/ sábado 14 de septiembre de 2024

Catarina de San Juan, la mujer detrás del mito de la China Poblana | Los tiempos idos

La imagen que se conoce de la mujer con el vestido multicolor bordado con lentejuelas y estampado con símbolos nacionalistas, nada tiene que ver con ella

Catarina de San Juan creció y vivió en la antigua Ciudad de los Ángeles en el siglo XVII. Pasó de ser esclava a ser venerada como santa por sus prodigios, y siglos después, se convirtió en un elemento de identidad nacional como la China Poblana.

Tal fama tuvo, que después de muerta, su confesor, el padre Alonso Ramos de la Compañía de Jesús, redactó la obra biográfica “Los prodigios de la Omnipotencia y milagros de la gracia en la vida de la venerable Sierva de Dios Catarina de San Juan”, editada en tres tomos publicados entre 1689 y 1692.

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Un cuarto libro fue escrito por el bachiller José del Castillo Grajeda, “Compendio de la Vida, y virtudes de la venerable Catarina de San Juan”, en el que se conoce la relación que sostuvo con ella y la gran influencia que esta tuvo sobre él durante los once años que coincidieron sus vidas.

Ambos escritos fueron completados por el sermón del padre Francisco de Aguilera, quien predicó las honras fúnebres de Catarina cuando esta falleció (una alabanza para el difunto que sirve para enseñar a los vivos).

Los tres jesuitas formaban parte del clero secular y regular, eran personas ilustradas que gozaban de renombre y tenían cargos importantes en el magisterio científico, además estaban bien informados porque ella misma les relató sus visiones y revelaciones con toda puntualidad. Tuvieron que pasar 200 años para que alguien intentara escribir detalles de la vida de Catarina de San Juan, que según el doctor Nicolás León, además de mal sabida estaba erróneamente interpretada.

Nicolás León Calderón (1859-1929) es considerado el fundador de la medicina moderna en México. Médico de profesión fue reconocido en las sociedades científicas de América y Europa por sus ensayos y publicaciones. Inteligente y culto, fue un escritor prolífico con 500 obras en su haber que abarcan diversos temas del conocimiento humano.

Escribió el libro crítico “Catarina de San Juan y la China Poblana”, que desde el punto de vista etnográfico, es la obra más seria que se ha publicado sobre el tema. Para redactarlo se basó en los escritos de los tres biógrafos de la santa. Fue editado por primera vez en la Angelópolis en 1921, por el periódico ilustrado “Vincit”. La última edición impresa en Puebla es de 1971, de Ediciones Altiplano, y se encuentra disponible para su consulta en el Archivo General Municipal de Puebla.

Ella siempre vistió modestamente, nada tiene que ver con la imagen que se conoce del vestido multicolor bordado con lentejuelas y estampado con símbolos nacionalistas. Foto: Michael Ochs, año 1952. Colección Pedro Sardá

Mirrha, la princesa mogol

De acuerdo a los relatos que la propia Catarina de San Juan les narró a sus biógrafos y que Nicolás León plasmó en su obra, ella nació bajo un linaje real por los años 1609 o 1610 en Delhi, capital del reino Indra Prastha y de toda la monarquía de los grandes Mogoles en la India Oriental. Dicha región asiática, no debe confundirse con la Mongolia que perteneció al Imperio Chino.

Su abuelo materno se llamaba Maximiliano y fue emperador del Oriente. Su madre, Borta, se casó con un príncipe que era dueño absoluto de tierras del Gran Mogor. Tuvieron una unión estéril hasta que veinte años después de casados nació Catarina, a la que llamaron “Mirrha” (amargura) por mandato de la Madre de Dios.

Después del nacimiento de Mirrha sus padres se volvieron más devotos y un día se presentaron ante ellos tres ángeles en traje de adivinos y solicitaron hacer el horóscopo de la niña. Predijeron que ella sería un prodigio en la tierra, pero que ellos no la disfrutarían porque su buena fortuna la realizaría en otro lugar.

Huyendo de una invasión turca, la familia cambió de residencia a una ciudad marítima en donde era frecuente que arribaran navíos portugueses, tripulados por supuestos comerciantes que solían ser piratas.

Entre los 8 y 9 años de edad Mirrha lucía sumamente agraciada, tanto en su aspecto como en virtudes. Un día que paseaba por la playa, sin consideración alguna unos piratas la secuestraron, le quitaron sus joyas y sus finas ropas, y la arrojaron con los demás prisioneros. Relató que ese día su pena era tal que Jesucristo la consoló en el viaje, ella no sabía quién era él hasta que lo identificó en el altar de San Ignacio de la Iglesia de la Compañía en Puebla.

Después de días de navegar los piratas atracaron en un puerto llamado Conchín en donde permanecieron algunas semanas y entregaron a algunos prisioneros, pero a Mirrha todos la querían por su hermosura, así surgieron desavenencias por lo que ella siguió en el barco.

Durante su permanencia en Conchín los jesuitas que residían en el lugar aprovecharon para catequizar a los cautivos. Fue entonces que Mirrha recibió el bautismo y el nombre de Catarina de San Juan. Por la edad que tenía debió ser el año 1617 o 1618.

Catarina continuó en el barco padeciendo insultos, maltratos y violencia, hasta que la nave pirata arribó a Manila y fue depositada en una casa particular en donde vivió algún tiempo. Ahí sufrió los horrores de una prisión y el maltrato del que la custodiaba.

Izquierda: Grabado de Catarina de San Juan publicado en el segundo volumen de la obra del padre Alonso ramos. Derecha: Carátula del primer tomo de la biografía de Catarina de San Juan escrita por el jesuita. Foto: Libro Catarina de San Juan y la China Poblana de Nicolás León

Catarina llega a Puebla y deslumbra con su belleza

El virrey de la Nueva España era el Márquez de Gálvez y le había solicitado al gobernador de Manila esclavas de buen parecer para su palacio. A la vez, un comerciante portugués que arribo al puerto y venía de México, tenía el encargo del capitán Miguel de Sosa y su esposa Margarita de Chávez, quienes vivían en Puebla, de comprarle una chinita para adoptarla porque no habían podido ser padres.

Tanto el gobernador como el comerciante pusieron sus ojos en Catarina, pero el portugués la obtuvo mediante elevada paga. La tuvo que sacar de Manila en total sigilo porque el gobernador se empeñaba en obtenerla a toda costa para el virrey. El comerciante mandó informar al capitán Sosa que se embarcaría hacia Acapulco para llevarle su encargo.

Catarina fue recibida en el puerto de Acapulco personalmente por el capitán Sosa quien la trasladó a la Angelópolis. Llegó el 15 de enero del año 1619 o 1620, cuando ella tenía 10 u 11 años de edad.

“Una de las más agraciadas y perfectas hermosuras que conoció su edad. Su color más blanco que trigueño, el cabello rubio, la frente espaciosa, los ojos vivos, la nariz bien nivelada, todas las demás facciones del rostro a la medida de su airoso garbo de todo el cuerpo…y todo esto se juntaba con un eficaz deseo de conservar incontaminada su pureza”, es como la describe el padre Francisco Aguilera.

Como su belleza había sido causa de muchos males para ella y para el prójimo, Catarina de San Juan le pidió a Dios perderla. Aguilera dice: “Desde entonces enflaqueció, perdió el color y quedó desapacible a la vista, aunque venerable”.

Robin Ann Rice, filóloga e investigadora, asegura que la belleza de Catarina de San Juan no fue real. Dice que el jesuita Adam Schall, quien conoció a Catarina de San Juan antes de su muerte, lo confirmó. Además asevera que existe una carta firmada por él, cuya copia está en la Biblioteca Nacional de Praga, en donde afirma esto y que Catarina no poseyó alcurnia alguna sino que nació en el seno de una familia pobre que la vendió a portugueses, lo que significaba para ella ascenso social.

Izquierda: Carátula del escrito biográfico de la beata realizado por el bachiller José del Castillo Grajeda, quien fuera su confesor. Derecha: Litografía de la China Poblana en Semana Santa. Foto: Libro Catarina de San Juan y la China Poblana de Nicolás León

Surge la china poblana

A los pocos días de haber llegado a la ciudad, Catarina recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del obispo de la ciudad, Alonso de la Mota y Escobar.

Aunque fue recibida como hija adoptiva, los detalles que los biógrafos dan en los escritos de su vida y ocupaciones muestran que Catarina era en realidad criada o ama de llaves en la casa del matrimonio, porque después de ver su desempeño en las labores de la casa y de haber probado su integridad y honradez, le confiaron el dinero del gasto diario.

Fue entonces que Catarina de San Juan se entregó a una vida de prácticas místicas. A veces salía por las mañanas para ir a comulgar, o a Jubileos y a visitar los conventos.

Cuando el capitán Miguel de Sosa murió, Catarina quedó libre, pero sin herencia ni derechos como hija adoptiva. La esposa, Margarita de Chávez, profesó con las carmelitas descalzas y la dejó sin pensión alguna para subsistir.

El presbítero Pedro Suárez la acogió en su casa y para asegurarle un porvenir, creyó conveniente que se casara con su esclavo chino, Domingo Suárez. Catarina desechó tal propósito por haber hecho voto de castidad perpetua.

Ninguno de los dos dejó de insistir hasta que Catarina aceptó casarse con el chino con la condición de vivir con separación de lechos. El chino aceptó, pero cuando entendió lo que eso significaba dentro de la vida conyugal le rogó y hasta la amenazó para que ella cumpliera sus deseos. Nunca logró obtener nada de ella hasta que desistió de su anhelo.

A partir del casamiento, los habitantes de la ciudad la empezaron a llamar “china” por ser la esposa del chino.

Izquierda: Vestimenta de la China Poblana en su proceso etnográfico correspondiente al siglo XIX. Derecha:El traje del China Poblana en todo su esplendor en una fiesta mexicana. Foto: Ilustraciones del libro La verdadera China Poblana de Salazar Monroy

Vida contemplativa y prodigios de “la china”

Catarina vivió con el chino catorce años hasta que este murió. Entonces se retiró a una vida contemplativa, dependía de la caridad y vivió en una covacha de la casa del capitán Hipólito del Castillo de Altra (calle 4 Sur esquina Juan de Palafox y Mendoza).

Desde este momento y hasta su muerte, le sucedieron los más grandes prodigios con que fue favorecida por Dios, la Virgen y los Santos. No hubo un día del resto de su vida, en que no gozará de esas gracias.

José del Castillo Grajeda, dice que las visiones celestiales que tenía Catarina de San Juan, sus éxtasis, revelaciones, luchas con el demonio y otras cosas sobrenaturales que ella le comunicaba a él y a sus otros confesores, eran numerosas y extraordinarias.

Alonso Ramos le dio poderes especiales a Catarina, uno de ellos fue la bilocación (capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo). Es decir, lo mismo estaba en su casa haciendo quehacer que ayudando a los españoles en sus batallas en Flandes. Otras veces, Catarina tenía vuelos de espíritu y solo observaba. Ramos estableció un sistema para comprobar esas bilocaciones.

Sus supuestos prodigios son tan extensos e increíbles en cantidad y calidad, que serán motivo de una publicación aparte.

En el libro, el doctor Nicolás León menciona solo uno que a su parecer indica el estado mental de Catarina y el cómo sus biógrafos se vieron contagiados por ello. En sus escritos, los jesuitas narran cuando la beata les confesó que Jesucristo se le apareció diciéndole que estaba celoso porque ella le daba preferencia a ciertos santos y no a él. “No puede darse aberración más absurda y monstruosa que ésta”, advirtió.

De igual forma, el doctor asevera que, a pesar de haber vivido tantos años en México, Catarina nunca pudo hablar el castellano ni medianamente. Tal vez por la naturaleza de su lengua nativa, o por el poco trato o conversación que tuvo con las personas de habla castellana, incluso dice que pudo ser por un defecto de organización cerebral.

Las únicas amigas que tuvo Catarina fueron la madre María de Jesús del Convento de la Concepción, y Juana de Jesús María, que era su compañera y discípula.

Según el testimonio de sus biógrafos, Catarina de San Juan sufrió muchos achaques y enfermedades a lo largo de su vida, algunas desconocidas para la medicina, que ella curaba con cilicios (fajas de cerdas que se usaban para penitencia), oración y ayunos.

De acuerdo con José del Castillo Grajeda, en sus últimos tiempos padeció una parálisis que le adormeció el lado izquierdo del cuerpo y una apostema en el riñón. Asegura que sus enfermedades se originaban de sus luchas con el demonio, quien le propinaba golpes, caídas, espantos, azotes, bofetadas, incluso la quemaba o levantaba de su lecho haciéndola flotar, hasta arrojarla nuevamente contra el suelo.

La China Poblana es un personaje histórico que alcanzó relevancia nacional como símbolo de Puebla reconocido en todo el mundo. Foto: Recuerdos a Color. Colección Pedro Sardá

Del pandemónium de su muerte al traje de china poblana

Agobiada por la edad, además de sus frecuentes cambios psíquicos y las alteraciones emocionales que padecía, que iban acompañadas de convulsiones, parálisis y sofocaciones, Catarina de San Juan falleció a las 4:15 horas del 5 de enero de 1688.

La noticia de su muerte causó gran impacto entre los habitantes de la Puebla de Los Ángeles, quienes se arremolinaron en su casa para contemplar su cadáver desde las 8 de la mañana. Se formó una fila de cuatro cuadras que se mantuvo hasta la tarde del siguiente día cuando su cuerpo se trasladó a la iglesia de la Compañía.

Como había la creencia de que Catarina de San Juan tenía poderes, la gente tenía ansia de ver el cuerpo para encontrar el remedio a sus males. Entraban a empujones a la casa, provocando que se cerraran las puertas ante el tumulto. Aquellos que la vieron notaron su rostro del color nativo, antes de que Dios la hiciera fea.

Al sepelio en la iglesia asistió todo el Cabildo eclesiástico, religiosas de las diferentes congregaciones de la ciudad, y personalidades distinguidas de la sociedad. Sus restos fueron inhumados en el presbiterio de la iglesia de la Compañía. Se celebró un novenario y se hicieron solemnes honras fúnebres predicadas por el padre Francisco de Aguilera.

Todas estas manifestaciones aumentaron el crédito de sus prodigios y los vecinos de la ciudad la comenzaron a venerar como beata. Se comenzaron a multiplicar sus retratos, pinturas y se recogieron sus reliquias. Su vida y obra, hasta el más mínimo detalle que ella relató con todas sus candideces, exageraciones, supersticiones y falsos milagros, se comenzó a difundir por sus biógrafos, hasta que fue prohíbo por la Inquisición, que recogió los escritos y retratos quizá para quemarlos, porque no existe en la actualidad alguno.

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La imagen de la China Poblana, que dos siglos después de su muerte, se difundió con el vestido multicolor bordado con chaquira y lentejuela estampado con símbolos nacionalistas, nada tiene que ver con Catarina de San Juan, quien de acuerdo con su biógrafo José del Castillo Grajeda, siempre portó un atuendo modesto, un vestido pardo de lana conocido como sayal (que usaban los frailes y monjas capuchinas), tan largo que besaba el suelo.

Catarina de San Juan creció y vivió en la antigua Ciudad de los Ángeles en el siglo XVII. Pasó de ser esclava a ser venerada como santa por sus prodigios, y siglos después, se convirtió en un elemento de identidad nacional como la China Poblana.

Tal fama tuvo, que después de muerta, su confesor, el padre Alonso Ramos de la Compañía de Jesús, redactó la obra biográfica “Los prodigios de la Omnipotencia y milagros de la gracia en la vida de la venerable Sierva de Dios Catarina de San Juan”, editada en tres tomos publicados entre 1689 y 1692.

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Un cuarto libro fue escrito por el bachiller José del Castillo Grajeda, “Compendio de la Vida, y virtudes de la venerable Catarina de San Juan”, en el que se conoce la relación que sostuvo con ella y la gran influencia que esta tuvo sobre él durante los once años que coincidieron sus vidas.

Ambos escritos fueron completados por el sermón del padre Francisco de Aguilera, quien predicó las honras fúnebres de Catarina cuando esta falleció (una alabanza para el difunto que sirve para enseñar a los vivos).

Los tres jesuitas formaban parte del clero secular y regular, eran personas ilustradas que gozaban de renombre y tenían cargos importantes en el magisterio científico, además estaban bien informados porque ella misma les relató sus visiones y revelaciones con toda puntualidad. Tuvieron que pasar 200 años para que alguien intentara escribir detalles de la vida de Catarina de San Juan, que según el doctor Nicolás León, además de mal sabida estaba erróneamente interpretada.

Nicolás León Calderón (1859-1929) es considerado el fundador de la medicina moderna en México. Médico de profesión fue reconocido en las sociedades científicas de América y Europa por sus ensayos y publicaciones. Inteligente y culto, fue un escritor prolífico con 500 obras en su haber que abarcan diversos temas del conocimiento humano.

Escribió el libro crítico “Catarina de San Juan y la China Poblana”, que desde el punto de vista etnográfico, es la obra más seria que se ha publicado sobre el tema. Para redactarlo se basó en los escritos de los tres biógrafos de la santa. Fue editado por primera vez en la Angelópolis en 1921, por el periódico ilustrado “Vincit”. La última edición impresa en Puebla es de 1971, de Ediciones Altiplano, y se encuentra disponible para su consulta en el Archivo General Municipal de Puebla.

Ella siempre vistió modestamente, nada tiene que ver con la imagen que se conoce del vestido multicolor bordado con lentejuelas y estampado con símbolos nacionalistas. Foto: Michael Ochs, año 1952. Colección Pedro Sardá

Mirrha, la princesa mogol

De acuerdo a los relatos que la propia Catarina de San Juan les narró a sus biógrafos y que Nicolás León plasmó en su obra, ella nació bajo un linaje real por los años 1609 o 1610 en Delhi, capital del reino Indra Prastha y de toda la monarquía de los grandes Mogoles en la India Oriental. Dicha región asiática, no debe confundirse con la Mongolia que perteneció al Imperio Chino.

Su abuelo materno se llamaba Maximiliano y fue emperador del Oriente. Su madre, Borta, se casó con un príncipe que era dueño absoluto de tierras del Gran Mogor. Tuvieron una unión estéril hasta que veinte años después de casados nació Catarina, a la que llamaron “Mirrha” (amargura) por mandato de la Madre de Dios.

Después del nacimiento de Mirrha sus padres se volvieron más devotos y un día se presentaron ante ellos tres ángeles en traje de adivinos y solicitaron hacer el horóscopo de la niña. Predijeron que ella sería un prodigio en la tierra, pero que ellos no la disfrutarían porque su buena fortuna la realizaría en otro lugar.

Huyendo de una invasión turca, la familia cambió de residencia a una ciudad marítima en donde era frecuente que arribaran navíos portugueses, tripulados por supuestos comerciantes que solían ser piratas.

Entre los 8 y 9 años de edad Mirrha lucía sumamente agraciada, tanto en su aspecto como en virtudes. Un día que paseaba por la playa, sin consideración alguna unos piratas la secuestraron, le quitaron sus joyas y sus finas ropas, y la arrojaron con los demás prisioneros. Relató que ese día su pena era tal que Jesucristo la consoló en el viaje, ella no sabía quién era él hasta que lo identificó en el altar de San Ignacio de la Iglesia de la Compañía en Puebla.

Después de días de navegar los piratas atracaron en un puerto llamado Conchín en donde permanecieron algunas semanas y entregaron a algunos prisioneros, pero a Mirrha todos la querían por su hermosura, así surgieron desavenencias por lo que ella siguió en el barco.

Durante su permanencia en Conchín los jesuitas que residían en el lugar aprovecharon para catequizar a los cautivos. Fue entonces que Mirrha recibió el bautismo y el nombre de Catarina de San Juan. Por la edad que tenía debió ser el año 1617 o 1618.

Catarina continuó en el barco padeciendo insultos, maltratos y violencia, hasta que la nave pirata arribó a Manila y fue depositada en una casa particular en donde vivió algún tiempo. Ahí sufrió los horrores de una prisión y el maltrato del que la custodiaba.

Izquierda: Grabado de Catarina de San Juan publicado en el segundo volumen de la obra del padre Alonso ramos. Derecha: Carátula del primer tomo de la biografía de Catarina de San Juan escrita por el jesuita. Foto: Libro Catarina de San Juan y la China Poblana de Nicolás León

Catarina llega a Puebla y deslumbra con su belleza

El virrey de la Nueva España era el Márquez de Gálvez y le había solicitado al gobernador de Manila esclavas de buen parecer para su palacio. A la vez, un comerciante portugués que arribo al puerto y venía de México, tenía el encargo del capitán Miguel de Sosa y su esposa Margarita de Chávez, quienes vivían en Puebla, de comprarle una chinita para adoptarla porque no habían podido ser padres.

Tanto el gobernador como el comerciante pusieron sus ojos en Catarina, pero el portugués la obtuvo mediante elevada paga. La tuvo que sacar de Manila en total sigilo porque el gobernador se empeñaba en obtenerla a toda costa para el virrey. El comerciante mandó informar al capitán Sosa que se embarcaría hacia Acapulco para llevarle su encargo.

Catarina fue recibida en el puerto de Acapulco personalmente por el capitán Sosa quien la trasladó a la Angelópolis. Llegó el 15 de enero del año 1619 o 1620, cuando ella tenía 10 u 11 años de edad.

“Una de las más agraciadas y perfectas hermosuras que conoció su edad. Su color más blanco que trigueño, el cabello rubio, la frente espaciosa, los ojos vivos, la nariz bien nivelada, todas las demás facciones del rostro a la medida de su airoso garbo de todo el cuerpo…y todo esto se juntaba con un eficaz deseo de conservar incontaminada su pureza”, es como la describe el padre Francisco Aguilera.

Como su belleza había sido causa de muchos males para ella y para el prójimo, Catarina de San Juan le pidió a Dios perderla. Aguilera dice: “Desde entonces enflaqueció, perdió el color y quedó desapacible a la vista, aunque venerable”.

Robin Ann Rice, filóloga e investigadora, asegura que la belleza de Catarina de San Juan no fue real. Dice que el jesuita Adam Schall, quien conoció a Catarina de San Juan antes de su muerte, lo confirmó. Además asevera que existe una carta firmada por él, cuya copia está en la Biblioteca Nacional de Praga, en donde afirma esto y que Catarina no poseyó alcurnia alguna sino que nació en el seno de una familia pobre que la vendió a portugueses, lo que significaba para ella ascenso social.

Izquierda: Carátula del escrito biográfico de la beata realizado por el bachiller José del Castillo Grajeda, quien fuera su confesor. Derecha: Litografía de la China Poblana en Semana Santa. Foto: Libro Catarina de San Juan y la China Poblana de Nicolás León

Surge la china poblana

A los pocos días de haber llegado a la ciudad, Catarina recibió el Sacramento de la Confirmación de manos del obispo de la ciudad, Alonso de la Mota y Escobar.

Aunque fue recibida como hija adoptiva, los detalles que los biógrafos dan en los escritos de su vida y ocupaciones muestran que Catarina era en realidad criada o ama de llaves en la casa del matrimonio, porque después de ver su desempeño en las labores de la casa y de haber probado su integridad y honradez, le confiaron el dinero del gasto diario.

Fue entonces que Catarina de San Juan se entregó a una vida de prácticas místicas. A veces salía por las mañanas para ir a comulgar, o a Jubileos y a visitar los conventos.

Cuando el capitán Miguel de Sosa murió, Catarina quedó libre, pero sin herencia ni derechos como hija adoptiva. La esposa, Margarita de Chávez, profesó con las carmelitas descalzas y la dejó sin pensión alguna para subsistir.

El presbítero Pedro Suárez la acogió en su casa y para asegurarle un porvenir, creyó conveniente que se casara con su esclavo chino, Domingo Suárez. Catarina desechó tal propósito por haber hecho voto de castidad perpetua.

Ninguno de los dos dejó de insistir hasta que Catarina aceptó casarse con el chino con la condición de vivir con separación de lechos. El chino aceptó, pero cuando entendió lo que eso significaba dentro de la vida conyugal le rogó y hasta la amenazó para que ella cumpliera sus deseos. Nunca logró obtener nada de ella hasta que desistió de su anhelo.

A partir del casamiento, los habitantes de la ciudad la empezaron a llamar “china” por ser la esposa del chino.

Izquierda: Vestimenta de la China Poblana en su proceso etnográfico correspondiente al siglo XIX. Derecha:El traje del China Poblana en todo su esplendor en una fiesta mexicana. Foto: Ilustraciones del libro La verdadera China Poblana de Salazar Monroy

Vida contemplativa y prodigios de “la china”

Catarina vivió con el chino catorce años hasta que este murió. Entonces se retiró a una vida contemplativa, dependía de la caridad y vivió en una covacha de la casa del capitán Hipólito del Castillo de Altra (calle 4 Sur esquina Juan de Palafox y Mendoza).

Desde este momento y hasta su muerte, le sucedieron los más grandes prodigios con que fue favorecida por Dios, la Virgen y los Santos. No hubo un día del resto de su vida, en que no gozará de esas gracias.

José del Castillo Grajeda, dice que las visiones celestiales que tenía Catarina de San Juan, sus éxtasis, revelaciones, luchas con el demonio y otras cosas sobrenaturales que ella le comunicaba a él y a sus otros confesores, eran numerosas y extraordinarias.

Alonso Ramos le dio poderes especiales a Catarina, uno de ellos fue la bilocación (capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo). Es decir, lo mismo estaba en su casa haciendo quehacer que ayudando a los españoles en sus batallas en Flandes. Otras veces, Catarina tenía vuelos de espíritu y solo observaba. Ramos estableció un sistema para comprobar esas bilocaciones.

Sus supuestos prodigios son tan extensos e increíbles en cantidad y calidad, que serán motivo de una publicación aparte.

En el libro, el doctor Nicolás León menciona solo uno que a su parecer indica el estado mental de Catarina y el cómo sus biógrafos se vieron contagiados por ello. En sus escritos, los jesuitas narran cuando la beata les confesó que Jesucristo se le apareció diciéndole que estaba celoso porque ella le daba preferencia a ciertos santos y no a él. “No puede darse aberración más absurda y monstruosa que ésta”, advirtió.

De igual forma, el doctor asevera que, a pesar de haber vivido tantos años en México, Catarina nunca pudo hablar el castellano ni medianamente. Tal vez por la naturaleza de su lengua nativa, o por el poco trato o conversación que tuvo con las personas de habla castellana, incluso dice que pudo ser por un defecto de organización cerebral.

Las únicas amigas que tuvo Catarina fueron la madre María de Jesús del Convento de la Concepción, y Juana de Jesús María, que era su compañera y discípula.

Según el testimonio de sus biógrafos, Catarina de San Juan sufrió muchos achaques y enfermedades a lo largo de su vida, algunas desconocidas para la medicina, que ella curaba con cilicios (fajas de cerdas que se usaban para penitencia), oración y ayunos.

De acuerdo con José del Castillo Grajeda, en sus últimos tiempos padeció una parálisis que le adormeció el lado izquierdo del cuerpo y una apostema en el riñón. Asegura que sus enfermedades se originaban de sus luchas con el demonio, quien le propinaba golpes, caídas, espantos, azotes, bofetadas, incluso la quemaba o levantaba de su lecho haciéndola flotar, hasta arrojarla nuevamente contra el suelo.

La China Poblana es un personaje histórico que alcanzó relevancia nacional como símbolo de Puebla reconocido en todo el mundo. Foto: Recuerdos a Color. Colección Pedro Sardá

Del pandemónium de su muerte al traje de china poblana

Agobiada por la edad, además de sus frecuentes cambios psíquicos y las alteraciones emocionales que padecía, que iban acompañadas de convulsiones, parálisis y sofocaciones, Catarina de San Juan falleció a las 4:15 horas del 5 de enero de 1688.

La noticia de su muerte causó gran impacto entre los habitantes de la Puebla de Los Ángeles, quienes se arremolinaron en su casa para contemplar su cadáver desde las 8 de la mañana. Se formó una fila de cuatro cuadras que se mantuvo hasta la tarde del siguiente día cuando su cuerpo se trasladó a la iglesia de la Compañía.

Como había la creencia de que Catarina de San Juan tenía poderes, la gente tenía ansia de ver el cuerpo para encontrar el remedio a sus males. Entraban a empujones a la casa, provocando que se cerraran las puertas ante el tumulto. Aquellos que la vieron notaron su rostro del color nativo, antes de que Dios la hiciera fea.

Al sepelio en la iglesia asistió todo el Cabildo eclesiástico, religiosas de las diferentes congregaciones de la ciudad, y personalidades distinguidas de la sociedad. Sus restos fueron inhumados en el presbiterio de la iglesia de la Compañía. Se celebró un novenario y se hicieron solemnes honras fúnebres predicadas por el padre Francisco de Aguilera.

Todas estas manifestaciones aumentaron el crédito de sus prodigios y los vecinos de la ciudad la comenzaron a venerar como beata. Se comenzaron a multiplicar sus retratos, pinturas y se recogieron sus reliquias. Su vida y obra, hasta el más mínimo detalle que ella relató con todas sus candideces, exageraciones, supersticiones y falsos milagros, se comenzó a difundir por sus biógrafos, hasta que fue prohíbo por la Inquisición, que recogió los escritos y retratos quizá para quemarlos, porque no existe en la actualidad alguno.

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La imagen de la China Poblana, que dos siglos después de su muerte, se difundió con el vestido multicolor bordado con chaquira y lentejuela estampado con símbolos nacionalistas, nada tiene que ver con Catarina de San Juan, quien de acuerdo con su biógrafo José del Castillo Grajeda, siempre portó un atuendo modesto, un vestido pardo de lana conocido como sayal (que usaban los frailes y monjas capuchinas), tan largo que besaba el suelo.

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