El corazón de la capital poblana, décadas atrás fue sede de las mejores tiendas de la Angelópolis. Ahí se establecieron comercios que ofrecían artículos de toda clase y que al correr de los años, le dieron identidad a Puebla.
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En 1951, Adolfo Casares Vales fundó Centro General, ofreciendo artículos electrónicos que junto con la modernidad facilitaron la vida de los poblanos y trajeron alegría a sus hogares.
El almacén cobró vida durante tres décadas, estableciendo una segunda sucursal en 1979, cuando se modernizó el comercio poblano con la inauguración de Plaza Dorada, el primer centro comercial de Puebla, del que Centro General fue tienda ancla.
El origen de CEGESA
El empresario Adolfo Casares Vales, fue fundador y presidente del Consejo de Administración de Centro General, S.A. (CEGESA).
La empresa poblana se fundó el 16 de junio de 1951 para ofrecer artículos electrónicos para el hogar de la marca General Electric. De ahí que adoptara su nombre: Centro “General”, cognado de la misma palabra en español, es decir, se escribe igual y significa lo mismo en ambos idiomas.
Centro General, inició funciones en la Avenida Reforma 530 con una plantilla de ocho personas: Cuatro vendedores, una secretaria, una cajera, un contador y un gerente general. Al poco tiempo se reubicó en la planta baja del Edificio María, que se encuentra en la esquina de la 2 Sur y 5 Oriente.
En 1955, Centro General se instaló en la Avenida 2 Poniente 307, desde donde se expandió y se mantuvo durante poco más de dos décadas.
“La tienda estaba frente al Cine Coliseo, era nada más la mitad del local, hoy lo ocupa las telas Parisina. Al principio se vendían principalmente artículos de la marca General Electric como televisores y consolas”, expone Alfredo Brito Vivanco, quien en 1964 entró a trabajar a Centro General como vendedor y después se convirtió en gerente.
Las instalaciones de la empresa se habían ampliado el 14 de mayo de 1960, cuando se ocupó toda la planta baja del inmueble. En mayo de 1964, se comenzaron a vender muebles que ocuparon la primera planta del edificio. Además de General Electric, se vendían marcas como Telefunken, Admiral y Philips. Las ventas se hacían a través de un sistema de crédito, la gente daba un enganche y se llevaba el producto que iba pagando mes con mes agrega.
En esa época, al frente del negocio estaba el hijo del fundador, Adolfo Casares Rosas, quien participó con Centro General en la primera feria que se realizó en la zona de Los Fuertes. Para ello, quitaron las letras con el nombre del establecimiento de su local de la 2 Poniente, y se las llevaron para su stand en la feria.
Al ofrecer artículos novedosos para el hogar, Centro General fue tan aceptado por el consumidor poblano, que demandó sus productos durante tres décadas.
Un exitoso negocio comercial
Brito Vivanco asegura que, veinticinco años después de haberse fundado la empresa, el volumen de ventas se incrementó considerablemente y lo que se vendía en un año, ahora lo vendían en dos días.
Cuando la empresa cumplió 25 años, en 1976, Centro General, ocupaba una superficie de 3 mil metros cuadrados. El área de ventas se había extendido de aparatos electrónicos, a línea blanca, muebles, cocinas, enseres menores, fotografía, discos y sala musical.
Refiere que lo más demandado en Centro General eran los discos de acetato conocidos como LP´s, si alguien quería uno iba a la tienda para escucharlos.
“Teníamos 5 o 6 cabinas en donde la gente se colocaba los audífonos y podía escuchar el disco de acetato o LP de su preferencia, y si le gustaba lo compraba. El área de discos era bastante amplia porque teníamos un mercado muy grande”, señala.
Fuimos pioneros en la introducción de todo tipo de instrumentos musicales, vendíamos desde pianos hasta panderos y teníamos las mejores marcas de cada uno. También introducimos al mercado poblano modernos aparatos como lavadoras de rodillos, las máquinas para hacer raspados Icy, cafeteras eléctricas y las videocaseteras Beta y VHS agrega.
Con una gran sonrisa, Alfredo recuerda que un día se le ocurrió grabar el final de una novela de la época, de Lucía Méndez, y al otro día lo reprodujeron en videocasetera para que se viera en la televisión que tenían en el aparador. Llamó tanto la atención que mucha gente se arremolinó para verlo. En Salinas y Rocha, que estaba enfrente, intentaron hacer lo mismo, pero se cansaron de buscar en los canales para ver en cual lo estaban pasando y nunca lo encontraron.
Esta fue una de las estrategias que Brito Vivanco aplicó en Centro General para llamar la atención de la gente y captar clientes. Pero también le supusieron el reconocimiento de su jefe, Casares Rosas, quien en una ocasión le cedió un viaje a Japón que la empresa se había ganado por sus altas ventas con la marca Yamaha, y como era de esperarse, Alfredo trajo a Puebla, de aquel país asiático, una idea que fue del agrado de todos los poblanos.
Modernización del comercio poblano
En 1977, Adolfo Casares Vales, junto con Eduardo Vigil Escalera y José Manuel Rodoreda, se plantearon la posibilidad de realizar el primer centro comercial de la ciudad.
Los empresarios realizaron estudios que, curiosamente, arrojaron que el proyecto no sería exitoso. Pero empeñados en proveer a Puebla de una plaza de primer nivel, viajaron a Guadalajara para estudiar el concepto de Plaza del Sol.
Un año después, en 1978, se inició el proyecto de construcción del que sería el primer centro comercial de la Angelópolis en un predio de la Ladrillera de Benítez, ubicado al sur de la ciudad, sobre una extensión de 60 mil metros cuadrados y una inversión de 450 millones de pesos antiguos.
El 16 de noviembre de 1979, se inauguró Plaza Dorada, que fue detonante de la modernización del comercio poblano y se convirtió en un ícono de la ciudad. El proyecto resultó un éxito, tanto que años más tarde se le sumaron otros 35 mil metros cuadrados de superficie, y aún en la actualidad, conserva la afluencia de clientes.
Más de 3 mil personas se dieron cita en la inauguración de la plaza que se efectuó un viernes a las 19:30 horas en presencia del Secretario de Comercio, Jorge de la Vega Domínguez, en representación del Presidente José López Portillo. Fue acompañado por el gobernador del estado, Alfredo Toxqui, y los tres empresarios, Eduardo Vigil Escalera, Adolfo Casares Vales y José Manuel Rodoreda.
Para bendecir las instalaciones del centro comercial se contó con la presencia de monseñor Rosendo Huesca Pacheco, entonces arzobispo de Puebla. Estuvieron también presentes representantes de los sectores de la banca, la industria y el comercio de Puebla.
Por obvias razones, Plaza Dorada, tuvo como tiendas anclas al almacén Rodoreda y a Centro General, de Adolfo Casares Vales. Lugar donde por cierto, llamó la atención de monseñor una carcachita que el entrevistado, Alfredo Brito Vivanco, junto con el personal del área de música y sala de discos, construyeron con instrumentos musicales.
La tienda de Centro General de Plaza Dorada estaba donde ahora está telas Parisina, de hecho el local se los renta la viuda de Casares a ellos.
"Cuando el arzobispo bendijo las instalaciones, se paró en el descanso de las escaleras que fue el lugar en donde pusimos la carcacha, porque le llamó la atención y además estaba musicalizada. Se quedó observándola un rato y luego continúo”, asegura Adolfo, quien confiesa que esa idea fue la que se trajo de Japón.
En su estructura, la carcacha musical tenía tambores, platillos, panderos, órganos, bocinas, guitarras eléctricas, un saxofón, e incluso, postes de micrófono. Las ruedas eran de bicicleta, que también se vendían en Centro General. Brito recuerda que todos los días, pero sobre todo los fines de semana, había ríos de gente para verla.
Otras actividades y convivencia del personal
En agradecimiento a la preferencia de sus clientes, Centro General, hacía rifas de automóviles último modelo, menajes de casas (se vestían con muebles y/o utensilios), y las famosas ventas a puerta cerrada.
Los boletos se le daban al cliente de acuerdo a sus compras. Se hicieron varias veces, recuerdo la rifa de un automóvil Maverick que se exhibió en la tienda de la 2 Poniente. En los menajes de casa se rifaban los muebles para la sala, recámara y comedor. Fuimos pioneros en las ventas a puerta cerrada en Puebla, se hacían para conveniencia del cliente y había ofertas especiales detalla.
“Mi hija Luz del Carmen, cuando era una niña de 3 o 4 años, varias veces sacó el boleto ganador, porque las rifas se hacían físicamente, en las tiendas. Ella también estudió piano en la Academia Musical Estrellita de Centro General, estaba en la esquina de la 3 Norte y 5 de Mayo”, añade.
La relación comercial entre Centro General y Yamaha siempre fue sobresaliente, principalmente por las altas ventas de los productos de la marca. De esta forma se estableció la academia de música. Los niños que ahí estudiaban daban conciertos en diferentes lugares como la Casa de la Cultura.
“Dos o tres veces también se trajo de Japón a una concertista que se llamaba Yumiko Tanaka, a quien la acompañaba el pianista Román Kaieda. Los conciertos se hacían en el Teatro Principal y eran por invitación, normalmente se invitaba a los clientes que más compraban e invitados especiales”, detalla.
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Alfredo Brito Vivanco recuerda con mucho agrado el haber trabajado en una empresa consolidada que contaba con capacitación y estímulos para su personal. Cada año, el 5 de febrero, que era día no laborable, se hacía una convivencia para todo los empleados en el Hotel Lastra o el Club de Golf, en la que se premiaba al personal por su puntualidad, por sus ventas, etcétera.
A fin de año, la gerente de discos organizaba una misa en La Concepción para dar gracias, de ahí íbamos a desayunar, ese día empezábamos a trabajar más tarde en la tienda. Han de haber cerrado la tienda a finales de los ochenta. Había un buen ambiente de trabajo, actualmente nos seguimos juntando un grupo como de quince compañeros que trabajamos juntos en esa época concluye el entrevistado.