitán Munuera
El 2 de diciembre de 1778, Esteban de Munuera, quien fue comerciante, político y militar, le compró la propiedad a Ana Josefa de San Miguel. En ese momento la casa colindaba con la del alférez Juan Gutiérrez de Aguilar y con la de María Cardona.
La casa conservaba la estructura del siglo XVI, era de una sola planta, pero ya como propietario el capitán Munuera decidió demolerla para construir una gran casa, entre 1779 y 1784, para lo que tuvo que invertir 30 mil pesos en oro.
El inmueble fue construido en tres niveles separados por una cornisa de argamasa, y del segundo al tercer nivel por un gran balcón. Tanto el segundo, como el tercer nivel tienen el muro totalmente recubierto con soleras de ladrillo hexagonales, que en cada esquina cuenta con una pieza de talavera de forma triangular con decoración fitomorfa azul (planta, fruto o vegetal) sobre blanco, llama la atención el diseño de estrella de seis puntas que resulta de ello.
A partir de 1789, Esteban de Munuera ocupó cargos de poca importancia en el Ayuntamiento, pero en 1793 fue regidor honorario y alcalde ordinario. En 1824, se convirtió en coronel y ese mismo año, del 2 de abril al 19 de noviembre, fue gobernador interino del estado. Así la propiedad fue llamada Casa Munuera.
El capitán también fue un activo hombre de negocios, era propietario del molino y batán de Santa Bárbara, conocido como Alseseca, cuya fundación data del siglo XVI.
Para finales del siglo XVIII, en 1797, la Casa Munuera lindaba al oriente con una casa nueva del maestro herrero Ignacio Morales, hoy conocida como Casa del Alfeñique, y al poniente, una casa que les pertenecía a los dominicos.
Ese mismo año, el 23 de febrero, Esteban de Munuera, le vendió la propiedad que construyó a Juan Pablo de Ureta, quien era capitán del regimiento de dragones provinciales de la ciudad.
Munuera murió el 4 de febrero de 1828 y la casa pasó a mano de sus hijas Ana María, Manuela y Javiera. Por deudas y gravámenes, la casa número 14 de la calle de Raboso, pasó por un largo y penoso juico legal hasta que el 5 de mayo de 1841, fue cedida a los hermanos Francisco y María de la Luz Blanco, por dieciocho mil pesos.
A la muerte de Francisco, en 1868, la casa pasó a manos de sus hijos José María y Josefa Blanco, así como de sus nietos Agustina, Isabela, Modesta y Guillermo Blanco Méndez. En ese momento la propiedad estaba valuada en treinta mil pesos.
Un año después, el inmueble fue rematado y lo compró Vicente Espinosa Bandini. Se lo alquiló a Ignacio Romero Vargas, quien terminó por comprarlo.
El inmueble del gobernador de Puebla
En mayo de 1869, Josefa Blanca intentó recuperar el inmueble familiar con ayuda de su esposo Juan Bautista Carpinteyro. El marido pretendió aplicar el “derecho de retracto” para reclamar la casa, ya rematada en almoneda pública, pero el trámite fue desestimado por el juez sexto de primera instancia José María Díaz López, refrendando como propietario a Espinosa Bandini, quien a su vez, le vendió la casa Romero Vargas.
Ignacio Romero Vargas nació en Acatzingo en octubre de 1835. Se distinguió en la defensa liberal de Puebla durante el sitio que sufrió la Angelópolis del 17 al 22 de enero de 1856. Fue secretario y presidente del Congreso local y en 1861 fungió como jefe político de Puebla. Hacia 1862, formó parte de la Batalla del 5 de Mayo y más tarde, del Sitio de Puebla en 1863.
En 1864 se fue a Europa y a su regreso, el 15 de marzo de 1869, fue nombrado Gobernador del Estado de Puebla, cargo que desempeñó durante siete años, hasta noviembre de 1876, a excepción de cinco meses, de marzo a julio de 1872, cuando estalló el movimiento contra la reelección del presidente Benito Juárez. Posteriormente fue electo senador en el gobierno de Manuel González; y el presidente Porfirio Díaz lo nombró ministro en Berlín, Alemania. Escribió algunos sonetos y los libros “Defensa de Judas” y “Ensaladilla de las Calles de Puebla”.
Durante su gestión como ejecutivo del estado, el 25 de noviembre de 1869, Romero Vargas intercambió la Casa Munuera con Josefa del Razo y sus hijos Pedro e Ignacio Blázquez, por la hacienda de San Martinito, el rancho de Buena Vista y el molino de Panzacola. Pero por los mismos problemas de deudas, gravámenes, y testamentarias que la Casa Munuera arrastraba, regresó a ser propiedad de Ignacio Romero Vargas, el 30 de marzo de 1875.
Al año siguiente, en 1876, al terminar su gestión como Gobernador del Estado, Romero Vargas se embarcó a Europa y estando allá fue acusado por sus enemigos políticos por “Concusión”, delito de un magistrado, juez o cualquier funcionario público que abusando de su poder cobra derechos injustos, o vende la justicia, las gracias o favores.
Por este hecho le fueron embargadas varias propiedades, como la número 12 del mesón de Santa Teresa, la 5 de la calle Ramos Arizpe, la 14 de la calle de Raboso (Casa Munuera), la 5 de la Portería de la Concordia, la 10 de la segunda calle de Santa Teresa, la 3 de la calle de las Vacas, la 14 de la plazuela de San Agustín, la 18 de la calle de la Cruz de Piedra, y los ex Colegios de San Pedro y San Pablo; además del molino de San Antonio que era propiedad de su yerno, Juan Flaquet.
Después de varios años de litigio, recuperó sus inmuebles, entre ellos la casa ubicada en el número 14 de la calle de Raboso, o Casa de Munuera.
De vivienda a Palacio Federal
Hacia 1889, el Gobierno de México determinó instalar sus oficinas en la ciudad de Puebla, para ello eligió ciertas propiedades por sus dimensiones y calidad arquitectónica, entre ellas la Casa Munuera. Romero Vargas seguía siendo ministro del Imperio Alemán, pero aprovechando su visita en el país, vendió la casa, con el consentimiento de su esposa Rosalía Marín, al gobierno federal, el 17 de septiembre de dicho año.
El inmueble fue adquirido por Francisco Espinosa, Tesorero General de la Federación, por la cantidad de cuarenta y ocho mil pesos. El funcionario expuso que en la Casa Munuera se establecerían las oficinas federales de Hacienda, Telégrafos y Correos.
Para 1896 la casa fue denominada “Palacio Federal”, al ser acondicionada para albergar la jefatura de Hacienda y el Juzgado de Distrito, oficinas que permanecieron ahí hasta 1936, año en el que fueron trasladadas, junto con las oficinas de correos y telégrafos, al Palacio Episcopal (calle 5 Poniente, esquina Avenida 16 de Septiembre) que desde 1914, ocupaba el Gobierno Federal.
Con el objeto de arrendarla, la Casa Munuera fue adaptada conservando las características arquitectónicas del siglo XVIII que la distinguían, agregándose elementos neocoloniales a la antigua estructura.
El 10 de septiembre de 1940, el Gobierno Federal entregó la casa como aportación para integrar el capital de Nacional Financiera; se le dio un valor de cincuenta y dos mil pesos.
El 12 febrero de 1943, la casa volvió a ser propiedad particular cuando la compró Pedro Luis Salazar. El inmueble fue declarado construcción colonial por la Dirección General de Obras Públicas el 16 de junio de 1967. Catorce días después, el 30 de junio, la casa fue heredada por Alicia Moya, viuda de Salazar.
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En 1987 el inmueble que pasó de vivienda a Palacio Federal a finales del siglo XIX, fue adquirido por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) que lo destinó como Centro de Lenguas, después fue el Colegio Amado Nervo, más tarde la preparatoria Lázaro Cárdenas y hoy funge como Facultad de Artes.
Referencias:
1. “La casa del capitán Munuera”, escrito por Victoria Oliva Castro Morales, colección Las Casas de Puebla, editado por la Benemérita Universidad Autónoma del Estado de Puebla (BUAP, 1999).
2. “Guía Arquitectura representativa de la ciudad de Puebla”, escrita por Arturo Córdova Durana, para el Ayuntamiento de Puebla 2008-2011.
3. “Una tradición para la conservación: El uso de la talavera en inmuebles antiguos”. Dirección de Patrimonio Mundial del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Secretaria de Cultura del Gobierno de México.
*Disponibles para su consulta en el Archivo General Municipal de Puebla (AGMP)